"La fuente del conocimiento siempre fui yo, y la ignorancia de los simples mortales siempre fue la verdadera maldición que ustedes tanto llamaron bendición".
—¡¿Volverás a hacerlo?! —gritaba con furia el sacerdote encargado de ejecutar el castigo.
—¡No! ¡Lo prometo! —contestó el monaguillo rubio, con lágrimas saladas que ardían al caer sobre sus heridas.
La crueldad del látigo resonaba al ser golpeado contra la espalda del inocente muchacho por el sacerdote a su cargo, sin razón alguna para detenerse, de forma inútil pensando que estaba haciendo lo correcto.
—¡¿Qué prometes, infame pecador?!
—¡Prometo no volver a leer libros de ciencias, lo juro, por favor, pare! —gritaba con claro sufrimiento en su voz. Los latigazos en su espalda comenzaban a doler aún más por la humedad que su propia sangre otorgaba.
El chico estaba a punto de desmayarse cuando su castigo cesó. El mismo sacerdote con lágrimas de arrepentimiento en sus ojos, se dio la vuelta y se fue, dejando al rubio a punto de colapsar, a su suerte.
Con el cuerpo temblando y las heridas ardiendo sin piedad, caminó hasta el pozo de agua, limpió sus ardientes heridas sin hacerle caso al dolor que le golpeaba de solo moverse y sin considerar las consecuencias que ello podría traer. El muchacho terminó desplomándose con fuerza contra el piso calentado por el sol abrasador debido a la pérdida de sangre y el estrés que había experimentado su cuerpo; no obstante, aún en esa condición deplorable fue ignorado por todos los que no querían sufrir.
«Aquel que ayude al pecador en su penitencia, será quien lo acompañe en su castigo»
Era lo que decían algunos de los tantos mandatos que la sagrada Biblia tenía para ellos, pues un pecador tenía que curarse sólo después de su castigo como muestra de redención hacia su dios, aunque más que dios, era su iglesia.
Pero como siempre, el rubio de nombre Jimin, siempre tenía un corazón enorme, lo bastante grande como para no tomar resentimiento por las necedades que según le hicieron creer estaban bien; de cualquier manera, muchas personas con un poco de "pecado" podían ser capaces de ver lo tonto que el chico estaba siendo al permitir tales castigos brutales que se le aplicaban por cosas tan banales que la iglesia consideraba como herejía y atrocidad.
A pesar de la gente cercana que se compadecía de él por permitir tan increíbles abusos, el fiel creyente no podía ceder a defenderse, porque la fuerza de sus creencias lo tenía atado sin escapatoria alguna.
Muchas personas lo llamaron inocente, tonto e incluso débil, pero de nuevo, los altos mandos de la iglesia le convencían de que él no era nada de eso, que él era una persona de luz y armonía, tan preciosa que estaba llena de pureza.
Aunque algo habría de pasar para deshacer tal creencia.
Esa misma tarde, cuando sus labios se partían por la resequedad y la deshidratación, despertó de golpe siendo encandilado por la chillona luz del sol. Se levantó lentamente del piso, había estado boca abajo y por lo tanto su cara, torso y pantalones estaban llenos de paja, con algunas piedras pequeñas y algo de polvo. Fastidiado por la suciedad, tomó un poco de agua en un balde y se limpió la cara con tranquilidad.
Fue entonces cuando cayó en cuenta que las heridas por las que había sufrido, ahora mismo estaban cauterizadas.
"Alguien con una increíble piedad y valentía me ayudó" pensó asombrado, su inocente corazón latió de agradecimiento y regocijo, cosa que había dejado de pasar al menos desde hace un buen tiempo.
Con fatiga en su cuerpo y gracia en su corazón, Jimin volvió a su pequeña e insípida habitación digna de un seminarista en formación.
Paredes grises y apagadas, con un aspecto desgastado, únicamente decoradas con una simplona cruz representante de su salvador eran lo que componían aquella habitación, también estaba la única pequeña ventana en tal cuarto, que siempre permanecía cerrada al no tener mecanismo de ventilación, y la cama vieja e incómoda con resortes salidos, era todo lo que el seminarista tenía, aunque tristemente, en realidad no podía decir que algo de ahí fuera de su posesión.

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Santificado sea Satanás | Kookmin O.S
Fanfiction-¿Entonces qué eres tú? ¿Un demonio? -preguntó recobrando la compostura y poniéndose de pie, dejando al contrario aún de cuclillas. -No soy un demonio, bueno, en términos que puedas entender, soy un ángel a cargo de los demonios -respondió poniéndos...