La tienda de campaña

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Si Will esperaba ver a Hannibal en traje, haciendo caso omiso de su recomendación, se había equivocado. Hannibal le sonreía en el coche lo más deportivo que Will - y nadie - le ha visto nunca.
Por supuesto no le va a decir a Will que lo ha comprado todo en el último momento, y que el pantalón le está picando de tal forma que está deseando rascarse. Todo sea por Will y ganar la apuesta.

- ¿Dónde vamos?

- ¿Ve ese camino de allí? Sigalo - le dice Will.

- ¿Ese camino de cabras? Si pretende asustarme no lo conseguirá, Will.

- Deberíamos tutearnos, Hannibal. Va a ser un fin de semana muy largo, lo veo venir... - Will se rasca la frente, esperando lo peor.

- Bien, Will. Guíame.

Las indicaciones de Will los llevan por ese camino terciario que nadie transita - Hannibal lo sabe por el Estado tan horrible en el que se encuentra - durante más de media hora. No han salido del coche y Hannibal está harto ya, ni asfalto tiene esto, y duda mucho que haya cobertura. Si algún día desea desaparecer, solo tiene que venir a este lugar perdido de la civilización y traer un manual de supervivencia.

- ¿Qué te parece montar la tienda de campaña? - le dice Will.

Hannibal se gira, pero parece que Will se lo está diciendo a él. No ha montado una en su vida, pero vaya, viendo lo que hay en el suelo no debe de tratarse más que de clavarla al suelo.

Error. Está arrodillado separando las diferentes piezas por tamaño, y su cabeza está apunto de colapsar.

Will le observa sentado, muy divertido, en una de las sillas de plástico que ha traído. Al menos habrá sillas, piensa Hannibal, de esas que se te clavan en el alma pero bueno, sillas al fin y al cabo.

- Hannibal, dos horas es mi apuesta. En dos horas como máximo me estás suplicando irnos de aquí - ríe Will.

- En dos horas quizá el que supliques seas tú - le responde.

- ¿Por qué motivo?

- Veremos.

Hannibal extiende la parte inferior en el suelo y la clava a martillazo limpio. Pues oye, esto no parece tan difícil. Will no le quita ojo, y no se está dando cuenta de que se queda embobado mirando esos brazos fuertes golpear el suelo. Pero Hannibal sí.
Con más razón va a seguir montando esta basura que ni pies ni cabeza tiene. ¿Quién fue el loco que inventó esto, para dormir fuera? Porque loco estaba, y más loco todavía quién le gustaban estas cosas.

- Puedes usar tu palabra de Seguridad, Hannibal.

- No... - martillazo- ... voy a.... usar... nada.

- Orgulloso. La estás montando mal.

- Está perfectamente. Lo dices para que use la palabra de Seguridad que ni sé cuál es.

- Es "ayúdame, Will".

- Pues no me vas a ayudar, aunque tenga que estar todo el día con esto. La tienda la voy a montar sí o sí, Will Graham.

Will se abre una lata de cerveza y Hannibal está sudando la gota gorda, se ha quitado la chaqueta con cremallera y dejado solo una camiseta de manga larga. Bufa, mira la estructura montada, y vuelve a bufar. Esto es un asco.

- Palabra de Seguridad, Hannibal.

- No.

Tres horas más tarde - lo normal son 20 minutos - la tienda de campaña está de pie, montada, y Hannibal sonríe abiertamente con las manos apoyadas en su cadera. Orgulloso es poco.

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