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Una chica que corre por su casa, arreglándose de la manera más desarreglada posible. Nunca llega tarde, es demasiado perfecta para eso. Sale como un tornado por la puerta, con la llave en mano y el cabello hecho un desastre. Metió la llave para encender el motor del vehículo, lo intentó. Lo pensó dos veces, incluso hizo el amaño de apretar el pedal, pero volvió a salir. Tomó su bicicleta y pedaleó como si su vida se basara en ello. Aún así llegó tarde.
—Joder, joder, joder.
Repetía ella mientras terminaba de arreglarse por los pasillos anteriores a su clase.
—Jocelynne. —Dijo su compañera al verla en la puerta. Inmediatamente sabe que la había metido en un lío.
—Llega tarde, señorita Johnson.- Reclamó el canoso posándose frente mía.
—No. —Me miró con desaprobación. — Ósea sí, pero nunca llego tarde. —Traté de explicarme, pero me hizo caso nulo.
—Reglas son reglas.
—¡Pero no es justo!- Reclamé, alzando la voz. Igual un poco demasiado.
— Fuera.— Escupió. Bufé asqueada para darme la vuelta, y cuando me encontré con un chico no muy alto que miraba la escena con una sonrisa burlona, exploté —otra vez—.
— ¿Y tú qué? —Pregunté. Su sonrisa burlona me había hecho caer en la locura.
— ¡Fuera! ¡AHORA!
Por fin me fui, y aunque tenía órdenes directas a quedarme esperando fuera, me dirigí a mi taquilla. ¿Qué le importaba que llegará unos cuantos minutos tarde?
— Vaya show has montado, ¿no crees? —Escuché al otro lado de la pequeña puerta de mi taquilla.
—No me había dado cuenta.-Lo mire al cerrarla. Aquel chico que me miraba con sus sonrisa burlona anteriormente se encontraba delante mío. Moreno, con los hombros anchos y una estatura baja comparado con los demás compañeros. —¿Quién eres tú de todos modos?
—Sean.- Respondió, estaba apoyando en la taquilla de al lado, la que supuse que era la suya.
—Pues adiós, Sean.- Me despedí, no estaba de muy buen humor.
—No escuché tu nombre.- Dijo detrás mío.
—Igual es que no lo he dicho.
No lo vi el resto del día.
Al día siguiente sí llegué temprano como solía hacer. Pase por mi taquilla para agarrar los libros que necesitaba y caminé por los pasillos desiertos, sí había alguna que otra persona, pero estaban contadas con los dedos. Después me dirigí a mi clase. Me sorprendí al ver que no estaba vacía, y sobretodo, que sea Sean el que me había adelantado. Él leía un libro desde su pupitre, no había nadie más en la sala. Al oírme levantó la mirada a lo que respondí levantando las cejas fingiendo sorpresa ante su puntualidad. No hubo mucha conversación porque fui directamente a mi asiento, fila tres asiento cinco. El lugar perfecto. Estaba cerca de la ventana, pero no tanto como para despeinarme si hacía viento, también la fila tres no me escondía demasiado, pero tampoco llamaba mucho la atención, por no mencionar que era el único pupitre sin dibujos obscenos en el. Simplemente perfecto.
