Amar es morir

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Se lanzó en una voltereta sobre el suelo para esquivar el golpe del enorme escudo. Aprovechó la inercia para levantarse, dar media vuelta y disparar. Demasiado lenta para un Principado. El enorme escudo, negro bordado de dorado, ya estaba en posición, bloqueando sin problema alguno la rápida secuencia de tres disparos de la Desert Eagle.

Sólo le quedaba un cargador. Maldito Metatrón. Podía simplemente permitir que el arma se recargara por sí misma, pero no, tenía que hacerle las cosas lo más difíciles posible. Necesitaba tomar distancia para recargar y volver a disparar, pero si se alejaba demasiado, el maldito fugitivo simplemente emprendería el vuelo y ella jamás podría alcanzarlo.

Su chakram refulgía en su izquierda, silbando en el aire mientras ella lanzaba un tajo tras otro... que siempre terminaba estrellándose en el escudo. En su universo, los Principados adoptaban la forma de enormes armaduras vacías de color blanco con dorado, casi indestructibles. Aquí, Debriel podía verla como una figura humanoide luminosa con ocho alas, cada una con ocho ojos de llamas, sosteniendo el gran escudo redondo con una letra Omega resaltada en dorado.

Sin embargo, no era lo que parecía, el verdadero ángel era el escudo y la figura luminosa era solamente una marioneta que aquel utilizaba para transportarse y moverse. Según había aprendido, en este universo, los Principados eran, literalmente, el escudo que las Dominaciones utilizaban para ir a la guerra.

Aun así, la naturaleza luminosa de la marioneta los hacía demasiado rápidos no solo para el ojo humano, sino también para los sentidos de ángeles y demonios. Era por ello que tenía que seguir pegada a él, golpeando, disparando, tratando de destruir al cuerpo de luz detrás del escudo. Si lo conseguía, eso le daría tiempo suficiente para usar la Contender en él.

No estaba del todo segura de si el arma funcionaría en un escudo que podía detener la espada del mismísimo Miguel, pero no tenía ninguna otra forma de capturarlo.

El golpe del escudo fue brutal. Sintió que su hombro se fracturaba, mientras ella era arrojada a un lado como un muñeco de trapo. No podía dejarlo ir. Mientras volaba por el golpe, tuvo que usar su reserva de poder para sanar el hombro y seguir sujetando la pistola. Aterrizó violentamente sobre el suelo cubierto de gravilla, sufriendo raspones y cortes que la incomodarían el resto del día...

"¡Se va! ¡Se va!", gritó Félix dentro de su mente. Era una de las pocas veces que agradecía sus constantes intromisiones en combate.

Disparó la última bala de la DE y, por algo muy cercano a un milagro, atinó en una de las alas del cuerpo de luz. El impacto desvaneció el ala y eso sacó de balance a la marioneta lo suficiente como para que se fuera a estrellar contra un pequeño mausoleo que se alzaba casi en el medio del panteón.

Como cada domingo, Félix había ido a visitar la tumba de su madre. No obstante, su obsesión con Queen's Blade lo había tenido jugando toda la noche y se había levantado ya pasado el mediodía y, aunque trató de apresurarse, terminó llegando al cementerio ya casi cuando iban a cerrar. Al final, tuvo que sobornar al guardia para que lo dejara pasar y eso bajo la advertencia de que sólo podía quedarse unos minutos.

Pese a que había logrado sanarlo, el hombro todavía lanzaba dolorosas punzadas mientras ella trataba de insertar el nuevo cargador, al tiempo que corría hacia donde el Principado todavía intentaba levantarse.

Siete balas, sólo siete balas que podían derribar un behemot embistiendo, pero siete al fin y al cabo, para alguien que había entranado por miles de años con lanzas, espadas y chakram. Ya había usado su limitado poder para curar su hombro, así que la teletransportación y el estallido de velocidad estaban descartados

Siguió disparando, obligando a la marioneta a cubrirse con el Principado. De modo que quizá ahí estaba la clave. Lanzó su chakram para evitar gastar más municiones y, tal como lo esperaba, el arma simplemente rebotó en el maldito escudo.

Alas de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora