29.- Tienes mi palabra

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Kyle.

Ella volvió a casa pero nada es lo mismo, en realidad, no sé si podrá serlo alguna vez. Siempre creí que casarme con Aria convertiría mi vida en un infierno, pero lo que realmente no consideré, fue que pudiera sentir algo más que indiferencia hacia mi esposa.

Eso si se ha convertido en un infierno. Antes podía tolerar la distancia pero ahora, con cada día que pasa tengo la creciente necesidad de tenerla cerca, y me es insoportable.

No he dormido mucho en la habitación porque me recuerda su ausencia, las sábanas siguen manteniendo su colonia, ese aroma floral tan característico y tan fresco que se me ha grabado en la mente, Ceci está a punto de obligarme a cambiar las sábanas pero me niego.

Porque es todo lo que tengo de ella, esa pequeña parte que me hace extrañarla en las noches y que me hace imposible dormir, así que he hecho del sillón de mi despacho, una cama.

Y eso me ha dejado más de un dolor de espalda, y el recordatorio constante de que lo he jodido todo.

Aria apenas me habla, no parece interesada en tener una conversación conmigo, intenté conseguirlo a la hora del desayuno pero es como si rehuyera de mi presencia con tan solo mirarme y eso es una jodida tortura porque quiero acercarme, quiero que me hable sobre su embarazo, si necesita algo, cualquier cosa...necesito que diga algo.

—No quiero tener razón pero...

—No lo digas —advierto dándole un largo trago a mi vaso de licor —o te daré un puñetazo.

Josh se ríe.

—Amigo, era inevitable.

Un gruñido es lo que obtiene como respuesta, dejo a un lado del vaso de cristal porque no quiero terminar ebrio, no esta noche. He bebido más de la cuenta en mi despacho y eso solo me pasa una gran factura a la mañana siguiente al tener que hacerme cargo de todas mis responsabilidades con una maldita resaca.

—Cállate, ¿quieres?

—Si quieres silencio, enciérrate de nuevo en tu despacho, no vengas a mi casa —objeta encogiéndose de hombros —yo no me tengo la culpa de que seas un idiota.

Me repito mentalmente que Josh es la última persona a la que debo acudir en mi estado, la soledad de mi despacho será mejor compañía.

—No tienes que repetírmelo.

—Bueno, eso es exactamente lo que haré para atormentarte —se burla —por Dios, ¿en donde has dejado a mi amigo? Este hombre es patético.

—¿Qué se supone que haga? —inquiero con fastidio —Aria me odia más que nunca, apenas y me dirige la palabra y estoy bastante seguro que si por ella fuera, no me permitiría nunca ver a mi hijo cuando nazca.

—Es una mujer inteligente, simplemente te está dando lo que mereces.

—¿Eres mi mejor amigo o no Josh? —espeto incorporándome.

—Claro que lo soy —dice imitándome —es por eso que te estoy diciendo esto, si no fuese tu amigo te diría que lo dejes estar, que cumplas tu venganza y te olvides de Aria, pero te conozco lo suficiente como para saber que eso no va a pasar. En lugar de estar quejándote por como han resultado las cosas, deberías estar pensando en como harás para arreglarlo. No tienes derecho alguno ha quejarte sobre la actitud de Aria, ¿es jodido para ti? Imagina lo que debió ser para ella recibir lo mismo de ti durante meses.

—No puedo arreglar algo que se ha roto demasiadas veces, sabes que una vez que cumpla mi promesa, ella no querrá verme nunca más. Dijo que se irá apenas esto acabe, que se llevará a nuestro hijo y se supone que yo debería dejar que eso ocurra, debería dejarla ser libre pero...no puedo.

Lazos TentadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora