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1. 𝑨𝒇𝒆𝒓𝒓𝒂𝒕𝒆 𝒂 𝒕𝒖 𝒏𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆.

Todo es oscuridad a mi alrededor, sé que tengo los ojos cerrados, lo siento. No puedo abrirlos. Intento apretar mis puños pero ellos no responden a la orden, ninguna parte de mi cuerpo lo hace.

Escucho una voz lejana que se acerca a mi, lentamente, como un susurro o un simple eco. Llega a mi oído y logro entender lo que dice.

Despierta, Maia.

Como si mi cuerpo despertara de un sueño profundo, comienza a sentir su entorno.

Siento que estoy acostada en un frío y rugoso suelo, las palmas de mis manos tocan irregularidades y formas debajo de mi. Mis oídos captan un sonido de metal, de alguna máquina, quizá. A través de mis párpados veo una luz que va y viene.

¡Maia!.

Aquella voz, con un grito, consigue que mis párpados se despeguen de una vez por todas. El miedo se apodera de mi cuerpo y me levanto en menos de un segundo. Siento que mis pulmones respiran por primera vez, eso me genera náuseas y un vómito que sube por mi garganta, pero que logro contener.

Miro a mi alrededor, aún sentada. Veo suelo, paredes y techo de metal, pero no de una manera lisa, son rejas.

Una luz blanca, casi celeste, viene desde arriba hacia abajo, lo que me indica que en la prisión que estoy, va subiendo.

Me paro en el lugar, sujetándome de una de las paredes de la celda. Por allí hay barriles azules, cajas con botellas y frascos de vidrio.

Una tela blanca cubre gran parte de unas jaulas casi tan altas como yo. Me acerco a ver que hay allí para quitar la tela pero escucho un cerdo, me asusto un poco por el repentino sonido pero me calmo y dejo la tela en su sitio.

Esto parece una caja con provisiones para una granja o que viene de una granja. Quizá me caí por accidente y me golpeé la cabeza.

—¿Hola?

Se me hace raro escuchar mi voz, parece que es la primera vez que hablo en toda mi vida.

Pasan unos segundos y nadie contesta.

No es hasta que me pongo a pensar en cómo llegué aquí que me doy cuenta de que no recuerdo nada. No recuerdo de donde soy, ni la edad que tengo, no sé si tengo familia o no, ni siquiera recuerdo de que color es mi cabello o mis ojos.

—¡Ayuda!

La celda sigue subiendo. El no recordar nada me hace temer aún más. Me desespera pero se me hace ridículo que simplemente mi memoria se haya desvanecido. Sólo tengo una palabra, un nombre, y esperaba que fuera mío.

El Hilo Rojo: Maze Runner |Minho|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora