Capítulo XXX: Mi corazón late con fuerza por algo que sabe que quiere mucho

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La realidad es construida por el cerebro. Y este realmente no puede distinguir entre dicha realidad y nuestros pensamientos.

Por ejemplo, no importa si una persona que sufre ansiedad está experimentando una situación de ansiedad o si se la está imaginando, de cualquier forma experimentará una respuesta de estrés. En clase de biología estudiamos cómo las hormonas del estrés, como el cortisol, y las hormonas de la lucha y la huida, como la adrenalina, se liberan independientemente de si se encuentran en una situación estresante o no. En pocas palabras, sus cerebros no distinguen entre la realidad y la imaginación. Fue una clase muy intensa.

Podía dar otro ejemplo.

Conoces a alguien y congenias de inmediato. Las primeras citas van bien y se besan, puede que incluso lleguen a ser pareja. Después, pasas el tiempo a solas fantaseando con lo increíble que fue la cita. Reproducimos los recuerdos de esa noche y creamos otros nuevos, imaginando un futuro en el que todo es perfecto y esa persona es la elegida.

Por desgracia, esta corriente de pensamiento aparentemente inocente es obviamente una receta para el desastre. Sí, sienta bien pensar en ellos, pero ahí radica el problema. Al confundir nuestra imaginación con la realidad, se liberan neurotransmisores positivos que reflejan esa falsa realidad.

El principal problema es que seguimos formando un vínculo con alguien aunque no esté cerca.

Y, al igual que ocurría con las relaciones, nuestro hábito de soñar despiertos también podía afectar a otras áreas de nuestra vida. Yo pasaba incontables horas en la cama por la noche pensando dónde y quién quería ser. Inevitablemente, llegó un momento en el que me di cuenta de que mis sueños no podían llevarme muy lejos. Mientras estuviera atrapada en mi cabeza, no podría actuar en el presente. Sólo cuando empecé a separarme de ellos pude dar los pasos necesarios para empezar a convertirme en quien quería ser... No obstante, estaba en aprieto. Por más que entendía la teoría, apestaba en la práctica. Había pasado una hora sentada entre la multitud, con el sentimiento de soledad acompañándome con afectuosidad. El vacío que se agrandaba cada vez que las manecillas del reloj se movían acabaría conmigo en cualquier momento.

Repetía su propuesta una y otra vez en mi cabeza.

Te doy un pase para el club, tus amigos se presentan, pasan un buen rato, podrás disfrutar de ellos, mi público es entretenido por una buena banda y luego...los dejo ir. Sin ataduras. Tú tendrás tus cinco minutos con ellos y yo también. Energía por energía. 

¿Cómo es que el ser humano podía cometer los mismos errores una y otra vez?

Lloraría, no cabía duda. ¿Qué resolvería? Bueno, probablemente nada. Pero tenía que hacerlo. Quería hacerlo. Quería a mi papá, que me sacara de ahí y poder regresar a casa y olvidar que todo ese mundo si quiera existía. Quería volver al comienzo y pretender que no había manera de que más allá de la ciencia, un mundo primario secundario coexistiera herméticamente con nuestra realidad.

—Creo que hasta el momento, no hay palabras para poder expresar lo mucho que lamento que estés en esta situación.

Subí la mirada ante la suave y fina voz viniendo de mi izquierda. Me mantuve quieta e insegura ante el muchacho moreno y delgado, de pelo largo, puesto a que toda la hora que había pasado, ninguna otra persona se me había acercado. Era de hecho como si no existiera ahí. Como si tan solo hubiera hecho un viaje astral de alguna forma a otra realidad. Capté como sus manos se cerraron con impotencia—. Lamento haber sido egoísta.

—No sé de qué hablas, pero si te hace sentir mejor...Supongo que todos, en algún punto, lo somos. Mis propias decisiones me han traído hasta acá.

Starlight |Julie and the phantoms|Where stories live. Discover now