22. Dolor ¿infundado?

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Quizá por eso vuelve la mirada dulce de Matt a mi cabeza, volviendo a los besos suaves en mi mejilla. Matthew ha dejado ¿amor? donde siempre hubo guerra.

Poco a poco mi respiración vuelve a la normalidad. Los océanos en calma me han tranquilizado nuevamente. El dolor del frío ya no quema, quizá en algún momento podrá quedar en el pasado, dejar de doler.

Me paso toda la noche fumando cigarrillos y haciendo escenarios ficticios en mi cabeza, sacando conjeturas sobre los acontecimientos recientes

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Me paso toda la noche fumando cigarrillos y haciendo escenarios ficticios en mi cabeza, sacando conjeturas sobre los acontecimientos recientes. ¿Tan importante es lo de la caja para que cambie su actitud repentinamente? Yo también tengo secretos, si los supiera... ¿Cambiaría algo?

Mi cajita también es especial. Contiene todas las cartas de Leia, junto a una foto de las dos cuando teníamos diez años. Una foto de mis padres, un anillo que parece ser importante, y una foto de Andrew... No, es verdad, la foto ya no está. Esa foto es la única ayuda que he tenido para no olvidarme de su cara, supongo que por eso las pupilas de sus ojos negros siempre están dilatadas en mis sueños y recuerdos.

Hoy hay partido. Partido al que voy solo por la pesada de mi amiga, al fin y al cabo también es importante para ella. Matt no da pie con bola, tiene los ojos rojos y las ojeras más profundas que nunca. Al cabo de varios minutos de partido empieza a pelearse con un jugador del otro equipo, por lo que acaba recibiendo una tarjeta amarilla de aviso.

Después del descanso vomita por el sobre esfuerzo, así que al entrenador no le queda más remedio que cambiarlo y sentarlo en el banquillo, no sin antes soltar un montón de improperios y maldecir a grito pelado. Después de noventa y seis minutos de sufrimiento, nuestro equipo acaba perdiendo el partido. 0-3 señala el marcador al final del encuentro.

Toda la culpa recae sobre Matthew, que, hasta las narices, los manda a todos a la mierda, cogiendo sus cosas y largándose. No vuelvo a verlo en toda la noche, ni junto a Zack e Ian en la cena post-partido a la que voy acompañando a Leia, ni en la mini fiesta tranquila que hacen después, está si, sin alcohol. Pienso en mandarle un mensaje pero ¿para qué? ¿Para comerme su mal humor? No, gracias.

Capullo. La palabra circula en bucle en mi cabeza, e incluso cuando me tumbo en la cama y cierro los ojos sigo pensando en él. Estoy preocupada y furiosa, pero él ya me ha demostrado que no quiere a nadie cerca. Solo me queda aceptarlo y esperar a que, por alguna casualidad del destino, él vuelva a acercarse y me vuelva a llamar friki, cantándome al oído.

Si supieras mi pasado, ¿serías capaz de seguir mirándome con dulzura? ¿O el frio sería lo único palpable entre nuestros cuerpos distanciados?

Si supieras mi pasado, ¿serías capaz de seguir mirándome con dulzura? ¿O el frio sería lo único palpable entre nuestros cuerpos distanciados?

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Aprovecho el domingo para dar un pequeño paseo por el pueblo. Dejo que la tranquilidad de la soledad acompañada de un buen clima me ayude en este camino inundado de recuerdos bastantes fragmentados.

Últimamente tengo una enorme dificultad para separar lo real de lo ficticio. Mi mente imagina cosas para salvarme de la verdad, y aunque no la culpo por eso no puedo tampoco dejar de odiarla.

Llego al parque en el que solía pasarme gran parte de las mañanas y la mayoría de tardes. En el banco donde bebía y fumaba junto a Andrew y sus amigos se encuentra Matt. Lleva su típico oufit de siempre. Todo de negro y una gorra del mismo color que esta vez cubre su cabello y gran parte de su cara, pues está agachado, fumando lo que, a juzgar por el humo, es un porro.

Me acerco a grandes zancadas hacia él, de muy mala leche.

—¿Qué coño haces? —pregunta Matt con la voz ronca cuando le quito el canuto de los labios y lo piso, haciendo que sea infumable.

Enarco una ceja, lanzando un enorme soplido mientras lo observo:

—¿Qué haces tú?

—Fumar.

Me paso la mano por el pelo, recordando las palabras de Leia y frunzo el ceño, exhausta.

—Creía que no te gustaba el humo. —Me cruzo de brazos—. Ni las fiestas, ni el alcohol.

—Eso era antes. —Se limita a responder, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero.

—¿Qué ha cambiado?

—Los recuerdos.

Me invade una eterna tristeza cuando responde y ahogo un jadeo antes de sentarme a su lado. Saco mi paquete de tabaco, me llevo uno a los labios y le  ofrezco otro.

—No me gustan los chicos malos —susurro rompiendo el silencio tiempo después, intentando sonar algo burlona. 

Pero dado que él no responde cambio de táctica.

—¿Por qué jodes así tu presente?

—Porque mi futuro ideal ya no sirve para mucho. —Chasquea la lengua —. Todo el tiempo invertido ya no sirve de nada.

—¿Por qué no?

—Porque ya no hay nada que buscar. —Suelta el humo lentamente—. Ahora me toca vivir como realmente quiero, ¿no crees?

—¿Aunque eso implique tú perdición?

—Llevo años perdido, Alys. —Suspira —. Pero cuando eres perfecto, lo demás da igual.

Miro al frente en silencio mientras se consume lentamente la colilla que sujeto entre mis finos dedos.

—Por eso me caes bien, porque tú también estás perdida, friki.

—Canta. —Pido en un susurro, tirando el ya muerto cigarro y echando la cabeza hacía atrás.

Se aclara la garganta y entona "Bedless" de Pierce the Veil.

¿Yo perdida? No tienes ni idea de lo cierto que es eso. Hemmings, es lo más coherente que has dicho desde que nos conocemos.

Apuesta ¿conseguida? (1) #PGP2024Where stories live. Discover now