6: La tormenta

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Esa voz quebrada me hizo frenar en seco, estaba realmente asustada. Tragué saliva.

—Karina, te prometo que vuelvo en un momento. Va a ser un segundo.

—No quiero estar sola...

Suspiré. Aquello me recordó a mí cuando era pequeña. También me daban miedo las tormentas, siempre que había una me metía en la cama y me tapaba hasta arriba, de esa manera la tormenta no me encontraría. Mi madre un día me trajo un peluche de un conejo, me dijo que mientras lo abrazara todo estaría bien, así en cada tormenta que había en la ciudad yo abrazaba muy fuerte a ese conejo.

Al paso del tiempo y terminando en este barco, me di cuenta de que debía enfrentarme a ello. No podía ser una buena capitana si acababa asustada con dos rayos.

Fui hasta el armario y abrí uno de los cajones. Ahí estaba, ya no parecía tan nuevo. Saqué el conejo y se lo llevé a Karina.

—Esto quizá te parezca una idiotez y te prohibo que salga de aquí, pero cuando era pequeña mi madre me decía que si abrazaba fuerte al conejo me protegería de las tormentas —me acerqué a ella—. Voy a volver en un momento, mientras quédatelo.

—¿Un peluche?

—Cierra los ojos y abrazalo —suspiré—. Cuando los abras ya habré vuelto.

Ella asintió agarrándolo y yo suspiré.

Acto seguido salí de camarote. El barco se balanceaba de lado a lado, era tanto que tenía que ir agarrándome para no caerme... La lluvia había comenzado a caer con fuerza, podía escucharse tras la madera. Esto empezaba a asustarme.

—¡Capitana! —escuché al salir a cubierta.

Algunos de ellos estaban completamente calados de agua, los chubasqueros mojados y hacía al menos 3 grados en este lugar.

—El mar esta golpeando muy fuerte, ¡¿qué hacemos?!

—¡Id a vuestros camarotes!

—¿Y el barco? ¿Las velas? Alguien tiene que cuidarlo —dijo Jaemin.

—¡Va a estar todo bien! ¡Marchaos!

Jaemin y Jeno bajaron a sus camarotes y acabé sola en proa. A los Segundos apareció Giselle apresurada.

—Capitana, ¿voy a la cabina del timón? —preguntó Giselle.

—Sí, quédate ahi y contrólalo. ¡Cualquier cosa de vital importancia quiero que me avises! —dije como pude entre tanto viento.

Ella asintió marchándose.

El cielo estaba prácticamente negro, se confundía con el atardecer e iba a anochecer en nada. La lluvia pesada caía con fuerza, tanta que apenas permitía ver. Entonces vino una bocanada de aire fuerte y uno de los palos de las velas se soltó, haciendo que girara de nuevo y me golpeara en la tripa.

Me quedé sujeta al palo mientras me retorcia de dolor y me agarraba a él. El palo había girado 180° sobre su posición y me había dejado sobre el mar, literalmente. Esto tenía mala pinta.

—¡Joder! ¡Giselle! ¡Mierda!

Intente agarrarme mejor para no resbalarme pero la lluvia no ayudaba nada, y el dolor en la tripa seguía aumentando.

En ese momento, a punto de caer al agua en medio de una de las peores tormentas que hemos tenido... Solo pude pensar en Karina. Le dije que volvería, probablemente esté allí abrazando al peluche esperando a que aparezca. Maldita sea, tengo que volver.

Intenté subirme sobre el palo pero si hacía demasiada fuerza podía partirse, y no nos podiamos permitir romper un asta.

Entonces de pronto apareció Giselle y agradecí a Dios por tener tanta suerte.

—¡¿Se puede saber que haces ahí?!

—¡Dándome una ducha! ¡¿Y tú que crees, idiota?! ¡Sácame de aquí!

Giselle giró el asta de nuevo a su sitio incial hasta que se posó en el barco y pude bajar. Caí desplomada sobre el suelo, no tenía fuerzas y me escocía el estómago. Era tanto el dolor que apenas podía levantarme.

—¡Vamos! Tienes que ir dentro —dijo Giselle gritando por la lluvia.

—Me cuesta... levantarme.

—Maldita sea Winter, vamos —pasó mi brazo por su cuello y como pudo me llevó hasta dentro.

Me acompañó como pudo hasta el camarote pero antes de entrar frené.

—Puedo yo, tranquila. Olvida lo de la cabina, ve con Ningning y encerraos... En menos de una hora habrá terminado.. Auch —me quejé.

—No, voy a por el botiquín. Si te duele tanto es por algo, Winter.

—Giselle, ve con Ningning. Voy a estar bien, estoy con Karina.

Ella resopló y asintió.

Cogí aire y abrí la puerta del camarote. Mi plan era no contarle nada, hacer como si nada y dormirme en la cama. Pero entonces al abrir la puerta ella se abalanzó a abrazarme a toda prisa y yo no pude evitar soltar un quejido de dolor sin apenas pestañear.

—¡Ayyy auch!

Karina se apartó y me miró confusa.

—¿Qué ocurre?

—Nada, nada importante... Me golpeó un asta pero estoy bien.

Fui hasta la cama y casi me tropiezo. Vamos bien, claro que sí.

—Winter... No puedes ni caminar —me dio la mano y me llevó hasta la cama—. Siéntate.

Hice caso y me senté, la tripa seguía doliéndome.

—Déjame ver...

—No es nada, Karina.

—Por favor —musitó.

Era increíble como esta chica, que estaba al borde del llanto por el pánico que le daba la lluvia, ahora se le había olvidado por completo por estar centrada en mí.

Karina me levantó la camiseta y tenia una gran marca roja en toda la tripa, era bastante notoria y se estaba empezando a tornar a lila. Probablemente terminaré con un morado enorme.

—Dios mío Winter...

—Se me pasará.

—¿Tienes algo para el dolor? —musitó.

—Esta en enfermería, hay que ir después.

—Pero tiene que dolerte, Winter.

—Puedo aguantar, no vas a salir ahí con la que esta cayendo.

Karina se quedó unos segundos pensando, hasta que habló de nuevo.

—Me has contado la historia de tu peluche y lo que dijo tu madre sobre él. Yo también tengo otra... ¿Confías en mí?

—Qué remedio ... —musité.

—Mi madre decía que habia algo infalible para curar, que con esto las cosas sanarían. ¿Quieres saber que es?

—¿Qué es? —pregunté confusa.

Entonces pasó algo que me paró el corazón por completo. Karina se inclinó y dejó un beso suave sobre mi tripa, y ella tenía razón, en ese momento hasta el peor de mis dolores dejó de preocuparme.

Sentir sus labios sobre mi piel es algo que no sabía que necesitaba, me ericé por completo. Karina se separó poco a poco y me miró a los ojos, las dos sin decir nada.

—Te dejará de doler... —musitó.

—Sí, creo que funciona.

Dahlia | winrinaKde žijí příběhy. Začni objevovat