Capítulo 11: Celos

1.3K 60 8
                                    


La mañana donde la familia Sánchez fue muy agradable, pero no me pasaba desapercibido que cada vez que mi mirada se topaba con la de Sandra ella me hacía un guiño y una gran sonrisa se expandía por su cara.

Thiago y yo acordamos seguir de incognito, pero supongo que ella tenía sus sospechas... creo que todos tenían sus sospechas.

—Bueno, será mejor que nos vayamos, sino a Cecil se va a preocupar —dijo Thiago poniéndose de pie, y todos haciendo lo mismo— Pero primero voy a usar el baño —habló hacia mí, y luego mirando a Sandra.

—Sí, por supuesto Élder, está en su casa —dijo ella inmediatamente.

—Te espero afuera —pude decirle antes de que se perdiera en el pasillo.

—Vamos, linda, yo te acompaño —me dijo Sandra poniendo su mano en mi espalda, le hice de la mano a los chicos, y a su esposo que ya estaba lavando los platos— ¿Ya sabes que van a hacer? —Me preguntó mientras nos dirigíamos a la puerta principal.

—¿A hacer quiénes?

—El Élder y tú.

—Vamos a ir donde Cecil... —le dije segura que él ya se lo había explicado.

—No me refiero a eso, él se va el lunes ¿o no? —mis ojos se abrieron como platos, rogaba porque se refiriera a otra cosa, y no a lo que yo estaba pensando— Sí, cariño, cualquiera se da cuenta, tú te mueves, él se mueve, y sus ojos vuelan de inmediato para verte con cada movimiento. —Respondió a una pregunta no expresada con palabras.

—Y... yo...n... no... —empecé a balbucear y mis manos a sudar.

—No te preocupes, no voy a decir nada, pero ¿qué dijo? ¿Se va a quedar? —Sólo negué con la cabeza, qué rayos estaba haciendo él que no venía a rescatarme— Mmm, eso no es bueno... ¿pero piensa regresar? —Sólo me encogí de hombros, porque sentía que si abría la boca las lágrimas iban a correr— No te preocupes, si tiene que ser, va a ser... ha pasado mucho tiempo antes de que por fin se dieran cuenta los dos de lo que sienten.

Escuché el pestillo de la puerta de su casa antes de ver a Thiago salir al jardín donde estabamos esperándolo.

—¿Lista? —dijo sonriendo, y al ver que no hacía lo mismo se formó una arruga de preocupación entre sus cejas; abrazó a Sandra— Muchas gracias por todo, estuvo delicioso, gracias por invitarnos.

—Ya sabe Élder que puede venir cuando guste —me dio una mirada rápida— ésta es su casa.

Le abracé también, pero no tan fuerte como él.

—Gracias, en serio —le dije sin especificar el por qué.

Caminamos el resto de la cuadra en silencio, pero apenas giramos la esquina, él tomó mi mano y me detuvo.

—¿Qué ocurrió? —escuché su preocupación antes que verla, agaché la cabeza y me concentré en una piedra del piso.

—Nada, sólo que ella sospecha de nosotros —le dije conteniendo el temblor de mi voz para que no salieran las lágrimas.

—¿Y eso es malo?

—No, por supuesto que no —le dije tomando valor para verle a los ojos.

Me quedaba muy poco tiempo con él como para arruinarnos el día con estupideces mías. Decidí que sería valiente ahora, aprovecharía su presencia, y luego de que ese vuelo despegue, me entregaría a la miseria y a la desolación.

Sonreí, miré a ambos lados de la calle, y vi sólo a dos niños intentando reparar una bicicleta, ni sabían que estábamos ahí, me puse de puntitas y le di un pequeño beso en los labios. Su mirada fue de "ésta conversación no ha terminado" pero no preguntó más.

A Mormon Love StoryWhere stories live. Discover now