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El olor había comenzado como algo extraño y desconocido para el niño. Algo que el había mal asociado a la comida que no le gustaba, esa que consumía sin saber que estaba en mal estado. La que aun así se obligaba a comer por el puro instinto de supervivencia que había alcanzado a su corta edad.

Le dio vuelta a la caravana nuevamente, aunque esa vez, a diferencia de los días anteriores cuando no dejaba de pasear de allá para acá en los pocos metros que la componían, era la primera vez que lo hacia durante el día. La diferencia es que aquel día se sentía mas cansado, y descubrió cuando se puso de pie, que también parecía que el mundo se movía un poco.

No era al primera vez que le sucedía, ya era una sensación conocida, y para entonces, aun con su corta edad, entendía que se debía a que hace días no comía nada. Ya no quedaba nada. Solo que ahora se sentía peor.

Solía pasar a veces no muy seguido. Su madre dejaba un puñado de cosas sobre la mesa que variaban entre lo que le gustaba y lo que no. Y luego desaparecía por lo que a él le parecía un tiempo interminable. Días y noches, una tras otra. A veces, cuando su madre pasaba mas tiempo en casa, incluso podía encontrar comida en el refrigerador o en las ollas sobre la cocina. Y él se las iba comiendo de a poco, entre la soledad, entre tardes de mirar por la ventana lo que algunos niños de las demás caravanas hacían, o incluso, cuando tenia suerte, viendo la lo que había en la televisión, que no siempre funcionaba. A veces no prendía, a veces ninguna luz de la caravana lo hacia.

Pero él nunca salía.

No porque no quisiera, sino porque las puertas y las ventanas siempre estaban cerradas. Al principio se moría de ganas unirse a los otro niños al exterior, aunque con los años fue descubriendo menos interés y mas miedo. No estaba seguro de como comunicarse con ellos. Jamás lo había hecho. Jamás había estado con alguien mas que no fuera él mismo o su madre. No sabría que aquello era posible si no lo hubiera visto a los demás hacerlo. Los hombres que su madre traía a casa no contaban, ellos no le hablaban, y él solo alcanzaba a verlos rápidamente antes que su madre lo empujara dentro del closet y le gritara que no saliera.

Así que se quedaba allí dentro mientras ruidos extraños se oían al exterior. Gemidos de dolor de parte de su madre y algunas cosas que los hombres gruñían. Simplemente se limitaba a esperar. A esperar a que ella lo sacara o hasta que se fuera de casa porque a veces olvidaba sacarlo. También esperaba a que regresara a casa porque sabía que entonces volvería a comer. Incluso algunas veces le daba lo que al niño mas le gustaba, como si con eso le pidiera disculpas por haberlo abandonado por tantos días nuevamente.
Y luego su madre se ponía a dormir. Y el volvía a esperar a que ella despertara por lo que a veces podían llegar a ser dos noches. No hacía ruido porque eso a ella le enfurecía, y entonces haría cosas que a él le dolía. Así que no hablaba.

Tampoco es que lo hiciera muy seguido. Al estar solo no tenia con quien, al no haber compartido con nadie mas, tampoco estaba seguro de que supiera muy bien como. Entendía lo que su madre le decía, pero ella rara vez le preguntaba cosas y mucho menos entablaban grandes conversaciones. A su madre le gustaba cuando el estaba tranquilo.

Pero aquella vez la situación era extraña. Su madre llevaba dormida por mucho mas tiempo, y no se había ido a acostar a su cama. Estaba en el sillón, en una posición que él no elegiría para dormir porque parecía un tanto incomoda.

No se había acercado a ningún lugar cerca de ella por miedo a despertarla. Había decidido mantener su distancia como siempre lo hacia. Pero ya no estaba seguro cuanto mas podría resistir el hambre.

Y ese olor.

