06. Dueños de cabezas

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Once : Once

—¡Ésta es la ciudad perdida! —siseó con la respiración entrecortada—. ¡Te lo dije! ¡Es Lumber City! —Abrió sus ojos de par en par—. Ahora está cubierto por un bosque por eso no figura en el mapa de Salem.

—¡Es escalofriante! —Mis ojos se abrieron de miedo. Ya que a cuatro metros, de donde permanecíamos escondidas, había un extraño y enorme edificio abandonado—. Y es perturbador.

Y lo era, sin embargo, no podía sacarme de la cabeza el tema de Leo y Dylan juntos. «!!!¿Cómo y por qué maldita sea se conocen?!!!». Eran mis delirios en ese momento. Después de seguirlos, Annie se unió para descubrir qué estaba pasando con ellos. Intenté que no lo hiciera, que se quedara en la fiesta de Andrés junto con Videl, pero no me dejó ir sola.

—Es como una celebración. ¡Es el maldito edificio, Emily! —murmuró desesperada, observando el centro de una especie de círculo donde estaba el edificio, escondido, detrás de una capa de árboles—. ¡Es este! ¡Donde ahorcaron a doscientas personas! Creo que también hicieron el juicio aquí mismo. Tiene una, dos, tres..., once plantas. ¡Once malditos pisos!

No dije nada. Y me observó fruncida porque no lo hice. Permanecía tirada en el suelo tiritando, presa de miedo, tratando de comprender lo que había visto. ¿Qué hacían mi hermano y Dylan en ese lugar? Deliraba. Pero también con preguntas como:

—¿Qué es este lugar? —pregunté confundida, sentada en las enormes raíces de las arboledas más grandes que había visto en mi vida.

No era un bosque cualquiera, se sentía algo extraño como si fuera de otro cosmos.

—Emily. ¡Aquí es donde hicieron la caza de brujas hace años! —informó en susurros con una nota de emoción por haber descubierto el secreto de la ciudad perdida—. Corrijo, de humanos normales y lo ocultaron con esa historia de brujería. No vengas a mí con tonterías de brujería. Esto es otra cosa. ¿Teorías?

—¡Annie, basta! —la regañé—. Annie, deja de pensar en este lugar y comienza a pensar en por qué Leo y Dylan se conocen.

—De eso encárgate tú. Que yo me encargo de lo demás. —Entonces varios gritos nos espantaron antes de que terminara. Nos aceleró el corazón con una velocidad inhumana—. Por ese tipo de cosas, esto parece una película de terror. ¿Cómo mierda se nos olvidan los móviles en el coche de Leo? Bueno yo tengo una muy buena excusa, en las fiestas de indigentes mentales, siempre roban y con este vestido tan corto ¿a donde podría guardarlo?

—Bueno, a mí se me olvido —reconocí.

—Muy, muy mal, Emily. Te estás pareciendo a las chicas cliché del terror, lo bueno es que no eres rubia, como Tina, eso es lo que te salva —Annie había vuelto a ver de nuevo. Su cabello blanco era muy largo, tanto que llegaba hasta la minifalda del disfraz de policía—. ¡Son unos... hijos de...! Carniceros. Carroñeros. Salvajes. Satanistas. O una nueva especie de amantes de los asesinatos.

—Dueños de cabezas —complete tiritando en el suelo lleno de piedras pegadas en mis muslos desnudos con la brisa fría de la noche.

—¡Cómo quieras llamarles! —remató Annie, con el entrecejo fruncido—. Creo que ese sinónimo solamente es un concepto. No creo que se llamen entre sí «dueños». Quizá solamente se llamen asesinos, o, que se yo, por eso vamos encontrar la forma de leer aquel hermoso libro —Luego caminó detrás de un árbol para observar lo que estaba pasando con las demás personas que habitaban fuera como dentro del edificio abandonado—. Y para que lo sepas, esta cuestión no es nada tranquila como pensamos —argumentó lo que mis ojos no podían ver por estar en el suelo sollozando totalmente perturbada. Así que de la nada escuché salir de sus labios carnosos—: ¡Oh no! Emily.

DESCONOCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora