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—¡Aiko!—suelto el lápiz con el que estaba dibujando y me acerco a mi madre.

—¿Qué pasa, madre?—pregunto curiosa.

—Encontramos a una pequeña, desde ahora vivirá con nosotros—explica—¿Por qué no vas y le haces compañía? Yo iré a preparar algo para los cuatro—mi madre acaricia mi cabeza con cariño.

—¿Ya tendré con quién jugar?—sonrío feliz.

—Si, mi niña.

Salgo corriendo de la yurta y me adentro a la yurta donde dormimos, al entrar me encuentro con mi padre que trataba de calmar a una niña un poco más alta que yo, su cabello era negro y sus ojos muy pequeños.

—Que bueno que estás aquí, Aiko—suspira mi padre.

Ladeó mi cabeza confundida, no entendía porque aquella niña lloraba.

—Trata de hacer sentir mejor a la pequeña, mientras yo ayudaré a tu madre—el se pone de pie y sale de la yurta.

La niña no deja de llorar así que me acerco a ella y me siento a su lado.

—Hola, mi nombre es Aiko pero tú puedes decirme... No se cómo me puedes decir pero podemos buscar un apodo más fácil—sonrío.

—¡Appa!—mi sonrisa se borra cuando la niña grita y llora al mismo tiempo.

—¿Appa?—repito—n-no llores—pido.

—¡Appa!

Comienzo a llorar al no poder hacer nada, mi padre vuelve a entrar junto a mo madre.

—¿Qué sucede?—cuestiona confundido.

—¡E-ella solo dice appa y no entiendo!—tallo mis ojos limpiandolos.

—Esto será muy difícil.

(...)

—¡Nam-soon!—grito molesta.

—¡Aiko, no grites!—pide mi madre en un suspiro.

—¡Nam-soo no me deja montar su caballo!—hago un puchero.

—Tu tienes muchos caballos—me abraza.

—Pero quiero que me preste el suyo—chillo.

—Aiko, tu y Nam son hermanas ahora—mi ceño se frunce.

—No podemos ser hermanas por qué no somos hijas de los mismos padres además si somos hermanas no podríamos ser mejores amigas.

—Aiko, no estás entendiendo.

—No podemos ser hermanas, mamá—me alejo de ella para verla—sus ojos son pequeños—entrecierro los ojos—y los míos son grandes, su piel es blanca y la mía morena, su cabello es largo y el mío...

—Ya entendí, Aiko—me interrumpe—son mejores amigas.

—Si, aunque ahora no tanto ya que no me deja montar su caballo.

(...)

—¿Cómo que te marchas?—entro molesta a la yurta.

—Lo haré, solo esperaré a tener que  encontrar más ovejas para que estén bien—responde Nam-soo con seguridad.

—¡Llevas aquí dieciséis años, no puedes irte!—exclamo cruzando mis brazos.

Aiko, una chica no tan fuerte •Ryu shi-oh•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora