Esto es lo que eres, Will

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Will abre los ojos. Parpadea lentamente, los nota pesados. Hannibal está a su lado, todavía dormido, abrazándolo. Su cabeza descansa sobre el pecho del psiquiatra, no se debe haber movido en toda la noche. La camisa de Hannibal está manchada de la baba del propio Will, cosa que le averguenza.

- ¿Qué miras, Will?

Hannibal estira sus brazos por encima de la cabeza, desperezándose. Dormir en el sofá le ha destrozado todo el cuerpo, es como si realmente no hubiera dormido en absoluto.

- He dejado un charco de baba en tu camisa. Lo siento. Te la lavaré.

- Tonterías.

- Quítatela y la pongo en la lavadora, venga.

- ¿Es una excusa para que me desnude?

Will sonríe. Flashes del día anterior regresan a su mente. Odio, vergüenza, lástima. Violó a Hannibal cuando éste le había invitado a su casa, hasta le había preparado una sorpresa. Disociarse no era excusa y Will lo sabía perfectamente. Su instinto había actuado por él y había sido terrible.

Recuerda cómo Hannibal lo había seguido hasta casa, calmado, intentando convencerle que no había nada por lo que disculparse. Se había quedado con él en el sofá y Will se había dormido rápidamente, pues después de eso todo se volvía negro.

- Hannibal...gracias por quedarte. No lo merezco, no después de lo que te he hecho. Deberías marcharte y no volver nunca. Te prometo que no volveré a tu consulta, que no volverás a saber de mí.

- Si me voy, dime, ¿dónde iría? Mi corazón está donde estés tú. ¿Acaso se puede vivir sin él?

- No..pero...tú no lo entiendes. No quieres entenderlo. Lo que hice...lo que te hice...no podré perdonármelo nunca.

- Nunca es demasiado tiempo, Will. Y ya sabes lo que dicen, que el tiempo todo lo cura.

- Hay heridas que no curan jamás.

Hannibal calla. Mischa. Ciertamente hay heridas que dejan de verse, que se enmascaran, y que silenciosas continúan en el interior de los corazones de los hombres.

- Will, mírame. Eres buena persona. No, calla, deja que termine. Te disociaste, no eras tú mismo, no es culpa tuya. Yo...bueno, no debí prepararte esa sorpresa en concreto, debí hacer otra cosa. Una cena, un paseo por la ciudad. Algo menos...sexual. Llevas viniendo a mis sesiones bastante tiempo y sé que te disocias a menudo. Perdóname tú a mí, fue una insensatez por mi parte, una irresponsabilidad.

Will aguanta las lágrimas que sabe en breve caerán por su rostro. Es lo último que le faltaba por escuchar, que Hannibal se culpase. ¿Cómo no se había dado cuenta antes de lo que se hombre le amaba? Desde que se conocieron Will ha sentido esa fijación que el psiquiatra ha tenido con él. Hannibal hacía cosas extrañas, como olerlo creyendo que Will no se percataba, o atravesarlo con la mirada cuando Will le daba la espalda. Sabía perfectamente hacia dónde miraba Hannibal cuando eso ocurría.

¿Qué hacía Will a cambio? Nada. Sonreía a veces, cero contacto físico a pesar de sentir cómo lo anhelaba Hannibal. Ese hombre estaba hecho de fuego y Will, con su don de la empatía, sabía con quien quería compartir ese fuego.

Por eso cuando Hannibal le llamó por teléfono ayer para que acudiera a su casa, lo primero que insinuó Will es que quería que estuvieran los dos solos, sin Alana. Escuchar cómo Hannibal la despachaba le causó mucho placer. Descubrir al llegar a su casa la sorpresa había sido un shock que provocó que Will se disociara. Tal vez tanto deseo contenido lo había provocado, tantas ansias guardadas. Se había comportado como un animal y eso le hacía plantearse si en realidad así era, un ser violento.

Eso le reconcomía por dentro. No quería volver a hacerle eso a nadie y mucho menos a Hannibal al que, por fin, empezaba a mostrar sus sentimientos.

- Jack me espera. Un nuevo caso. No quiero irme pero he de irme.

Will se incorpora. Hannibal hace un gesto de dolor. Esto de dormir en un sofá tan estrecho con otra persona debería considerarse deporte de riesgo, sus huesos no están hechos ya para dormir fuera de una cama mullida.

- ¿Qué pasa?

- Prométeme que la próxima vez dormiremos en una cama. La mía, a ser posible.

- Se hace mayor, doctor.

- Vuelve a decirme algo así y no tienes piernas para alejarte de mí, niño insolente.

Will le da un beso dulce en los labios. Nada salvaje, es delicado. Es Will, o es lo que Will cree de sí mismo que es. Hannibal jadea y lo aprieta contra su cuerpo. Él también tiene trabajo pero no le importa, su mundo se reduce ahora mismo a Will y este beso. Acaricia los rizos del joven con su mano, siente cómo sonríe cuando lo hace mientras sigue besando su cara, sus párpados, sus mejillas, su cuello. Will tiene los ojos cerrados y se deja hacer, olvidado está Jack y su maldito trabajo.

- ¿Lo ves? Esto es lo que eres, Will.

Hannibal dice la frase que el joven quiere escuchar, más no es en absoluto lo que realmente piensa. Haber descubierto la faceta salvaje de Will ha abierto un mundo de posibilidades en el universo que el psiquiatra tiene preparado para su paciente, ahora amante.

- ¿Qué te parece si tomo tu propuesta?

- No entiendo. ¿Qué propuesta he hecho?

- Un paseo, ir a tomar algo. Una cena. Quizá una sesión de cine.

- ¿Me estás proponiendo una cita, Will?

- Eso parece. ¿La estás aceptando?

- Lo hago.

Los dos hombres parecen niños a pesar de su edad. Como si regresaran a una adolescencia recién descubierta. Y en realidad así era, la niñez y adolescencia de los dos no estaba calificada dentro de lo considerado normal. Uno se quedó huérfano muy pronto, viviendo una situación desgarradora con su hermana pequeña. El otro fue huérfano de madre de nacimiento, un barco en un mar tempestuoso donde su padre era quién manejaba los remos y él nada podía hacer por tomar el control de su vida.

Ahora parecen tenerlo todo. Es más, lo quieren todo. Y ese todo pasa por desearse el uno al otro, por descubrir las facetas de sus recientes sentimientos y explotarlos para ver hasta dónde los lleva.

- He de irme a trabajar, y tú igual. ¿Qué te parece mañana?

- Ven a mi casa esta vez tú. La cena corre de mi cuenta, ya sabes lo que adoraría cocinar para ti, Will. Podemos ir a pasear antes, si quieres, por el centro de la ciudad. Podemos hacer lo que tú quieras.

- ¿Ir a ver una película? Hace años que no he ido al cine.

- Yo nunca he ido.

- ¿Qué nunca has ido al cine? Pero doctor, ¿cómo ha sobrevivido en este mundo perdiéndose tanto?

- Si tú me llevas al cine, yo te llevaré a la ópera. Calla, es lo justo.

- Trato hecho.

Ambos hombres se despiden con un beso un poco menos dulce que el anterior. Hannibal sale renqueando un poco, entumecido, y no es hasta que camina un rato que sus huesos no despiertan. Sonríe todo el camino. Sonríe mientras conduce. Sonríe al llegar a casa. Sonríe mientras se cambia. Y continúa sonriendo mientras abre la puerta de su consulta para atender a su primer paciente, que le observa extrañado. Es raro, una extrañeza, ver a Hannibal sonreír.

Su cita con Will ha de ser perfecta. La cena más romántica que haya hecho nunca, con lo más selecto de su piara. Lo mejor para su Will. Dicen que en el cine no encienden las luces...Bien. Un momento que Hannibal aprovechará si se lo permiten.

¿Por qué las horas pasan tan despacio?

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⏰ Última actualización: Jan 16, 2023 ⏰

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