-Capítulo 7: "Operación Idiotez"-

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¿Quién era él para disfrutar de esos momentos? ¿Qué había hecho de bueno?

Alma lo sacó de sus pensamientos.

—Fran, ¿vamos afuera? Voy a pedir una pizza, nadie más que Guido puede comer ese bizcochuelo —rió —. Pongamos música y nos divirtamos un poco.

—Creo que ya es un poco tarde para mi, Al.

Y no hablo precisamente de la hora.

—Anda, son las cuatro. Te prometo que te soltamos antes de las ocho.

Fran pensó en su cuarto, y lo abandonado que lo tenía desde que había empezado la escuela. ¿Hubiese sido posible esto dos meses atrás?

El joven negó con la cabeza. Ante la extraña mirada de su acompañante, esbozó una sonrisa.

—De acuerdo.

~

Canciones movidas resonaban a un volumen bastante alto. Sus compañeros bailaban y se divertían, incluyendo a Alma, quien había olvidado su problema de tobillo hacía rato.

Fran estaba sentado en un costado, observando el panorama completo con una extraña sensación en su pecho.

¿Soledad?, ¿incomodidad?

Ni él mismo lo sabía.

Todo se echará a perder pronto, no te ilusiones advertía su mente, sacando a relucir su lado pesimista.

Franco, en el fondo, sabía que su cabeza no se equivocaba. La felicidad era un estado temporal, al menos en su vida.

—Ven a bailar — le pidió Alma, con unas copas de más encima.

Él hizo un ademán en señal de negación.

¿Cómo podían estar borrachos a las seis treinta?

—Hola —era Guido, el cual se sentó a su lado. Para variar, arrastraba las palabras.

—Además de comer como animal, tomas como si no hubiera un mañana. Que por cierto si hay, ya que es miércoles y tenemos escuela —suspiró.

— ¿Escuela? —el amigo de Fran arrugó la nariz, en seguida se encogió de hombros.

— ¡Guido! —llamó Paula desde lo lejos —, ven con nosotros.

El de los anteojos sonrió y se despidió de Fran con una mirada de disculpa.

Tan fuera de lugar.

¿Qué diablos haces aquí?

—Alma —se acercó al lugar donde la había visualizado —, debo irme. ¿Estarás bien?

—Sí —afirmó con la cabeza y luego se carcajeó, haciendo ese típico sonido que hacen los borrachos cuando intentan parecer sobrios —. Felipe y yo lo tenemos todo controlado.

— ¿Y dónde está él?

Ella dudó. Después de escanear el lugar con la mirada, señaló hacia una esquina.

—Se está besando con alguien. ¿Es Lara? —Franco se encontraba incrédulo.

—Ajá —Alma le dio un trago a su bebida —. Llevan allí un rato.

Un paso adelante por parte de la chica.

Un paso adelante por parte de Fran.

— ¿Sabes? Creo que eres lindo —dijo Al, sin una pronunciación muy clara.

—Y yo creo que tú estás muy ebria.

Otro movimiento algo tambaleante por parte de ella.

Otro movimiento algo inseguro por parte de él.

Estando a unos centímetros de que sus labios se rocen, la chica bostezó.

—Lo siento —bajó la cabeza, con el rubor extendiéndose por sus mejillas.

Fran ignoró lo sucedido y volvió a donde habían quedado.

Un nuevo bostezo.

A esa altura ya se reían de la ridícula situación.

—Creo que el destino nos está diciendo algo —murmuró el ojiazul.

—Al demonio el destino.

Y así fue como Alma tomó a Fran de la nuca y unió los labios de ambos de forma rápida y brusca.

Así no es como uno se imagina su primer beso reflexionó él.

Qué más da. Carpe diem.

Sin previo aviso, Franco decidió separarse. No se abusaría de una chica borracha.

—Nos veremos mañana, ¿okey?

— ¿En serio debes marcharte ahora? —un gracioso puchero se formó en sus labios.

—Sí. Lo siento, mi madre va a matarme.

—Está bien. Hasta luego —consintió Alma, dejándose caer en el pasto de su jardín con la mirada totalmente perdida en un punto desconocido.

Al voltear dispuesto a marcharse, observó cómo su pelinegro amigo también la estaba pasando bien: bailando feliz y cercanamente con Paula.

Vaya noche.

Y, por primera vez en su vida, fue lo único que acotó su mente hasta llegar a la casa.

— ¿Franco? —farfulló su madre —, ¿qué hora crees que es? ¡Mañana tienes clases! No puedes hacerme esto todos los días.

—Fui a la casa de Alma Lécaris con unos amigos —argumentó —. Pedimos unas pizzas y la hora se nos pasó volando, perdón.

La señora Sárter suavizó la mirada y relajó la postura de sus hombros.

—Trata de que no se repita. Tus estudios son primero.

Fran se despidió con la mano y comenzó a subir peldaño tras peldaño hasta su habitación.

Luego de cerrar la puerta, se permitió el lujo de girar los ojos.

¿Cuándo sería el día en el que lo dejasen tranquilo?

Se recostó en la cama y una serie de imágenes de lo sucedido esa noche lo invadió.

La felicidad no es eterna, dura sólo un momento le advirtió su mente por segunda vez en la jornada.

Aunque a Fran no le importaba...

Deseaba dejarse llevar por la ilusión sin importarle las consecuencias.

Quería ser Ícaro, y volar muy cerca del sol, sin que las quemaduras lo afectasen.

Deseaba con todo su ser mirar de nuevo la sonrisa de Alma, aquella que podría haber evitado la extinción de Constantinopla, y traer nuevamente a la vida a Cleopatra; esa sonrisa que era envidiada incluso por los actores de los comerciales de crema dental; esa sonrisa que deseara que fuera sólo para él.

La dependencia que había adquirido de sus nuevos amigos lo asustaba.

No era bueno encariñarse rápido. Esas partidas eran las que más dolían.

No obstante, Fran no tenía modo de saber el futuro, y si lo supiera tampoco cambiaría nada.

Podrían sucederle muchas cosas y lo mismo nunca se arrepentiría de haber conocido a Alma.

Aunque, quizá, debería.


Palabra que proviene del latín y cuyo significado es "disfruta el momento".

Personaje de la historia "Dédalo e Ícaro", presente en el libro número VIII de "Las Metamorfosis" del poeta romano Ovidio.  

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GLOSARIO

(1) Carpe Diem: palabra de origen latino que significa "disfruta el momento".

(2) Ícaro: Personaje de la historia "Dédalo e Ícaro", presente en el libro número VIII de "Las Metamorfosis" del poeta romano Ovidio.  


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