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Elixires
Incluso antes del estallido, Kurson era conocida como la ciudad de los vicios. Era frontera con Calihan y de ahí provenían los llamados "elixires", tan codiciados como peligrosos. Inundaban cada rincón del Estado, desde la afamada bebida psicodélica Paragon, hasta otras sustancias aún más oscuras y adictivas.
Mi padre solía decirme que Kurson era la ciudad que se embriagaba con su propia codicia. Cobraba vida al anochecer y nunca había regulación en las calles. Los drones que pertenecían a la policía en realidad solo rondaban la ciudad más por protocolo que por representar un símbolo de seguridad.
Kurson probablemente fue una de las ciudades que más se benefició con el estallido. A sus suburbios llegaron los damnificados de Calihan, lo que avivó el fuego y sirvió para que se reactivara la producción en sus fábricas. La ciudad se convirtió en el epicentro del turbulento comercio de elixires en todo el Estado, sin nada ni nadie que pudiera controlar el desenfrenado crecimiento.
Solo deseaba poder deshacerme de las deudas que nos mantenían encadenados a Kurson. Hacía más de dos meses que no tenía noticias de mi padre, lo habíamos reportado como desaparecido, pero nadie se había molestado en buscarlo. Cada día me hundía en desesperación y los recaudadores ya se habían comunicado conmigo para indicarme que en ausencia de mi padre la deuda pasaba a mi nombre. No sabía qué hacer.
—¿Cuándo es el plazo límite?
La pregunta flotó en mi mente por largos segundos. Entrecerré los ojos y llevé el nebulizador a mi boca para darle una larga calada. Expulsé el aire y contemplé los vibrantes ojos verdes de Erylis; la preocupación plasmada en ellos era como una daga atravesada.
—En quince días —solté, desviando la mirada de sus ojos.
—¡Quince días! —repitió ella—. Son como 300 mil nuvos, ¡es imposible! ¿No les explicaste lo que sucedió? ¿No les dijiste sobre...?
—Eso es lo que me dieron —corté antes de que pudiera mencionarlo. Era bastante claro para mí que mi padre no volvería a aparecer.
—Maleck... ni en seis meses trabajando turnos enteros se lograría conseguir esa cantidad. Debe haber alguna forma de hacerles entender. Debe...
No tenía que verla para saber que una de sus manos se había dirigido a su frente en signo de frustración. La conocía muy bien. Ambos éramos de Calihan y de pequeños solíamos jugar todo el tiempo. Era mi mejor amiga.
Al estallido no volví a verla, creí que había muerto. Hasta que un día en Kurson entré a un bar y reconocí su silueta de inmediato; su cabello castaño recogido en una cola alta, las pecas salpicadas sobre su tersa piel y esos ojos verdes tan penetrantes como hermosos. Estaba detrás de la barra, preparando unos cocteles y cuando me reconoció casi soltó la botella. Corrió a abrazarme con los ojos llorosos y no dudé en sujetarla con fuerza.
Después nos pusimos al día. La experiencia en Calihan había sido similar para ambos, pero ella no había logrado salir con toda su familia como yo, la expresión que puso cuando pregunté sobre sus padres fue más que suficiente para saberlo, así que no pregunté más. El reloj marcó las dos de la madrugada y me pidió que la acompañara al lugar donde vivía, un pequeño cuarto no muy lejos del bar. Ahí nos recibió su abuela y ella me sonrió con ternura. Me despedí de Erylis y desde ese encuentro el único bar al que asistía era donde ella trabajaba.
—No hay más opciones —la interrumpí—. No conseguiré esa cantidad en quince días y lo saben. Tendré que resignarme a hacerme otro préstamo —resoplé.
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Espiral de la muerte | #ONC 2023
Science Fiction✨Dentro de los 7 ganadores del ONC 2023 y también ganador a Mejor Portada✨ El viento susurra en Calihan. En los altos edificios abandonados se forma una espiral, recorre la sombra de lo que era una ciudad, viaja por las pútridas calles y entonces lo...