III

230 26 0
                                    

La frialdad y el silencio, eran dos cosas tan abominables como predominantes en aquél sitio, que todo presente correría despavorido, para simplemente huir y no sentir más aquellas dos cosas.

Alzando la delgada tira de bambú, las puntas se encontraban cortadas, creando hebras las cuales causaban las heridas de las plantas de los pies de la niña—. Shun, mi querida Shun, siendo tu madre me es difícil entenderte, comprender o incluso saber como puedes llegar a ser tan ¡patética! Eres mi hija, mi linaje y fracasas en ello!—. El vociferar de aquellas simples palabras, era tan iriente para la pequeña, quien yacía aun cabizbaja, únicamente siendo capaz de derramar su saladas lágrimas en silencio —. ¡Por amor de Earth, deja de llorar de una maldita vez, o créeme te haré lamentar, hacer caer esas lágrimas!

La pequeña, simplemente bajo la cabeza. No tenía miedo, no sufría por el dolor, solo estaba cautivada por la incertidumbre que la acompañaba en su mirada lamentadora. Cuando escucho el pisotón del tacón de su madre en el piso, supo, que ya se debería de retirar sin cuestionar la indirecta orden.

Limpiándose rápidamente las lágrimas en su andar, de los ojos como mejillas, avanzaba por su solitaria casa, dejando tras cada paso que daba una huella de sangre completamente húmeda en el piso de madera. Sin embargo, una mujer un tanto anciana siguió el rastro y cuando estuvo cerca se aproximó.

Acercándose cargo a la pequeña, que al instante se aferró a ella, para ocultar su llorar en su pecho—. Tranquila mi pequeña, te curaré los piecitos y ¿que te parece un pastel de limón? —. Habló con tranquilidad y afecto para la pequeña, quien en sus brazos se iba calmando.

. . .

El silencio adornaba su cuarto, decorado de forma monótona; no poseía nada colorido, con la única paleta de color más específica siendo el gris, una cama, un armario y escritorio, pero sin olvidar un baño, como una ventana que daba vista al exterior, la ventana se encontraba semi abierta, dejando que el frío proveniente de la lluvia entrase a la habitación.

Sentada en su cama, únicamente veía el exterior, la lluvia caía delicadamente del cielo a la tierra, su estruendoso sonido era poco, incluso se podría decir que era tranquilizador. Calmante para cualquier que solo pudiera oír aquella simple sinfonía de gotas al chocar.

Acercándose a la pequeña sin que está misma se diera cuenta, fue formando una sonrisa en su rostro y entre sus manos un plato se encontraba sostenido—. Espero que te guste shun—. Diría delicadamente, colocando el plato cerca de la niña, y se sentó cerca de ella.

Cambiando de objetivo, tomó el plato y junto a la cuchara se dedicó a comer en completo silencio, hasta que su rostro cambio—. Abuela ¿como te enamoraste del abuelo?—. Pregunto inocentemente, para darse cuenta como su abuela sonreía nostálgica.

La anciana busco entre sus bolsillos una fotografía que le enseño de inmediato a la niña. En la fotografía se plasmaba a una pareja feliz, disfrutando de su boda, de su día mas significativo.

Viendo por la ventana, solo puso una sonrisa por recordar, todo lo que vivió con su amado—. Tu abuelo era un humano, como tu debes de saber. El era todo lo opuesto a mí por completo, tranquilo, inteligente y sumamente respetuoso. Me fije en él a primera vista y comencé a actuar, escribiéndole cartas, dándole regalos e incluso luche contra 30 idiotas por él.

«pero aún así no se interesaba realmente en mi para tener una relación amorosa. Nuestra relación era de compañeros de escuela y créeme tuve que cuidar mucho de mis terrenos, peleando contra humanos y kaijus. Hasta que un día me superaron en número y me dieron una buena paliza, casi me matan a golpes, por suerte, el me encontró y me llevó a su casa, me curó, dio de comer, se preocupó tanto por mi, que no me aguante más y esa noche nació tu madre.»

¿Una esposa?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora