Una vez amé a un monstruo.
Amé a un monstruo locamente.
Me abrió las puertas de su casa y yo las de mi mente.
Ese monstruo no me persiguió, yo fui detras de él sin saber que en verdad solo no me quería para él.
Yo lo acariciaba mientras él me despedazaba.
Si, amé a un monstruo de esos que con besos te arrancan el alma, te roban el aliento.
Y sin que te des cuenta, se llevan tus ganas de vivir, dejas de ser tu sustento.
Te dejan vacía.
Hueca
Sin ilusiones.
Sin sueños.
Se llevan todo dejándote en el silencio del olvido, prisionera de la soledad y ahogada en su recuerdo.
Amar a ese monstruo casi me cuesta la vida, mi humanidad y mi alma.
Si, amé a un monstruo.
Un ser infame.
Cruel.
Despiadado.
Que te infecta la sangre y te convierte en uno igual o peor a él, sin darte cuenta eres su espejo, su réplica, su mejor creación.
Cuánto lo amé...
No me arrepiento de haberlo amado así.
Pues asi superé mi miedo a ellos.
Ya no me asustan y sé que no pueden convertirte en uno si no se lo permites.
Ahora que los conozco ya no les temo.
Me dan mucha lástima.
Solo son tristes coleccionistas de pieles.
Jugando a ser monstruos.
