Cole
Estoy en el almacén de Lucas probando las armas y los cuchillos. Lucas es uno de los mejores a quienes les confío el negocio de las armas.
—¿Qué te parecen estas muñecas? —Lucas me pregunta con una enorme sonrisa.
—Andrés quiere 700 armas. Necesito que se las envíes a Colombia por agua. —Lucas asiente con la cabeza.
—Así que te vas a casar, vaya, Torrance, felicidades. Ya pronto se verán nuevos herederos.
Un pensamiento llega a mi mente: Emily. Me imagino a Emily llevando mi semilla dentro de ella, su vientre hinchado con mi hijo dentro.
Suena mi teléfono celular, interrumpiendo mis pensamientos hacia Emily. Es Dystran.
—¿Sí? —Mis manos empiezan a apretar el teléfono, la rabia, el miedo se sienten en mí. Cometí un error al no quemar a Rubén hoy mismo.
Mis hombres hicieron un llamado a Drystan contándole que Rubén arrastró consigo a una mujer. En las grabaciones aparecía Emily. La bilis me sube. En otro momento, la adrenalina me hubiera subido por todo mi cuerpo a mil, por el deseo de mandar a alguien al otro mundo ya con un plan en mente en menos de un minuto. Existen tres maneras de hacer las cosas: bien, mal y como yo las hago.
Le dije a Rubén que su muerte sería dolorosa si tocaba a Emily. Para su suerte, yo cumplo con mis palabras. No mataré a Rubén con pistola, no con cuchillos, puede que utilizando mis manos. El error más grande de Emily fue toparse en mi camino. Ella puede correr lo más lejos que pueda, y yo la alcanzaré y la arrastraré de vuelta. No hay lugar donde ella pueda esconderse sin que yo la encuentre si la persigo.
Parqueo mi auto en el hotel Grand Royal, fue el segundo regalo de mi abuelo, el primero fue un arma. La primera vez que maté fue a los 14 años y, desde ese entonces, mi abuelo asumió que después de su muerte yo me convertiría en Don de la mafia italiana. Mi abuelo me convirtió en un arma de matar a sangre fría.
Salgo de mi auto y me dirijo al ascensor, y marco el último piso. Me adentro en mi apartamento y veo a Dystran, que ya me espera en la sala.
—¿Qué procede ahora, señor? —Me dirijo al enorme cuadro que hay en la pared del fondo, le doy la vuelta dejándome ver mi colección de cuchillos y armas.
—Voy solo. —Me quito el saco y, por encima de la camisa, me paso el chaleco donde guardo mis almas.
—¿Por qué es que no dejas que dos o tres de nosotros vayamos, señor? Para eso estamos. —Dystran se posa a mi lado. Lo ignoro y sigo armándome lo más rápido posible.
—¡Demonios! Torrance, no me gusta meterme en sus asuntos, pero te estimo como mi amigo. Siento que te estás volviendo débil.
Estoy malditamente frustrado por sacar a mi Emily de ahí y Dystran no deja de sacar su nombre de su maldita boca.
—Maledetto Dystran, per favore smettila di menzionare Emily in bocca —Me acerco al oído de Dystran apretando una de mis navajas contra su garganta—. Se continui ti taglierò la lingua e te la farò ingoiare.
Emily
Me duelen las muñecas de tanto jalar las cadenas. Tengo las malditas muñecas magulladas. No dejo de pensar en todas las chicas que pasaron por manos de Rubén.
—¡Ayuda! —Mi garganta está seca de tanto gritar. Al frente de mí hay un cuenco con agua, donde le sirven comida a los perros.
Necesito salir de aquí, nadie se dará cuenta de que desaparecí, excepto mi mamá. —¡Ayuda! ¡Por Dios, alguien me ayude!
Las lágrimas salen sin parar, mis gritos no los puedo contener. El miedo de lo que me puede llegar a hacer Rubén durante mucho tiempo me pone inquieta. En mis pensamientos, los demonios me invaden: cuando fui abusada por Fran, los maltratos hacia mi mamá por Fran, la muerte de mi padre.
Escucho unos pasos fuertes acercarse hacia mí, trato de controlar mis gritos, no puedo dejar que Rubén me vea débil ante él.
—Cállate, perra, nadie te va a escuchar. —Rubén me agarra del cabello y me levanta hacia él. Empieza a golpearme la cabeza con su puño hasta que ya no puedo contener los gritos. —Solo somos tú y yo, nadie más.
—Déjame ir, por favor. —Trato de alejarme de él, pero es imposible.
Rubén me tira al suelo y se agacha frente a mí.
—¿Sabes algo, Emily?
Su voz se vuelve suave, como cuando creía conocerlo, como cuando creí que era un hombre bueno y no un psicópata loco.
—Emily, de verdad te quiero. Si te portas bien, seríamos felices, no te haré daño. —Rubén empieza a rozar mis mejillas y juro que en estos momentos quiero vomitar.
—Estás loco. —Mis palabras salen calmadas, en susurros.
Rubén se ríe y, cuando intenta pegar sus labios a los míos, lo escupo en la cara.
—¡JÓDETE!
Rubén sube sus manos para golpearme y, cuando estoy preparada para el golpe y cierro mis ojos por los golpes, veo a Cole encima de Rubén cortándole la respiración con sus dos manos. Siento que esto es un maldito sueño. Mis lágrimas salen con alivio.
Rubén trata de arañar los brazos de Cole, pero no puede, hasta que los ojos de Rubén empiezan a cerrarse y su respiración se vuelve lenta. No le pude ver la cara a Cole hasta que se voltea hacia mí, vuelve hacia Rubén, busca entre sus pantalones y saca unas llaves.
—¿El... está muerto? —Pregunto entre lágrimas.
La mandíbula de Cole está tan apretada y en sus ojos hay odio. Todo su cuerpo se ve tenso.
—No puedo creer que, en la condición en la que estás, te preocupes aún por si está bien o no. —Su voz está llena de ira. Mi mirada se dirige a sus ojos y choca con los suyos. Diablos, este hombre está atractivo. Decir que es hermoso es quedarle corto.
—Gracias...
Cole asiente con la cabeza y me carga en sus brazos.
—No es necesario. —Su olor a cedro y a hombre invade mis fosas nasales, su cuerpo se siente duro bajo de mí.
—Lo es. No, no está muerto, pero lo estará. Yo me encargo de él.
Un escalofrío recorre todo mi cuerpo, miro hacia dónde está Rubén y no siento lástima, solo pienso en las mujeres que sufrieron por culpa de él.
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Peligroso Deseo +18 [libro 1]
RandomEmily es una chica de bajos recursos que llega a la ciudad de Londres cuando su madre consigue trabajo para la familia Torrance, una de las tres familias más adineradas, no solo de Londres, sino de toda Europa. Ahí es donde conoce a Cole, el hijo he...