Capítulo 61

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"El criterio es sencillo. Si estoy haciendo algo por el bien de mi pueblo, se lo digo, y si es para mi propio beneficio, o si el proceso es cruel, no se lo digo".

Arn asintió, comprendiendo por fin. Luego volvió a sacudir la cabeza, confundido.

"¿Es realmente necesario que llegues tan lejos?".

William no dudó ni un segundo.

"Porque no quiero que me odien".

"Jaja... sí. Odio.... Ah... es verdad, sí. Puedes hacerlo".

Contestó Arn a regañadientes, forzando una sonrisa. Este era su sobrino, pero en momentos como este, no podía evitar preguntarse. A veces era difícil saber qué lado de él era el verdadero, el que parecía tener las cualidades de un santo, y el que era tan escalofriantemente aterrador. Sobre todo, no podía entender por qué estaba tan obsesionada con Daniel.

¿Era porque era el único compañero en el que podía confiar en un momento en el que no tenía ningún otro lugar al que acudir, o era como un primer amor?

Si era así, era excesivo. Le preocupaba que su obsesión actual pudiera ser una mala influencia para su futuro sobrino, pero sabía que no podía decir nada para impedirlo.

Tras una larga pausa, William habló como si hubiera llegado a una conclusión.

"Danny dijo que fuéramos misericordiosos, así que lo trataremos como siempre".

¿Cómo podía decir cosas tan horribles y no cambiar de expresión? Arne apenas podía creer lo que veían sus ojos al ver cómo cambiaba la cara de William entre la presencia de Daniel y su ausencia.

"Por lo que parece, vamos a quemarlo hasta la muerte.

"Enviaré a alguien pronto".

"Te das cuenta de que sólo te tengo a ti, ¿verdad?".

Mientras hablaba, en la cara de William brotaron nuevos pelos.

"La pura enemistad de un niño es más aterradora que las maquinaciones de un hombre adulto, así que no le demos más vueltas".

"Sí", respondió Arn, forzando el pensamiento de su mente.

"Sí. Eres el único pariente de sangre que me queda".

***

Un mes después. El comercio de Lopeia fue un gran éxito.

Había tanta comida, tanto en el extranjero como en casa, que no se podía vender, y con los beneficios, los inviernos del imperio eran abundantes. El pueblo, que había vivido en la pobreza año tras año, ahora podía permitirse comprar alimentos a precios más bajos y comer bien.

El emperador estaba tan satisfecho que ordenó que todo el mundo supiera que había sido el príncipe Guillermo quien había iniciado el comercio. Se corrió la voz rápidamente, con el deseable resultado de que todo el pueblo de Stemily, jóvenes y viejos, cantaban las alabanzas del príncipe Guillermo.

Miré a nuestro apuesto Guillermo y le di mi enhorabuena.

"Su Majestad, he oído que el Emperador está muy complacido. Has hecho un gran trabajo. Eres increíble".

William sonrió satisfecho.

"¿No te dijo Danny que un buen emperador debe mantener separados su trabajo y su placer?".

"Sí. Eso dijo, pero aun así, has hecho un gran trabajo".

William sacudió la cabeza con seriedad.

"Fue a Danny a quien se le ocurrió la idea, fueron Putti y Gaffa quienes produjeron la lopeia de calidad, fuiste tú quien persuadió a los nobles, y fue el conde Paroni quien nos ayudó diplomáticamente, pues no habríamos podido abrir rutas comerciales con tanta facilidad si no nos hubieran invitado a las fiestas del té de la condesa Paroni, así que eso también fue mérito de Danny".

Noveno OmegaWhere stories live. Discover now