Capitulo 2 continuación

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-Pero, Concha ¿Quién es mi padre? – quise saber de una vez a la edad de doce años, me había convertido en toda una mocita y pensaba que ya iba siendo hora de que alguien me dijera la verdad, sabiendo que a La Lola nunca se lo iba a sacar.
-Ay mija, tú sabes que hay muchas habladurías por ahí, unos dicen que, de tu abuelo, pero bien te digo yo que es mentira como la copa de un pino, también se dice que eres hija de un negro congoleño que llegó en patera desde el África, pero eso son patrañas ¿Cómo van a venir a esta maldita isla desde tan lejos? Además, no hay más que mirarte a ti, tan canela fina que es tu piel, y ese color de ojos tan verde que tú tienes, mija no creo que seas hija de ese negro. Una vez se presentó aquí, hace muchos años, eras de mantos, de eso me acuerdo como si fuera ayer, un hombre blanco como la leche, elegante y con muy buen porte, era demasiado guapo para las que estábamos acostumbrados a ver por aquí, por el malecón, por la Habana, incluso por Cuba.
-Y ¿qué pasó? – quise saber impaciente.
-Preguntaba por tu madre, iba con una señora muy seria y recta que le tenía dominado. Al principio pensé que era su mujer, pero enseguida me di cuenta de que era su madre, solo por como lo regañaba. Al ver a tu madre, a ese hombre se le iluminaron los ojos, tus ojos Carolina, hablaron con La Negra y de la misma se fueron por donde habían entrado. Mi curiosidad me picó fuerte, era evidente, nunca un hombre de esas características se había dignado a entrar por aquí. Le pregunté a tu madre, y me dijo que era un señorito español que buscaba de sus servicios para que fuera él a España, y tu madre se negó en rotundo. Yo creo que ese es tu verdadero padre.
Me quedé estupefacta al escuchar la historia de Concha, mi padre podría ser un español y nunca hubiera sabido de él, si no es porque mi comadre me lo contó. No pude contener la emoción de aquel relato y se lo pregunté directamente a mi madre, días después de estar guardando el secreto.
-¡Mami! ¿Puede ser que mi padre sea español?
Mi madre paró en seco las tortitas que estaba preparando en aquel momento y se giró, mirándome directa a los ojos.
-¿De dónde tú sacaste esa idea?
-De nadie mamita, solo que a veces, cuando me miró al espejo, me veo algo diferente a ti.
-Ah sí, no me vengas con majaderías niña, esa Concha tiene la lengua muy suelta y pasas mucho tiempo con ella.
Era muy perspicaz en cuanto a ocultarle cualquier información, quién si no me hubiera dicho aquella frase de “señorito español”
-¡Está bien, mami! Me lo ha dicho mi comadre, pero ¿Qué hay de malo en que me lo digas?
-Eso depende de lo que te haya contado esa vieja.
-La verdad, mami. Que una vez, te visitó ese hombre español tan elegante que iba acompañado de su madre.
Mi madre se quedó absorta por un instante, yo creo para recordar el evento de aquel día.
-¡Bueno mami! Siéntate aquí y te cuento, creo que ya tienes edad para que te explique.
Tragué saliva, por los nervios que me entraron en aquel momento, esperando escuchar la historia de quién era mi padre. Lola cogió la cajetilla de cigarros, extrajo uno y lo prendió fuego con una de las cerrillas que estaban esparcidas por el fogón de la cocina. Expulsó el humo y me sonrió.

La Jinetera Where stories live. Discover now