—No —dijo en cuanto vio a Potter—, no pongas esa cara como si te importara, Potter.

—¿Desde cuándo las tienes? ¿cuándo volvieron?

Tal vez fuera porque estaba prácticamente en ayuna, pero se rió descaradamente de las preguntas.

—¿Cuándo volvieron? Nunca se fueron, Potter.

—Eso no es cierto.

¿Potter creía que lo conocía mejor que él mismo? ¡Potter no tenía idea!

—Sí, lo es. Lo que pasa es que llegabas tan cansado de tus... entrenamientos con Ginevra para darte cuenta. —"Para darte cuenta lo poco que dormía para no despertarte," pensó, pero no lo dijo.

—¡Joder, tus malditos celos!

Draco puso los ojos en blanco. Por supuesto, eso fue todo lo que Potter escuchó

—¿Celos? No, Potter. No eran celos —tal vez sólo un poco—. Pero tú preferías salir a entrenar a las Arpías, y cuando llegabas a casa sólo caías en la cama. Yo lidié con ello. Tenía que lidiar con ello. Había noches enteras que no dormía en la cama para no despertarte con mis pesadillas porque estabas muy cansado y yo quería que durmieras un poco... ¡Joder! Nunca te diste cuenta. Y antes que me acuses de algo —agregó—: me la pasaba con James y los mellizos para que no te despertaran, porque asi como me dolía que no estuvieras nunca en casa, yo... pensaba que merecias dormir bien —le estaban empezando a picar los ojos otra vez—. ¿Todo para qué? Para que todo fuera culpa mía —tal vez debería cerrar la boca, pero ahora no podía detenerse—. Para ir a los eventos de mis padres solo con los niños. Para tener que sonreír y decir lo ocupado que estabas. Claro, las Arpías ganaban. ¡Qué genial es Harry Potter! ¡Oh, sí! Nadie veía las malditas ojeras en mis ojos. No. Nadie se preguntaba: ¿Dónde está Potter cuando Draco llega a las tres de la mañana a San Mungo con un niño con fiebre? No, porque Potter está ganando con las Arpías. Pero eso no era lo mejor, Potter. Lo mejor era que si por casualidad Potter estaba en casa, no iba a la fiesta de la familia porque a él no le gustan las fiestas... Claro, pero entonces ahí estaban, las fotos de Potter por todos lados en una fiesta... de la mano de la mejor jugadora de las Arpías... una fiesta a la que su esposo en ese momento, o sea Draco Malfoy —se señaló así mismo—, no fue invitado. No, porque, ¿cómo iba a llevar a su marido y cuatro pequeños? ¡Ah, cierto! Es que había dudas. James no parecía su hijo.

Draco respiró hondo. Acababa de arrojarle a Potter sin pudor parte de lo que se había guardado por tantos años. Suspiró, se tumbó de espaldas contra el sillón y cubrió sus ojos con el brazo y dejó salir las malditas lágrimas. Hacía tiempo que no recordaba lo triste que había sido su matrimonio. Él había estado tan enamorado. Y jamás había despreciado a Potter, ni a sus amigos. ¡Merlin, ni siquiera a Ginevra! Tuvo que ahogar un sollozo que luchaba por salir de su garganta cuando recordó las malditas fotos en las que estaba Potter, en un banquete, todo sonriente cuando siempre se negó ir a las de su círculo porque odiaba las fiestas.

—¿Sabes por qué James está tan dolido contigo? —dijo con la voz tomada, sin levantar la cabeza. No esperó respuesta—. Porque ya no puedo hacer un Patronus —declaró al final. Todo lo que lo hacía lograr formar un Patronus se había quebrado, se había derrumbado, y con mucho esfuerzo hoy lograba apenas una niebla—. Ya no. Y a él le gustaba mucho la forma que tomaba el mío —Silencio. Sus sollozos eran todo lo que escuchaba, aunque podía notar a Potter pensar—. Pero tal vez tuvieras razón, Potter. Después de todo, ¿quién querría llevarme a su círculo de amistad? No solo soy un Malfoy, una familia que ha repudiado a los que vienen de muggles, sino que no todos confiaron en mí durante la guerra. Hasta el cuarto año tú mismo dudabas de mí —sollozó otra vez—. ¿Sabes? Dejé de ir a los banquetes familiares. No todos aman a los niños y yo no podía con tres. Entonces, sólo me convertí en un ente, en una cosa que estaba adjuntada a tu nombre. Nada.

Divorciados [Harco]Where stories live. Discover now