10. El dibujo oculto

21.3K 743 653
                                    

Segunda parte del libro

Ocultos

Las venas de mi frente serpenteaban con evidente enfado. Dylan estaba en la mesa. Riendo por algo que le había dicho la chica con las puntas teñidas de azul. Hiara. Era bonita: más alta que yo, pero hermosamente curvilínea. Mallas rotas debajo de su falda gris a cuadros, sus pechos prácticamente salían de su apretada blusa blanca. Una sorprendente punzada de celos me atravesó, a pesar de que ella se alejó cuando me acerqué.

Arrastré mis pies con sigilo. Quería sorprenderlo, pero supo que era yo. Ya conocía mi olor. Hasta la velocidad de mi respiración. De ese modo sus ojos me encontraron con rapidez inimaginable.

—¿Y esa quién es? —pregunté hostil. Dylan abrió la mirada como platos, y yo hice un puchero.

—La gemela de Hades, se llama Hiara —Se encogió de hombros después de oírme.

—¿Y qué te dijo? —Me senté junto a él y lo miré por sobre mi hombro.

—Me advirtió de algo..., pero es una conversación básica.

Me fruncí con bastante molestia. Mis mejillas ardían. Se percató que, aunque apreté la boca en línea recta, siempre sobresalía el bulto por el grosor de mis labios.

—¿Pasó algo en el baño? —Ladeó la cabeza buscando que me sucedía.

—No —dije. Solo fui tres minutos al baño y ya se le habían acercado chicas.

Parecía muy famoso allí.

—¿Pasa algo? —Me miró con el ojo experto en mis molestias mientras tomaba.

—Ajá. —Me dio mucha más rabia que no se diera cuenta—. Se supone que tú eres mío, no de nadie para que tengas secretos con otras —Cuando lo dije Dylan se sorprendió. Me miró atónito. Sus pupilas brillaron con oscuridad intensa y cuando lo captó sus labios se ensancharon mostrando sus colmillos bien afilados. Sonrió con malicia—. ¡Ay Dylan! Las reglas del once. Se supone que estamos actuando, por eso lo digo. No estoy enojada por esa ridiculez que piensas. Estoy enojada, porque estas... Deja de reírte así...

Pero su carcajada era bastante bulliciosa en aquel bloques con muchas mirada en nosotros.

—¿Acaso la pureza de Emily está siendo corrompida? —preguntó para joderme más.

—Yo no me corrompo —farfullé tajante. Me apliqué, en el centro, el gloss para hidratarme los labios.

Hice un puchero para difuminar el brillo por los bordes.

—Haber, yo no te he enseñado eso tan tóxico y perverso como los celos. —Su mirada permaneció en mis labios con muchos brillos—. ¿Qué pensarán tus padres de mí? Me van a maldecir, y no tendré culpa de ese acto tan atroz.

—No estoy celosa —vociferé ceñida.

Quiso acercarse a mis labios para probarme con el brillo, pero antes que llegara yergue el cuello con un puchero. Entonces de inmediato me quitó el gloss y lo abrió para olerlo.

—¡Su puta...! ¡Ay, huele muy rico! —dijo. Y se lo guardó en las bolsas del pantalón.

—Dámelo —vociferé ceñida, pero obviamente me ignoró diciendo:

—Me pregunto qué pensarían si supieran que su preciosa hija es la que le chupa la polla a un asesino. —Se quedó pensativo en mis sonrojes por lo que había dicho—. ¡Y una mierda! Pero los celos son peores, no son de chicas buenas y dulces. Son de chicas obsesivas, perversas y asesinas. —Entonces complemento con la mirada sanpaku—: Está celosa mi pequeña.

DESCONOCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora