Recorriendo los rincones de la habitación iluminada por la luz amarilla de la lámpara de noche, Jeff se obligó a no entrar en pánico. Ya había habido otros dos intentos de secuestro y cada uno había terminado de la misma manera que con Luke. Hombres estúpidos con la garganta cercenada o las entrañas esparcidas a sus pies. Porque Jeff encontraría siempre a cualquier hijo de puta que se atreviera a siquiera pensar en tocar a su niño bonito y salirse con la suya. Es por eso que Jeff había enseñado a Barcode a usar las hojas afiladas para protegerse a sí mismo en caso de necesitarlo y hacer tiempo hasta que Jeff pudiera llegar a él.

Entonces, Jeff no se iba a adelantar a los hechos sin al menos haberse asegurado que Barcode estuviera en algún lugar de la casa, pero el baño de la habitación también estaba vacío y las luces apagadas. El armario estaba despejado y el pequeño balcón, y quizás pudo haber revisado debajo de la cama, sólo para estar seguro.

Su mente estaba a punto de comenzar a correr una maratón que probablemente su corazón seguiría de cerca un segundo después, a un ritmo totalmente acelerado, cuando la dulce y suave risa de Barcode llamó su atención desde la puerta de la habitación.

Se dio la vuelta y lo vio, o más que verlo, lo bebió con la mirada. En su dorada gloria, como su propio sol dentro de su casa, solo para él. Vestido solamente con su propia piel, expuesto como un delicioso bocadillo en una bandeja de plata. Recostado contra el marco de la puerta, desnudo e iluminado en parte por la luz de noche y en parte por la luz de la luna en el cielo nocturno. Una mano en la cadera, sus dedos delgados acariciando su costado, haciendo una invitación a Jeff a que se acercara y lo tocara, lo recorriera con sus propias manos y repasara cada centímetro de ese cuerpo que Jeff ya había memorizado con los ojos y las manos.

—Buenas noches, Phi —ronroneó Barcode.

Ya habían pasado de la etapa de las formalidades, pero de vez en cuando a la pequeña mierdecilla le gustaba tentar la cordura de Jeff de ese modo. Porque se había vuelto un adicto a escucharlo llamarle así cada vez que Jeff estaba enterrado en su pequeño culo codicioso, desde que lo hicieron por primera vez. Una noche en la que Barcode lo esperó desnudo justo como ahora y se subió a su regazo, trepando por su cuerpo, rogando porque Jeff lo follara y a cambio el chico había gemido y cantado con cada embestida llamándole Phi y pidiendo más y más, como si fuera la última vez, aun si era apenas la primera.

—¿O debería decir buenos días? Phi.

Pequeño cabrón provocador.

Sonriendo con esos labios pecaminosos y esos hoyuelos tan sexys, que Jeff se vio tentado una vez en preguntarle a Bright si había una manera de hacer un título de propiedad a su nombre por esa sonrisa jodidamente hermosa.

Jeff ya estaba duro dentro de los pantalones por toda la exhibición de piel y gestos dulces, pero casi se corre ahí mismo al ver lo que había en la otra mano de Barcode y sabía que literal y figurativamente su día estaba apenas empezando.

Las esbeltas piernas de Barcode se movieron en su dirección, haciendo que sus caderas se movieran en un vaivén que no era otra cosa que ilegal, llevándolo hasta Jeff, a sólo unos centímetros el uno del otro, tan cerca que podían sentir el calor filtrándose de sus cuerpos. La mano de Barcode se movió y Jeff lo vio más de cerca. La navaja suiza con la que le había cortado la garganta a Luke hace casi dos años, la que se había convertido en el arma escogida por el mismo Barcode para llevar con él en el bolsillo y también el juguete que le gustaba usar en las noches en que se ponía travieso.

Como ahora.

Las manos de Jeff viajaron hasta la delgada cintura de su bonito y se envolvieron a su alrededor con familiaridad, mientras veía a Barcode jugar con el filo de la navaja frente a sus ojos. Sabía que no se haría daño con ella porque él mismo le había enseñado a usarla y a identificar los puntos exactos donde podía cortar sin herir demasiado y los que eran relativamente mortales con solo un pequeño corte. Más bien era una cosa de un juego entre ellos que era extremadamente excitante y Jeff estaba excitado hasta el mutismo, aunque las palabras no eran su fuerte, la lujuria a veces lo volvía totalmente silencioso.

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