II ; día dos.

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Receso de verano: día dos.

Isla de Creta, Grecia.



Gala sonríe ante mi sugerencia pero duda por unos instantes.

―No creo que sea lo correcto... ―murmura mientras baja la mirada y niega con la cabeza. Reprimo un suspiro y sonrío con los labios apretados, a pesar de que no es la respuesta que esperaba. Aunque, para ser honesto, no sé ni siquiera lo que esperaba. ―Lo siento si...

―No, no te preocupes. ―me apresuro a negar. Después de todo, tal vez es demasiado apresurado. Una invitación a una fiesta repleta de gente no es lo mismo que una invitación a mi habitación de hotel en la que solo estaremos nosotros dos.

Meto mis manos en mis bolsillos traseros y la miro por una fracción de segundo. La pequeña trenza despeinada que decora el costado derecho de su cabello luce demasiado adorable. Mantiene su mirada fija en el móvil que tiene entre sus manos mientras teclea algunas cosas que no llego a leer.

―¿Quieres que... te acompañe a algún lugar? ―pregunto. No me gustaría dejarla sola, a pesar de que ya no es de noche. Quiero asegurarme de que llegue a salvo a donde quiera que vaya.

―No, debo volver a mi... a donde me estoy quedando. ―niega con una sonrisa apretada. ―No te preocupes, Charles. Gracias por venir esta noche, de verdad... ―guarda su móvil en el pequeño bolso que tiene cruzado sobre el torso y me mira con atención, como intentando descifrarme. ―Sabes que te quie...

Carraspeo y niego con la cabeza interrumpiéndola antes de que pueda acabar de decir la palabra. No quiero escucharla porque me conozco y sé que no dejaré de pensar en eso en todo lo que resta del receso y, honestamente, esto no es algo que haya previsto.

―Creo que me iré. ―aviso, apretando los labios. Ella asiente y abre la boca para decir algo, sin embargo no lo hace. Tengo que morderme la punta de la lengua para no intentar ni siquiera conseguir su número. ―Adiós, Gala. ―dejo un beso en su mejilla y me alejo caminando por la orilla del mar.

Me sorprende a mí mismo la sensación rara que tengo en el pecho y hago un esfuerzo gigante para no voltear a verla. Sin embargo, una parte de mí aún espera que me llame y que se retracte de no pasar un rato más con mi compañía. 

Camino hasta el hotel que no está muy lejos de allí y suspiro cuando me echo de espaldas a la cama. No tengo ánimos ni siquiera de ponerme el pijama. Me siento raro y no sé por qué. Quizás estuvo de más la invitación a Gala, tal vez lo mal pensó o le pareció extraño. No lo sé. Solo sé que me arrepiento y que no debería haberlo hecho.

Pero no puedo cambiar el pasado. 



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mirrorball ; charles leclerc.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora