XVII

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Decirle adiós a un ser querido

—Durante mucho tiempo, mi hermano no tuvo una razón que lo mantuviera en pie. Lo único que tenía se lo arrebataron frente a él. Me sorprendió cuando volví a verlo y parecía haber encontrado algo por lo que seguir luchando. Sé que él jamás se arrepintió por lo que hizo y jamás dudo ni un segundo en defender a los que más quiso. Joel siempre fue un buen hombre, aunque incomprendido. Nosotros jamás creímos en nada, pero rezo porque esté bien, acompañado y contento por todo lo que consiguió. No tuve el tiempo suficiente para agradecérselo.

Para Lia, los últimos días habían sido grises, sin emoción, sin risas, sin chistes.

Cada vez que cerraba los ojos al dormir, no podía evitar ver el rostro de Joel, con sus arrugas alrededor de los ojos y sus pequeñas sonrisas. Y luego lo veía todo ensangrentado.

Por consecuente, también recordaba a sus padres. Ella no los había visto al morir, pero se los imaginaba tal y como había visto a Joel.

Y allí estaba, frente a la lápida del hombre que le había enseñado a tocar la guitarra, en silencio.

Ellie estaba arrodillada frente a él, mirando el nombre tallado en la piedra.

Dina estaba junto a ella, demostrándole su apoyo.

Lia estaba unos pasos más atrás.

Cuando Ellie se puso en pie, las dos chicas la miraron como si estuviese a punto de romperse. Pero Ellie se irguió y cuando habló, no parecía ser la misma chica que habían encontrado días atrás, destruida en un sótano.

Era la Ellie amigable, que bromeaba en voz baja para que solo sus amigos la escucharan. Era la Ellie que te acompañaba en las patrullas si se lo pedías. Era la Ellie, hija, compañera y razón de ser de Joel.

—Quiero pasar por su casa antes de irnos.

—Bien —le respondió Dina.

La entrada de la casa se encontraba repleta de flores. Cada ramo traía pequeñas notas por parte de los pobladores de Jackson.

Joel había sido muy amado y sería siempre recordado.

Dina entró junto a Ellie y Lia, pero se quedó en la sala, observando algunos libros sobre una mesita a un lado del sofá.

Ellie fue directo al segundo piso.

Lia no había pasado mucho tiempo dentro de la casa de Joel, más sí en el porche —en dónde le enseñaba a tocar la guitarra—, por lo que se tomó el tiempo de observar todo con cuidado.

Se aseguró de recordar cada espacio de ese lugar, que se veía tan calmo. Cuando ingresó a la cocina, notó el olor a café. Recordó que Joel amaba tomarlo. Incluso él solía llevar el aroma impregnado en sus prendas.

Le llamó la atención una hermosa taza, al borde de la barra. Tenía el dibujo de un búho, lleno de texturas.

Tenía restos de café en el fondo.

Lia la dejó en su lugar, dándose cuenta de que Joel había usado la taza esa mañana.

Fue hacia la sala, en dónde Dina seguía observando algunos libros, cuando la puerta de entrada se abrió.

—María —la saludó Lia.

Dina se acercó sorprendida.

María caminó hacia el comedor, hacia la mesa, y se sostuvo de ésta antes de hablarles.

Traía un papel entre manos.

—Tengo que decirles algo, ¿Ellie está aquí?

—Está arriba —le respondió Dina—. ¡Ellie! ¿Puedes bajar?

A whistle in the wind | Ellie Williams (tlou)Where stories live. Discover now