—No sé de qué hablas, estoy como siempre.

—Pues no se ve muy apetecible el puré que ha hecho con el pastel. —Sebastian decía en tono burlón— Y apenas a probado un bocado, ¿seguro que no tiene algo que decirme?

Ciel al darse cuenta que en medio de su divagación había estado jugando con su tenedor en el postre, le hizo avergonzarse aún más, en un suspiro agachó la mirada, se sentía indefenso, ni siquiera su soberbia era un arma para enfrentar a su demonio ahora. Sebastian al ver esa actitud se sintió cautivado, para no molestarlo más procedió a quitar el plato en silencio, intuía que le pasaba a su amo pues él estaba pasando por lo mismo.

—Debo suponer que piensa en todas sus responsabilidades, y ahora que es casi un adulto tendrá muchas más. 

Dijo Sebastian tratando de iniciar conversación mientras cambiaba de ropa a su joven amo, quién a pesar de sus años seguía tan dependiente de él como siempre lo había sido. Consciente o inconscientemente ambos seguían disfrutando de su rutina de amo y mayordomo.

—Sí, eso pienso… Pero te tengo a ti a mi lado, así que no debo preocuparme, ¿verdad?

Simples palabras que fueron pronunciadas por un serio Ciel que pretendía no darle mucha importancia, sin embargo, eran bastante significativas, tanto para él decirlas como para Sebastian al oírlas. Ser valioso para su amo hacía que su frío corazón cobrara una extraña calidez, sin darse cuenta sus labios esbozaron una dulce sonrisa, sonrisa que el otro notó al tenerlo de rodillas frente a él, haciendo que sonriera también. Un sutil gesto mutuo que hizo a ambos darse cuenta lo que tanto luchaban por ocultar y disimular, este enamoramiento era mutuo, humano y demonio superaron la brecha de sus diferencias para coincidir en un sentimiento sublime que pensaron nunca sentir.

—Siempre estaré a su lado, siempre —Acertó a decir Sebastian en un susurro acariciando levemente la mano de su amo, mirándose los dos fijamente.

Ciel no acertaba que pensar, ni que sentir, se quedó perplejo ante esa dulce frase, por el tono en que fue dicha, sin duda estaba enamorado y muy probablemente era correspondido por la forma en que su demonio lo miraba. De repente, esa ilusión se oscureció con pensamientos no agradables, ¿acaso los demonios sienten amor?, ¿y si Sebastian solo estaba jugando para herir su orgullo? Cerrando los ojos se apartó de su demonio, quien lo había terminado de vestir, levantándose se dirigía al baño para cepillar sus dientes y disponerse a dormir.

Sebastian no entendiendo esta fría actitud después de percibir esa cálida mirada que le dedicó, en un suspiro resignado solo le seguía. Después de unos minutos se veía a Ciel recostado en la cama, el silencio acechaba la habitación y una fuerte tensión se sentía en el ambiente, no era así como imaginó terminar su cumpleaños número diecisiete. Por algo que aún no tenía claro en su mente, había decidido terminar su reunión de cumpleaños antes de lo previsto para estar a solas con su demonio. Sin embargo, no esperaba estar sumergido en ese incómodo silencio mientras veía a su demonio recoger la charola para marcharse hasta el día siguiente.

—Sebastian… 

—Dígame. 

—¿Comiste pastel? —Preguntó el conde, al darse cuenta de su tan tonto inicio de conversación se sentía estúpido, ¿pastel? ¿No pudo decir algo mejor?, internamente se reprochaba.

Era un demonio, obviamente su sentido del gusto no le permitía disfrutar del sabor dulce de un pastel, Sebastian tratando de disimular su risa para no hacerlo sentir mal a su amo, solo negó con la cabeza.

—No comí… Se veía delicioso pero usted sabe que no le encuentro sabor a eso.

Terminó de responder en tono amable, si tanto era el afán de su amo por iniciar conversación no lo dejaría sin respuesta, era adorable su intención, así el ánimo del demonio volvió al darse cuenta que su amo quería que se quedara un poco más.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 11, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Ese demonio, mi amante. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora