1
El final
En el asfalto, los ecos de los disparos retumban como un tormento constante. Cada estallido resuena cada vez más cerca. Mis piernas debilitadas apenas logran sostenerme. El hedor de la sangre y la piel quemada impregna el aire, mientras mi propio pulso se mezcla con el palpitar de la desesperación.
El mundo a mi alrededor comienza a ponerse borroso y a tambalearse, sé que no falta mucho para que termine sucumbiendo a la oscuridad. Los zombis avanzan desde las sombras, sus gemidos guturales llenan el ambiente.
La esperanza de sobrevivir es un destello lejano y la idea de la muerte, ya sea a mano de los no muertos o de aquellos que desean matarme, arrasa conmigo como un torbellino.
Siento que voy a caer, mi cuerpo se tambalea y se precipita contra el suelo. Entonces una fuerza en torno a mi brazo me jala hacia un costado, evitando que me desmorone. De repente, una voz ruge a través del aturdimiento en mi cabeza:
—¡Corre, tenemos que salir de aquí! ¡Vamos!
Me paralizo por un instante. ¿Acaso es una alucinación provocaba por el golpe en mi cabeza? ¿Una última visión cruel de mis deseos de sobrevivir?
Mis ojos se encuentran con los de mi captor y de inmediato sé que no es una ilusión. Reconozco la misma mirada profunda de la noche anterior y sé quién es a pesar de que se cubre el rostro: Asare Raegan, el inspector.
Sin tiempo para cuestionar o comprender, él me apremia y se esfuerza por ayudarme a avanzar. El dolor me consume, pero siento mi cuerpo responder a esa pequeña luz de esperanza.
Asare se da la vuelta para disparar a los zombis con un arma de plasma, dándose cuenta de que casi nos pisan los talones.
—Mierda, son demasiados —maldice por lo bajo.
Me obliga a pasar mi brazo sobre sus hombros y caminar lo más rápido que podemos. Llegamos a un callejón sin salida, en donde nos ocultamos un instante, jadeando por falta de aliento. Asare se agacha sobre la herida de mi pierna y la revisa.
—Es profunda, no puedo tratarla aquí —murmura.
Sin esperar más, saca un pedazo de tela y venda mi pantorrilla. Grito al contacto de la tela con la piel quemada, pero él termina pronto y vuelve a pararse, con resolución en los ojos.
—Hay una salida —me indica—. No está lejos de aquí, si llegamos ahí puede que no terminemos muertos. Sé que te duele, pero necesito que colabores un poco más si queremos sobrevivir a esto, ¿de acuerdo?
Sus palabras llegan lejanas a través del mareo de mi cabeza, pero asiento al comprenderlas, sintiendo la adrenalina y el miedo latentes en mi cuerpo.
—Apóyate en mí —me ordena sin dejar de mirar hacia los lados con premura.
Antes de hacerlo, saco la pistola de plasma de la mochila y juntos salimos del callejón, empezando a disparar a los zombis de enfrente y de atrás.
—¡A una cuadra hay una entrada al alcantarillado! ¡Tenemos que llegar hasta ahí! —grita él a través del ruido.
Sin embargo, son demasiados. No importa cuantos derribemos, se amontonan unos sobre otros y aparecen desde cada rincón. Se acercan a nosotros con su piel desgarrada, su paso es torpe y tambaleante, pero rápido. En sus rostros distorsionados percibo el hambre y la sed por la carne humana.
Hemos avanzado ya un buen trecho cuando Asare se agacha de repente. Yo sigo disparando mientras que él, con una palanca, empieza a levantar la tapa de metal del suelo.
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Espiral de la muerte | #ONC 2023
Science Fiction✨Dentro de los 7 ganadores del ONC 2023 y también ganador a Mejor Portada✨ El viento susurra en Calihan. En los altos edificios abandonados se forma una espiral, recorre la sombra de lo que era una ciudad, viaja por las pútridas calles y entonces lo...