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–¿Por qué lo hiciste? 

Kalina resopló, Loomis llevaba haciéndole esa pregunta desde que ingresó al maldito hospital, nunca quedaba conforme con sus respuestas y jamás iba a conseguir lo que deseaba

Ella nunca le daría lo que él esperaba. 

–Mire Doctorcito, esas perras se lo merecían, si lo que busca es que me arrepienta, está perdiendo su tiempo, no me arrepiento y nunca lo haré 

–Nunca avanzaremos si sigues así Kalina, ¿acaso no quieres rehabilitarte y salir al mundo exterior? – apuntó a la ventana de su oficina en donde se podía apreciar algo más que los muros del psiquiátrico, el destello de áreas verdes, llenas de diferentes tipos de flores 

–¿Y volver con mi querida familia? – cruzó los brazos, arrugando la nariz con disgusto – Aunque bueno, solo queda mi padre que seguramente ya se olvidó de mi y la horrible bestia de mi hermanastro, ya le he contado sobre él, demasiado – masculla 

Loomis asiente, hojeando su expediente 

–Sí, Charles Prevett, debe tener unos 30 años ahora ¿no? 

–Me da igual, es una completa lástima que no pude asesinarlo junto a la escoria de su especie 

–Ellos eran tu familia, Kalina – le dice, como si fuera la cosa más obvia del mundo 

–Esas personas jamás fueron mi familia, solo un patético reemplazo de mi madre ante la soledad que sentía el idiota de mi padre 

Loomis suspira exasperado, releyendo el extenso expediente con el nombre subrayado de Kalina D'Angelo. 

–Según tú, sufriste abuso por parte de Charles, ¿no? – alzó una ceja, contemplándola tras sus gafas pasadas de moda 

–¿Sigue sin creerme? – resopla, dejándose caer sobre la incómoda silla – Pero claro, el querido Charles siempre fue el hijo perfecto, el niño predilecto, jamás dañaría una mosca 

–Ya te lo he dicho Kalina, quizás todo esto que dices que sucedió se debió a algún brote psicótico – habló con tono tranquilo 

–¡No fue ningún brote psicótico! – exclamó en un grito furioso – ¡Abusó de mi desde que llegó a casa junto a su asquerosa familia! ¡Yo solo tenía cuatro años! – vociferó, enterrando sus uñas en las palmas de sus manos 

–Nunca hubo pruebas y Charles lo negó todo 

Un tic en su ojo izquierdo fue la clara señal de que estaba a nada de quebrantar su tolerancia 

–Tres años de abusos hubiesen sido notorios, tu padre dijo que te llevaron a revisiones médicas cada año y nunca detectaron nada preocupante, eso refuerza mi teoría sobre los brotes psicóticos – Loomis la apuntó con su dedo, sacudiendo su cabeza 

Levantándose abruptamente de la silla, azotó sus palmas sobre la superficie de la mesa, la madera crujió ante el maltrato, tensando la mandíbula con furia

–La sesión terminó – declaró, con el pecho oprimido por la rabia contenida, los recuerdos de su niñez amenazando con volver 

–Señorita D'Angelo, aún quedan quince minutos – señala el reloj que colgaba en la pared

–Vete al carajo Loomis – gruñó abandonando la habitación con un portazo 

Las lágrimas quemaban sus ojos, pero nunca se permitió llorar. 

Jamás le creyeron, ¿Quién le haría caso a los disparates de una demente asesina?

Con un sentimiento aplastante, se encerró en su habitación, ignorando los llamados preocupados de Magnus y Keelan, maldiciendo contra su almohada a Charles Prevett, el chico que se llevó su niñez e hizo su vida un infierno. 

Enfermizo amor -Michael Myers-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora