Me encontraba frente al espejo, una vez más. Nervioso, ensayando mi sonrisa. ¿Corbata de lunares o lisa? ¿Pajarita, tal vez? Mi habitación me traía unos recuerdos terribles, pero por alguna razón, todavía me transmitía sosiego; era el lugar en el que más seguro me sentía, donde podía sentirme en comunión conmigo mismo. La luz que entraba a través de la ventana me recordaba qué día era hoy, y lo hacía mostrando todo su esplendor, iluminando los colores de cada una de las flores del jardín, como si insistiera en decirme que la vida estaba llena de emociones hermosas y cosas por las que merecía la pena vivir.
La espera había llegado casi a su fin. Mi prometida estaba ansiosa por tenerme entre sus brazos y darme ese beso con el que muchos sueñan. He pasado mis últimas cuarenta y ocho horas entre estas paredes sin saber cómo enfrentarme a este segundo matrimonio, sin saber qué me aguarda tras semejante enlace. Lo que sí sabía era que, después de este, no habría ninguno más. ¡Por supuesto que no!
—Vale, pajarita. —Asentí con la cabeza mientras pensaba en voz alta.
Me hará parecer un presentador de televisión en una gala, pero ¡qué más da! Así tendrían un recuerdo inolvidable de mi aspecto en este día tan señalado. Si tengo que compararlo con la primera vez que me casé, en una ceremonia en la que todo tuvo que ser «perfecto» por requisito de la familia de mi exmujer, en esta trataría de ser yo mismo quien llevara las riendas. No hay que olvidar que estos momentos solo deberían suceder una vez en la vida. Si todo sale bien, claro.
La ropa, planchada y colocada sobre la cama, esperaba el momento en que me embutiera en ella. Debía apresurarme, tan solo faltaban cuarenta y ocho minutos. Me asomé, una última vez, a la ventana para ver el altar del jardín, adornado con numerosas coronas y elementos decorativos con un profundo significado hacia mi nueva prometida. Las enredaderas que jugueteaban para recorrer la marquesina hizo que me diera cuenta de algo...
Salí de mi ensimismamiento, seguí mirando por la ventana. La luz que se colaba por los barrotes tenía una tonalidad algo amarillenta, parecía como si el sol se filtrara por unas nubes cargadas de orina. Aquella iluminación otorgaba a todo un aspecto casi vetusto, como una escena nostálgica de color sepia que convertía el patio de la prisión estatal en una postal vacacional de muy mal gusto. Llevaba en este lugar el tiempo suficiente como para conocer cada rincón de aquel sitio. Cuarenta y ocho clavos necesitó el carpintero para rematar aquella marquesina que se veía por la ventana. Parecía un arco que daba acceso a una de las entradas al recinto donde me esperaba mi prometida. Aunque estaba algo alejado, podía distinguirlos a la perfección por su brillo cuando el sol rebotaba en ellos. Eran cuarenta y ocho, ni uno más, ni uno menos. Ese número maldito me acompañaba a todas horas en los últimos días. ¿Acaso el universo intentaba mandarme alguna señal importante?
Regresé a la cama y me senté con los brazos apoyados en el colchón. No me apetecía descansar, aunque sí recordar las razones que me habían llevado a este punto. Haría como aquel carpintero, solo que, en lugar de clavar clavos, trataría de arrancarlos de mi corazón antes de que fuera demasiado tarde; y aunque supusiera terminar desangrado. Total, ¿acaso quedaba algún resquicio de mi alma?
Era verano, vacaciones. Mi hijo había nacido después de numerosos intentos para que mi mujer quedara embarazada. No fue un proceso sencillo, más bien, fue una etapa de la que guardo malos recuerdos. Aprovechando un permiso en el trabajo, quise dar una sorpresa a mi madre, el único familiar de mi pasado que seguía con vida, y a quien llevaba años sin poder ver.
—Cariño, ¿llevamos todo? —Mi mujer, Vivian, revisaba las maletas que había sobre la baca del coche.
—Eso espero, no me veo viniendo de vuelta a por el cargador del teléfono.
Yo estaba asegurando el cinturón de la silla a contramarcha de mi hijo, Adam Jr. Decían que aquel elemento tenía una alta probabilidad de salvarle la vida en caso de accidente o negligencia, ¡nada de escatimar en seguridad!

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Luces Fuera
General FictionAdam reflexiona sobre los motivos que le han llevado a celebrar un segundo enlace matrimonial que, además, será el último. ¡#10 FINALISTA EN LA ANTOLOGÍA DEL RETO "RELATO 48H" DE EX-LIBRIC!