6. Pancho y su filosofía.

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Año: 2050. Mes: Marzo, aproximadamente.

Coordenadas: 30°53'S60°34'O

2010 fue proclamado como el año del "Efecto invernadero global". El rápido y descontrolado derretimiento de los hielos polares provocó un desquiciamiento en el ciclo del océano atlántico. Mueren millones de personas por los violentos desplazamientos migratorios forzados producto de la subida del océano y de los violentos cambios climáticos. Por primera vez hay crecimiento vegetativo negativo a escala global. Población estimada: 13 mil millones.

***

—El tiempo no para mi amigo. Con decirle que es eterno —apuesta con la mirada a hurtadillas tratando de sacar una sonrisa del rostro de Pedro.

­­—Lo sé –le dice a Pancho, sin saber muy bien hacia dónde va con su monólogo.

—Todo lo que fue, será. O ya no lo será –dice Pancho, mirando al cielo. Los acontecimientos de los últimos años dieron por tierra muchos de sus pronósticos.

Están sentados sobre lo que queda de un cordón de la calle, la calle principal que lleva a la ruta, como en todos los puebles. Uno al lado del otro, casi pegados pese al calor, como dos seres que se necesitan mutuamente frente a la desolación que tienen por paisaje. Pancho cierra los ojos y desciende la mirada hacia el piso, por entre las piernas, mientras las llamas de la pequeña fogata todavía crepitan y los mosquitos ya no se ensañan con el rostro y las piernas de los solitarios amigos.

—Todas las explicaciones que se puedan dar al respecto, mi querido Pedro se han ido para siempre, inclusive las que se podrían haber inventado hoy. Igualmente todo esto tarde o temprano también desaparecerá.

Las nubes comienzan a tapar algunas de las estrellas pero la redonda luna lucha con sus rayos para bañarlos de melancolía malsana y pensamientos pasados. Todo se ha hecho humo, los poemas, las grandes teorías del espacio—tiempo, las bellas mujeres, los celulares y la maldita internet.

La ciudad se ha quedado ciega y muerta. Muerta a todos los conflictos. Ciega a nuestra nueva naturaleza. Antes no se podían ver las estrellas en las ciudades, por la contaminación lumínica. Ya no hay acontecimientos en las ciudades o eso creo yo —Pancho no es de mucho hablar, sólo las palabras necesarias, que son como un bisturí en un quirófano. El anciano se mide, tal vez por el cansancio, el dolor o todo junto. Las blancas y pobladas cejas le dan un aire de actor alemán de 1920 y la luz de las pobres llamas le dan una especie de aire de gurú o chamán. Debe tener ochenta años o más, nunca lo dijo, piensa Pedro.

Todos han perdido la noción del tiempo tal como se lo concebía. En su refugio Pedro lleva inescrupulosamente el conteo, aunque no esté seguro pues cuando comenzó el conteo este tomó como base uno que no estaba lo suficientemente chequeado, de todas maneras no sirve de nada, total que ya sabe cuándo viene el invierno o cuándo llegarán las lluvias, lo demás ya casi no importa, aunque suele tener ese sueño recurrente, que lo despierta traspirado y con la respiración agitada. El mundo regresa a la normalidad, o a lo que era antes del desmadre, y las autoridades no saben si es jueves o domingo pues no hay registros confiables y todo eso genera nuevas discusiones y esas discusiones llevan a agresiones y golpes de puño entre gente que usa lujos trajes. Ahí es donde suele despertarse Pedro.

Si el tiempo es una percepción social, bastante deformado debe estar estos días.

Por desgano o por esperanzas en que todo regrese a su normalidad Pedro nunca quiso poner el reloj del tiempo en cero y contar el año uno desde algún acontecimiento determinado. Total que para ser claros no hay feriados ni días no laborables, ni vacaciones pagas ni fiestas religiosas. Toda percepción del tiempo pasado fue enterrada junto con la sociedad y un nuevo tiempo se creó para estos días. Todos son iguales en la medida en que las cosas se hagan de igual manera.

Una vez cuando se emborracharon con una mala botella de whisky Pancho soltó su pasado de intelectual abocado a la investigación, su fallecida esposa e hijos y un lujoso departamento en Montevideo para veranear. Su llegada al interior de la Argentina debe haber sido lenta y dolorosa, aunque a ciencia cierta se está mejor por acá que en aquellos lugares, las grandes urbes todavía tienen muchos problemas que sortear y sólo siendo masoquista uno puede vivir por ahí. Supongo además que tanto Buenos Aires como Montevideo deben seguir sufriendo los graves problemas de la radiación.

—¿Crees que es cierto lo de la nueva ciudad en el sur? –recita de memoria Pedro.

—Gracias a Dios es vieja radio de onda corta se ha descompuesto para siempre –murmura Pancho. Es casi un mantra que recita el viejo, así se está bien, nada de nuevas civilizaciones. Pancho siente una comezón que le recorre el cuerpo de solo pensar que Pedro podría descubrir la verdad, que fue él quien estropeó la radio.

Los motivos son buenos para Pancho, no quiere exponer a Pedro a los peligros de esas nuevas civilizaciones de las que tanto desconfía. Mientras tanto siguen con sus devaneos.

Cómo no comprender este nuevo mundo sino a través de mis percepciones más inmediatas, si ya todo se ha ido al garete. Largas discusiones matizadas con monosílabos por respuesta de Pancho han sido las explicaciones que le han encontrado a esto. Como los debates por los partidos de fútbol de antaño, a nada los lleva. Cada uno piensa lo que piensa y sanseacabó.

Pese a esa mutua necesidad de cercanía física, Pancho no es de quedarse mucho tiempo cerca de Pedro, sino más bien lo justo y necesario como para solazarse con sus preguntas sin respuestas y tal vez algo de triste compañía. Pancho porque tiene con quien hacer sus largos solipsismos y comer algún pedazo de carne que le invita su joven vecino de pueblo.

—Sólo quedaban hileras irregulares de mampostería hecha pedazos asomando puntiagudas como dientes podridos negros y verdes, así quedó mi casa y las de todos mis vecinos. Los escombros de las casas derruidas sobre la vereda, en abierta infracción a las ordenanzas municipales contemplaban el cuadro miserable —dice Pancho a la par que escupe a un costado un diminuto hueso que estaba chupando.

—Sin dudas –retoma Pancho— el fondo de la imagen que detallo era solo eso, un telón de fondo para lo más patético y deprimente de esos momentos, seres con un pavor tremendo, aturdidos en su inmensa mayoría, por la seguidilla de eventos desesperantes. Uno solo de esos eventos hubiera bastado, pero llegaron uno detrás del otro. Todos vagaban por Buenos Aires junto a algunos animales domésticos que ya no le eran y algún que otro ser humano atinaba a levantar la vista hacia el horizonte. Otros deambulan como aturdidos con bolsitas de nylon en sus manos revolviendo en la basura que habían ellos mismos desechado días atrás.

Interrumpe su monólogo para empinar la botella de wiski. Se limpia la humedad de sus labios con la manga y pasa la botella a Pedro, carraspea y retoma su pensamiento.

"Algunos se desparramaban en sonoros llantos cual madres amerindias y otros, los menos, con los ojos en la nada, se atrevían a consolarlos. Eso parece que fue hace muchos, muchos años. Pancho da un suspiro y se queda dormido. Allá andará viajando en su pasado mundo de confort y música de piano, de tarjetas de crédito y bancos hipotecarios. De libros publicados por ignotas editoriales para vanagloriarse y clases magistrales on line".

Finalmente se quedó callado y con la mirada perdida en el piso, el preludio de su sueño, de su duermevela plagado de sobresaltos y fantasmas que lo asaltan por los cuatro costados. Pedro, sin pensarlo más, termina de engullir el pedazo de fruta que tenía en la boca y se acurruca en el duro cemento al costado de Pancho.

Es consciente que cuando despierte Pancho ya no estará a su lado. Cambia de idea. Es inútil decirle que se quede en su guarida, es un llanero errante en la muerta tierra de estos confines buscando su muerte en un mundo que ya no le pertenece, un mundo que han heredado los más jóvenes que sobrevivieron aunque al parecer tampoco será para ellos.

Tal vez, tan solo tal vez, Pancho sea de los que prefieren morir solos, de los moribundos que les sienta bien morir solos, quizás así pueda hacer lo que tan bien hace y le gusta, soñar y que nadie lo moleste al hacerlo. Soñar hasta que llegue el último suspiro. La muerte no tiene nada de terrible en estos días, simplemente se cae en un sueño y así el mundo desaparece, sin más.

Pedro se incorpora, estira sus piernas, tuerce su cintura para acomodar sus huesos. Pancho queda donde está, no hay peligros, cuando despierte de su borrachera irá a dormir a su cueva. Peter monta su caballo y a paso lento se retira esperando que la marcha lenta y el viento de la madrugada apacigüen su incipiente borrachera mientras en el horizonte unas finas líneas naranjas comienzan a cortar ese lugar donde el cielo y la tierra se unen.

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⏰ Terakhir diperbarui: Nov 17, 2023 ⏰

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