Capítulo IX: Sin escape

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Atrapado

Después de caminar sin descanso por las alcantarillas y las calles de la Zona Penumbra, mis piernas temblaban de fatiga. No había logrado llegar al Arca 06 de la Zona Hoguera y tuve que improvisar sobre la marcha para refugiarme en una estrecha oficina dentro de una de las tiendas departamentales de la Penumbra. Ahí el hedor nauseabundo del lugar se mezclaba con la humedad pegajosa que adhería mi ropa a la piel, no había encontrado muchos suministros en la zona, así que me había resignado a dormir con poco o casi nada en el estómago.

A pesar de todas las medidas de seguridad que implementé para fortificar la puerta de entrada, no podía evitar despertar de tanto en tanto para asegurarme de que todo seguía en orden. La inquietud que sentía se debía principalmente a los crujidos y chirridos que se reproducían a solo unos metros de mi escondite. De vez en cuando escuchaba un murmullo lejano, después un caminar lento y tambaleante que se intensificaba, los pasos se deslizaban sobre el suelo y por un escalofriante segundo apostaba a que se detenían justo frente a la puerta de mi escondite. Como si supieran que del otro lado me encontraba yo conteniendo la respiración.

No obstante, llegaron momentos en que dejé de escuchar los ruidos y me obligué a pensar que al final solo habían estado de paso y ya se habían ido. Tal vez solo era mi mente jugándome trucos por el cansancio, pero justo una hora antes de volver a partir en la madrugada, escuché algo que me dejó perplejo.

—No lo encuentro.

La voz era tan tenue que pasaba con dificultad a través de los muros del cuarto. No podía arriesgarme a que fuera alguien peligroso, así que me concentré en permanecer inmóvil y agudicé el oído.

—¡Claro que busqué en la zona entera! —exclamó, enfadado. Parecía estar hablando por un intercomunicador con otra persona—. Pero no es fácil cuando unos putos zombis te pisan los talones toda la noche. Sabes cómo se descontrolan cuando el sol ya no los retiene.

¿Esa persona sería otro recuperador? ¿Estaría buscando algo por la zona? ¿O sería un bandido de Calihan? Dejé de lado las conjeturas, no importaba quien fuera, lo mejor sería no tener un enfrentamiento directo; esperaría a que se fuera. Seguí escuchando atentamente.

—¿El otro objetivo? —continuó—. Ah, te refieres a la chica. Sí, la encontré hace unos días cerca de la Hoguera, se nos había escapado, pero esas criaturas hicieron nuestro trabajo. No tuve que hacer mucho, un tiro en la cabeza y dejó de moverse. No iba a hablar si ya estaba convertida, pero decidí ser piadoso y acabar con su sufrimiento. Si la hubieras visto en ese estado, tú también habrías hecho lo mismo, tenía deformada la cara. En fin, lo importante es que ya solo queda uno por silenciar.

La revelación golpeó como un puño en el estómago. No era un recuperador ni un bandido. No podía creer lo que había escuchado. ¿Era acaso un cazarrecompensas? ¿Acaso mataban en Calihan debido a que no había ley que regulara eso? Nada tenía sentido. Y parecía que buscaban a alguien más.

Sentí que mi cuerpo ardía de rabia. Aquello solo volvía a recordarme lo despreciable de la naturaleza humana, que buscaba deshacerse no de los zombis que amenazaban nuestra existencia, sino de personas vivas.

—Daré otra vuelta —siguió la voz—, no debe haber ido muy lejos si se deshizo del rastreador hace solo unas horas. De hecho, me sorprende que se haya dado cuenta de que lo tenía...

Bip, bip, bip. El sonido repentino en mi audífono me hizo sobresaltar, golpeando involuntariamente la puerta de metal detrás de mí.

«Mierda».

Revisé el dispositivo de mi muñeca, esperando que el hombre se hubiera alejado lo suficiente como para no haber escuchado eso. Contesté la llamada con los sentidos puestos en lo que escuchaba fuera del cuarto.

Espiral de la muerte | #ONC 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora