Capítulo 1: Vecina loca

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Algo que odiaba de mudarme era tener que empacar todas mis cosas en cajas y transportarlas a otro lugar. No era un chico con muchas pertenencias, pero no estaba mudándome solo, mis dos hermanos menores y mis padres venían conmigo. Lo cual hizo que la tarea de mover las cajas fuera mayor. Lo peor de todo era que el nuevo edificio en donde viviríamos no tenía ascensor. Así que para subir todas nuestras pertenencias debíamos utilizar el viejo y único método para subir: las escaleras.

Estaba en buena forma gracias a las visitas continuas al gimnasio, pero luego de haber subido más de diez cajas y haber hecho la misma cantidad de viajes, estaba cansado. Nuestro nuevo apartamento quedaba en el cuarto piso y a pesar de haber hecho varios viajes con cajas pesadas, aún quedaban muchísimas más.

El calor del verano tampoco ayudaba para nada.

—¿Ya te cansaste? —se burló Kylan, mi hermano. Yo estaba apoyado en la pared del descanso del segundo piso con la caja a mis pies. Mi camiseta estaba mojada de sudor al igual que mi rostro. Kylan estaba igual que yo, pero la diferencia era que su rostro estaba rojo.

—Ni un poco —respondí a secas volviendo a coger la caja entre mis brazos. Kylan avanzó delante de mí llegando al tercer piso antes que yo. No podía soportar otra subida más pero no se lo iba a hacer saber a nadie. Mis padres contaban con nosotros y los dos hombres que subían los electrodomésticos pesados y las camas de todos.

—Vamos, Kem, te reto a subir sin volver a tener otro descanso —exclamó mi hermano.

Con ese incentivo volví a llevar la caja en mis brazos y avancé rápidamente por las escaleras, alcanzándolo en un par de zancadas y luego pasándolo. Antes que pudiera detenerme choqué contra alguien ocasionando que la caja cayera al suelo con fuerza.

El golpe seco resonó en el lugar.

—¡Mierda, mi pie! —La voz de una chica joven se oyó. Inmediatamente extendí mi mano para tomar la suya. En la prisa por subir aquí y ganarle a Kylan había chocado contra esta chica ocasionando que la caja cayera sobre su pie. Me sentí un imbécil.

—Joder, ¿estás bien?

La chica tenía la cabeza gacha inspeccionando su pie.

—¿No ves que no, idi...? —Se detuvo abruptamente al levantar la mirada, sus ojos marrones hicieron contacto con los míos quedándose sin habla. La chica era de mi edad, aproximadamente, y era muy guapa. Aunque parecía haberse quedado sin habla. Inmediatamente comenzó a tartamudear y a sonreír alegremente, como si no acabara de chocar contra mí—. Eh, bueno, creo que no llegaste a hacerme nada.

—Uf, qué alivio. —Llevé una mano a mi pecho, la chica se irguió. Era de mi altura más o menos, y parecía estar muy concentrada mirando mi brazo desnudo. Había optado por usar una camiseta sin mangas para mover nuestras cosas y llevarlas con mayor comodidad.

—Eres nuevo aquí, ¿no? —Sonrió con lo que supuse sería su sonrisa estrella. Me apoyé en la pared con los brazos cruzados. Kylan subió y al vernos siguió de largo, como si no acabara de ver a la chica, o no le importara conocerla. Ella tampoco lo vio, tenía la mirada concentrada en mi cuerpo. Podía ver sus ojos recorrerme desde la cabeza hasta los pies, seguro imaginándose cosas.

—Sí, me estoy mudando. —Me agaché para tomar de nuevo la caja en mis brazos. Por suerte esta no se había roto, seguía intacta.

—¡Qué bueno! ¿Al cuarto piso? —Asentí—. ¡Genial! Yo vivo en el sexto. Me llamo Ada Peters, un gusto...

—Kem Woods. —Ella ni siquiera extendió su mano, sino que se paró de puntitas y besó mi mejilla apoyándose en mi brazo. Poco le importó mi espacio personal, ni tampoco su supuesto pie recién herido.

La chica de abajo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora