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Un aire con olor a humedad y nostalgia llegó hasta Christopher tras abrir la puerta principal.
Él simplemente soltó un suspiro, dios, ¿Cuándo fue la ultima vez que entró por esta puerta?
Recordó que por su culpa sus padres habían tomado la decisión de mudarse.
Dio un paso al frente, entrando a la casa.
No era un gran misterio la razón del porque él regresó aquí. Al salir de la universidad, decidió darse un descanso antes de regresar a la vida de adulto y por recomendación de su psicóloga, le comentó que pasará al menos unos días en el sitio donde comenzaron sus tormentos, por consecuente sus padres optaron por darle las llaves del antiguo sitio donde vivían.
Se suponía que esta parte de su vida ya la tenía superada, así que no le vio nada de malo pasar un tiempo bajo ese techo.
En esa casa había pasado su niñez y parte de su adolescencia, recuerda que como hace una década, sus padres decidieron mudarse al momento que Christopher había intentado suicidarse por segunda vez.
Ese sitio seguía con esa vibra hogareña, aunque algunos muebles que se quedaron en el domicilio estaban cubiertos de polvo.
Bueno, tendría que trabajar duro esa tarde para que la casa quede limpia para antes del atardecer.
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Ya había oscurecido y afortunadamente todo ya se encontraba en su lugar, el reloj ya marcaba pasadas de las diez de la noche, en ese momento Christopher estaba sentado en el sofá, rellenando su tarea diaria que le mandaba su psicóloga.
Se sentía raro, no mentiría si digiera que la atmosfera que le daba la casa; lo abrumaba un poco, se sentía solo y el lugar estaba silencioso.
Muy silencioso.
Dejó el cuaderno sobre la pequeña mesa de centro y agarró su celular, debatiendo si salir a comprar algo de comer, aunque no sabía si hay locales abiertos a tal hora.
Toc-toc.
El sonido proveniente de la puerta siendo tocada lo distrajo de lo que sea que iba a hacer en su celular. Se levantó para encaminarse hacía la entrada principal, con pereza y sin tener idea de quien carajos tocaba su puerta a esa hora.