Ese olor que cada vez se ponía peor. Pero por mas que buscara, no podía dar con el alimento que estaba en mal estado. Si lo encontrara, dependiendo como luciera incluso consideraría comerlo, porque de esa forma estaba seguro que podría aguantar un poco mas hasta que su madre por fin despertara. No le importaba cuanto durmiera, incluso si tenia hambre, porque eso significaba que ella estaba en casa, que no estaba solo. Y que al menos por un par de días mas, incluso si salía por un par de horas, ella volvería.

Pasaría mas tiempo con él.

Eso era todo lo que él necesitaba, que estuviera alrededor. Porque a veces las noches eran un poco aterradoras. Odiaba el sonido de las tormentas y a veces se encontraba a si mismo llorando de miedo. Porque en aquellos largos periodos en que la televisión no servía, el silencio se volvía insoportablemente ruidoso. Incluso cuando su madre no interactuaba mucho con él, su simple presencia le recordaba que no había nada que temer. Su madre no lloraba por las tormentas. Hacia ruido cuando se movía por a caravana o las pocas veces que cocinaba y quemaba la cocina. Y la escuchaba diciendo palabras que no entendía, pero que tampoco iban dirigidas a él. Incluso cuando dormía, roncaba.

Y habría la ventana, y se escuchaban otros sonidos. Le gustaba escuchar algo que venía de fuera, que el no sabía que se llamaban pájaros. Y en sus mejores días, cuando lo sacaba de la caravana, incluso podían ir por la cuidad. Y el chico se maravillaba con todo lo que había alrededor. Con lo grande que parecía el mundo allá fuera. Él jamás habría imaginado que habían cosas así mas allá de su ventana.

Así que finalmente se decidió a acercarse a su madre. Le tomó su tiempo, reunir mucha valentía. Solo para darse cuenta de que el olor provenía de ella. Su madre estaba muy fría, su cuerpo rígido. Y no respondía cuando el le hablaba, cuando la intentaba mover. Retrocedió lo que mas pudo y lloró. Lloró mucho. Lloraba pidiéndole a su madre que despertara. Lloró cuando intento por primera vez desobedecer las ordenes de su madre y salir para que alguien viniera a ver que le pasaba a su madre, porque quizá ella también tenia hambre, pero no pudo abrir la puerta. Para el final después de mas días lloro de hambre, y de sed, porque ya no tenia energías para acercarse al baño a beber agua.

No recuerda muy bien como llego a aquella habitacion, porque gran parte lo que paso fue entre sueños, un hombre y luego mucha gente y quejidos de dolor. Alguien ingreso finalmente, aunque no sabe porqué. Y luego aquel hombre lo tomo en brazos. Él quería decirle que estaba bien, que por favor ayudara a su madre, por favor. Pero no sabia cuales eran las palabras. Jamás las había utilizado. Y tampoco sentía como que pudiera hablar.

—Llegamos tarde— dijo mirando el cuerpo de su madre. Y a él le hubiera gustado preguntar a que se refería. —Hemos llegado muy tarde.

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Hola!

Si, que emoción porque se que han esperado esto por mas de un año.

Por eso me he decidido a intentar comenzar a subirlo. Me presionaré para escribir los capitulos y asi por fin terminar esta saga. No les puedo prometer que voy a ir muy rapido, pero haré mi mayor esfuerzo.

Las que me siguen en Ig saben que me vine hace menos de dos semanas a vivir a Tokyo, Japon, y que estoy en proceso de conocer la cuidad, salir, trabajar y por supuesto, aprender Japonés. Lo intento comprimir todo para que alcance en mi vida diaria, pero a veces me supera.

Espero que esto les haga un poco entender lo poco que se menciona sobre algo raro que traía Jhon en los otros libros. Creo que este 000 es de los mas tristes que he escrito.

No se olviden de comentar mucho, de dejar su estrellita ⭐️ y esperar pacientes el siguiente.

Mucho amor para ustedes ♥️

Febrero 2, 2024

Perfecto Misterio | Titanes V |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora