Muchas veces, sobre todo cuando era una adolescente, Maya había disfrutado de estar desnuda fuera de su recamara, ya que por alguna razón se sentía menos asfixiada quitándose la ropa al borde de la naturaleza, así que, recreando sus momentos de juventud, la pelinegra disfrutó de lo que en el pasado la hacía sentirse con más libertad; quitarse la ropa al aire libre.

La morena se agachó para quitarse los pantalones justo en el momento en que un par de sandalias, las cuales había aventado Jenna con intención de que el perro fuese por ellas, salieron volando por encima de su cabeza.

Gruñendo internamente al ver que Kevin no seguía las sandalias que había tirado fuera de la habitación por la puerta corrediza que daba a una terraza, Jenna rodó los ojos y después frunció el ceño; ella no recordaba haber abierto aquella puerta, sin embargo, le restó importancia y volvió su atención a la bola de pelos que seguía ladrándole sin parar.

—Vete. Déjame tomar una toalla –Suplicó –¡Vete, vete!

La morena salió de la tina y tomó el secador para el Ortega entre sus manos para después conectarla y apuntar hacia el perro luego de encenderla.

—Sí. Eso es —Sonrió con malicia –¿Qué tal? –Aumentó la intensidad de la pistola –¿Qué te parece? –El perro dejó de ladrar y comenzó a dar vueltas –Toma eso. Sí –Río –¿Te gusta?

Su sonrisa se borró al instante en el que notó que en realidad el perro si estaba disfrutando del aire que desprendía de la pistola.

—Genial, en verdad te gusta.

Frustrada, y sin saber qué hacer con Kevin, la morena apagó la pistola y la dejó cerca del lavabo para después sentarse en el borde de la tina y mirar con desprecio al perro.

—Eres un horrible y minúsculo ser –Le dijo –Necesito una toalla y lo único que sabes hacer es estorbar. Está bien, entiendo que me odies; pero puedes superarlo –El perro ladró –Sí, sí, yo también estaría molesta si me dieran como alimento de águila, pero tienes que entender que mi teléfono es más importante.

Una idea pasó por la mente de Jenna mientras le explicaba al perro porque su teléfono era más importante que su robusto cuerpo blanco, entonces se levantó rápido de la tina y se acercó cautelosamente a Kevin, quien yacía acostado en una alfombra.

—Hey, ¿te sientes cómodo? –Preguntó mientras se agachaba –¿Sí? Shhhh, shhh, tranquilo, no voy a hacerte nada –Trató de tranquilizarlo al ver que Kevin se había levantado un poco –Sólo voy a tomar un pedazo de la alfombra —Susurró – Y con toda la fuerza que pudo, jaló la alfombra con todo y el perro encima, y la movió de lugar para que esta vez ella quedase cerca de la puerta; entonces, salió del baño y cerró con rapidez dejando a Kevin encerrado y muy lejos de ella.

Después de aquella acción, todo lo demás pasó con demasiada rapidez. Festejando internamente por haberse librado del perro, la morena se dio la vuelta sin percatarse que un cuerpo estaba lo suficientemente cerca de ella, mismo cuerpo que le pertenecía a Maya, quien estaba distraía hasta que sintió el cuerpo de la morena chocar contra el suyo, ocasionando que reaccionara con torpeza sin saber exactamente lo que estaba sucediendo y entonces se cayera al suelo con todo y el cuerpo de la morena encima de ella.

—¡Dios mío! –Gritó Maya.

— ¿Q—qué haces desnuda? –Le preguntó la castaña tratando de levantarse.

—¿Por qué estás mojada? –Cuestionó Maya poniéndose de pie después de que la castaña se quitase de encima suyo.

—¡No me mires! –Gritó la castaña acercándose con rapidez hacia la cama para tratar de cubrirse y que la morena no pudiese ver su cuerpo.

—¿Por qué rayos estás mojada? –Volvió a preguntar.

—¿Por qué estás desnuda? –Contraatacó Jenna –¡No me mires! –Volvió a gritar al ver que los ojos de la pelinegra se posaban por unos segundos en su cuerpo.

—¡Lo siento, lo siento!

—¡Estás enseñando todo! ¡Tápate, por el amor de Dios! –Le gritó a Maya, quien estaba algo aturdida por todo lo que estaba sucediendo en la habitación.

Con las manos temblorosas, Maya tomó una toalla del armario y se la colocó en el cuerpo, al mismo tiempo en que la castaña tomaba la toalla que ella había dejado hace unos minutos atrás encima de la cama y se cubría con torpeza.

—¡Explícate, por favor! –Exigió la ojimarrón.

—¿Qué me explique?

—¡Sí, explícate!

—Estaba afuera –Señaló la terraza.

—¿No me oíste? ¡Estaba en el baño!

—No, no –Negó –Estaba oyendo música –Se tocó los oídos –¿Qué haces aquí en la casa de todos modos? Estabas con mi madre y mi abuela, no se supone que estarías aquí, ni que caerías sobre mí –Habló rápidamente.

—No me caí encima a propósito –Se defendió la castaña –Tu perro me estaba atacando ¡Tuve que huir y me topé contigo! –Explicó.

—¿Qué te traes con el perro?

—Nada, olvídalo –Gruñó –Vete, vete –La corrió –Metete a bañar, apestas.

—Está bien –Levantó las manos en rendición y se dio la media vuelta –Jesús, esta mujer está completamente loca –Masculló.

—¡Te oí!

—Tienes un lindo tatuaje, por cierto –Respondió la morena mientras abría la puerta.

—¡Te dije que no mirarás!

Maya volteó a ver a la castaña en busca de una explicación cuando vio como Kevin salía corriendo del baño y después desaparecía por la terraza.

—¿Ves? ¿Lo viste? –Señaló el lugar por donde había salido el perro de la familia de la morena –¡Te lo dije!

—Jesús, qué miedo. Apenas logré escapar con vida –Dijo con sarcasmo –¿Viste el tamaño de sus dientes? –La morena le lanzó una mirada asesina y ella le sonrió de manera traviesa antes de meterse y cerrar la puerta del baño.

—¡Eres insoportable! –Le gritó.

—¡Ponte algo de ropa! –Respondió la pelinegra.

En la mente de la castaña aparecieron muchas formas de tortura que podía implementar en contra de la morena. Sin embargo, todas sus ideas desaparecieron por completo al momento en que su propia mente la traicionó e imágenes del cuerpo desnudo de Maya inundaron su cabeza.

 Sin embargo, todas sus ideas desaparecieron por completo al momento en que su propia mente la traicionó e imágenes del cuerpo desnudo de Maya inundaron su cabeza

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𝙇𝘼 𝙋𝙍𝙊𝙋𝙐𝙀𝙎𝙏𝘼 [JENNA ORTEGA]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें