Día 11: El regreso a la granja

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que eran como echar sal en tus heridas.

Acusaciones, sí, que afirmaban

que había perdido el rumbo de mi vida

y que nunca llegaría a nada...

Que sería un vago y un holgazán,

y una carga para mi familia.

Que jamás brotaría nada provechoso

de mi perturbada cabeza...

Que me había decidido a tomar la senda

que me llevaría hacia la perdición de mi alma...

Todo eso dijeron, sí,

tus queridos deudos,

tus amados parientes

Mis queridos deudos, sí,

mis amados parientes...

Jamás comprenderían

que había hallado mi camino en la vida,

Y que debía de partir.

Debías de partir, sí,

hacia tierras ignotas...

-Si te vas, no vuelvas (se despidió de ti Padre)

-Así sea (respondiste sin temor)

Respondí sin temor, sí,

Inconsciente de que aquella sería

mi última conversación con Padre.

Mis últimas palabras...

El último encontronazo entre dos mentes opuestas...

Después marchaste rumbo a la ciudad.

Marché, sí, rumbo a la ciudad,

a casa de mi tía, que afortunadamente para mí

había fallecido

y la casa había quedado vacía

para que yo la ocupara...

Para que tú la ocuparas, sí,

Y malviviste como artista durante varios años,

Sobreviviendo gracias a los pocos encargos que te llegaban

y perfeccionando tu técnica.

Poco después murió Padre.

Murió Padre, sí...

De lo contrario nunca hubiese podido regresar a la granja.

Nunca hubieses podido regresar, no, Mandey.

Nunca te lo hubiese permitido...

-Madre, he regresado...

-Mandey, ¿eres tú? ¿Eres realmente tú?

Los habitantes de la granja me han recibido con los brazos abiertos.

Te recibieron con los brazos abiertos, sí, Mandey,

especialmente Madre y las criadas,

y también tu hermana Leonora.

Mi hermana Leonora, sí...

Tan sólo Renato, el hermano de mi sangre,

se mostró indiferente y frío al verme llegar.

Indiferente y frío como un témpano, sí,

Diario de MandeyWhere stories live. Discover now