DESCONOCIDO

03. Intenciones reprimidas

[Contenido +18]

Esa madrugada

—En vez de quedarte mirándome las tetas como un gran idiota, ¿podrías darte prisa al hospital?

Oh dios mío.

Mis palabras se quedaron flotando en el aire y entonces me llevé la mano, herida, a la boca, horrorizada. ¿Acababa de pronunciar la palabra «tetas» delante de Dylan Ledford mientras lo acusaba de ser un baboso? ¿Y le había llamado un gran idiota? ¿A un asesino? ¿En mi poder cuándo podría quebrar el trato y asesinarme?

«Dios, haz que este asesino no me mate. Por favor».

Dylan entornó los ojos de manera ligera. Ese gesto estaba entre los cinco más expresivos que le había provocado esa madrugada.

—Tengo mucho frío, estoy empapada de lluvia —añadí para bajar la tensión.

—Te dije que te desnudarás —vociferó como si fuera tan fácil.

Entonces el arranque de respuesta se presentó sin vernos a los ojos.

—No, gracias, prefiero estar húmeda a que me miren desnuda.

—Me estas mojando todo el coche.

—Es culpa tuya. Yo quería irme a mi casa.

—Y yo quiero que me mojes, pero no aquí.

—Jódete —susurré.

—Jódeme entonces —susurró.

—Vete a la puta mierda —susurre bajito.

Su silencio me hizo verlo a los ojos.

—¿Qué más ocultas ahí dentro, Emily? —Lo dijo fruncido con intenciones de arrancarme la lengua y cortarla en trocitos.

Sonrojada.

Temerosa.

—Dylan. Es que... es que tengo mucho f-frío —repliqué. Hice un doblez con la camisa para taparme los pechos con tela húmeda—. Tengo mucho miedo, uno de esos locos casi me asesina, ¿cómo quieres que este después de lo que hiciste? Le sacaste los ojos y le cortaste la lengua, estoy perturbada. Dy-lan, por favor. Estoy c-congelándome —Tirité dentro del coche sin calefacción—. D-deberías prender la calefacción o prestarme algo.

Le eche un vistazo a su camiseta.

—No. Mi camiseta está muy mojada, vas a enfermarte más si te tapas con ella —Me echó un vistazo a la transparencia de mis pechos. Sigilosa me cubrí con las palmas de mis manos—. No. No te cubras —se echó a reír sutilmente—. Deja de mancharte el pecho de sangre, Emily. Te juro, te juro que me desarmas —replicó, y dejo de verme como si le ofendiera, para luego argumentar en un susurro ronco—: Y yo te puedo ver las tetas si quiero, cuándo quiera, y dónde quiera.

Hice un mohín de disgusto.

Hacía ya varios minutos que llovía antes de que me ayudará al salir del bosque e hiciera funcionar los limpias parabrisas. Al mismo tiempo, encendió los faroles; estaba muy oscuro con una niebla gélida que siempre deja la tormenta y la carretera era sólo una borrosa faja entre los altos árboles de Salem. Lo recuerdo muy bien. Puso en marcha el coche Bugatti Voiture Noire color negro. Ambos estábamos empapados por la lluvia, chorreando todo el asunto. Olía a coche nuevo. Pero sobre todo, el lugar se había impregnado del olor de Dylan, este emanaba como una droga embriagadora que me hacía echar vistazos mientras conducía.