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-Debes tomar tus medicamentos ___

Hanna, la enfermera encargada de la chica la miraba con el ceño fruncido, manteniendo su mano extendida hacia ella en la cual estaban las pastillas que debía ingerir

-Ya te dije que no voy a tomar nada -masculla entre dientes girando su rostro con una mueca de disgusto en sus labios- Odio esas cosas, no me sirven para nada

-No te sirven por que nunca te las tomas niña -habló comenzando a perder la paciencia, desde que fue asignada para atender a ___ toda su paciencia se fue por el caño, esa niña era sin duda insoportable 

-No voy a tomarlas, puedes irte -señaló la puerta de su habitación, volviendo su atención al colorido cuadro que estaba creando, aquel era uno de sus pasatiempos, pintar. 

A los seis años fue recluida en aquel centro psiquiátrico, luego de matar a la perra oportunista de su madrastra y la zorra arrastrada de su hermanastra la llevaron a aquel lugar en donde un doctor la evalúo, al poco tiempo le diagnosticó con arrebatos de ira, psicosis, tendencia a autolesionarse, masoquismo, un leve signo de esquizofrenia y encierro social. 

Sorprendentemente era la única chica en aquella sección, aquel pabellón que consistía en cinco habitaciones levemente separadas, se encontraba rodeada de hombres trastornados, su vecino de celda-habitación era nada más ni nada menos que Michael Myers, el apodado "monstruo inhumano" por los otros pacientes del psiquiátrico. En todo el tiempo que ha estado allí nunca cruzó palabras con nadie, solía entretenerse observando y analizando a los otros pacientes, todos le parecían aburridos, todos excepto Michael. 

El día en que lo conoció por primera vez, estaban en la hora de almuerzo, ambos fueron sentados juntos en una de las mesas más alejadas, pues en ese tiempo, ellos dos eran lo reclusos más peligrosos según los doctores, en un acto de amabilidad que incluso la sorprendió a ella, le obsequió su pudín de chocolate recibiendo una mirada gélida y un leve asentimiento por parte de aquel chico con máscara de payaso. 

Michael jamás habló y hasta el día de hoy nunca lo ha hecho, conservaba en su habitación en una caja que guardaba receloso, sus preciadas máscaras, las máscaras que comenzó a hacer desde que llegó al psiquiátrico. 

Nunca estableció algún tipo de relación con nadie, aborrecía todo tipo de contacto humano, se encerró en si mismo a la edad de ocho años, negándose a pronunciar palabra y recibir la ayuda que el idiota del doctor Loomis le ofrecía. 

Todos en ese centro era unos idiotas, le temían sin duda, cada que lo veían huían cual gallinas, apartándose de él, aquello no le molestaba, le gustaba estar solo, disfrutaba de su soledad. Sin embargo, una chica en particular comenzaba a surcar en sus pensamientos, esa pequeña niña que fue la única en ser amable con él, en ofrecerle una muestra de humanidad, su vecina de habitación, ___ D"angelo. 

Solía observarla cada que podía, a la hora de almuerzo, cuando los dejaban salir al patio, cuando la veía por los pasillos y sobre todo cuando ambos eran llevados a la zona de arte, donde los dejaban por una hora para que ambos pudieran saciar sus gustos artísticos, él creando máscaras y ella pintando hermosos cuadros.  

-Myers, hora de ir al cuarto recreativo -uno de los guardias se acercó a la puerta, entrando a la habitación seguido de otros dos guardias, luego de ponerles las esposas tanto en sus manos como en sus pies, lo llevaron a aquella habitación acondicionada tanto para él como para ____, ese cuarto solo lo usaban ellos dos, Loomis lo había ordenado así. Nadie entendía como funcionaba la mente de ese doctor, según Loomis una amistad podría surgir entre Michael y ___, él creía que entre ambos podían ayudarse a salir adelante, dejando sus dolorosos pasados atrás. 

Lo primero que vio al entrar fue la hermosa cabellera castaña, estaba sentada en su rincón concentrada en el nuevo cuadro que estaba creando, su bello rostro se encontraba algo manchado por las pinturas, su ceño fruncido al igual que su nariz le daba un aspecto adorable. 

Michael tomó asiento frente a su mesa, desde su lugar tenía una perfecta vista de la chica, podía observarla perfectamente y analizar cada uno de sus movimientos. 

___ dirigió una rápida mirada al corpulento hombre, frunciendo sus labios antes de volver su atención a su cuadro, trazando las últimas pinceladas soltó un suspiro de cansancio, girando su cuello hacía sus costados, sintiéndolo tronar. 

-Jodida mierda.... -masculló, sobando sus muñecas adoloridas por haberlas tenido en una misma posición por largo tiempo, levantándose perezosamente se acercó a la puerta, parándose de puntitas para poder observar por la ventanilla. 

Sonrió al ver que ningún guardia se encontraba cerca, volviendo tras sus pasos a su lugar asignado, rebuscando entre sus bolsillos hasta dar con una pequeña cuchilla, sacándola sin notar la curiosa mirada azulada por parte de la sombra de Haddonfield 

Una mano grande y fuerte se aferró a su muñeca, deteniéndola antes de siquiera poder rozar aquella filosa cuchilla contra su piel, frunció el ceño elevando la mirada con molestia. 

-¿Qué carajos Myers? -gruñe observando al hombre y tirando de su mano en un intento por zafarse de su agarre 

Michael no entendía el por que de sus acciones, pero al ver como la chica sacaba de entre sus ropas aquella cuchilla y la acercaba a su muñeca con la clara intención de dañarse, algo en su interior se removió, dejándose llevar por sus impulsos se levantó rápidamente y se aproximó a ella dando dos grandes zancadas 

Él jamás se preocupó por nadie, excepto por su madre, pero jamás sintió aquella necesidad de proteger a alguien. Ni siquiera conocía del todo a esa niña y ahí estaba él, deteniendo su mano con firmeza, impidiendo que se hiciera daño. 

-¿Podrías soltar mi mano?, esto no es asunto tuyo -le reclamó la chica, gruñendo una grosería en cuanto Michael le arrebató la cuchilla, arrastrando su frágil cuerpo hasta apegarlo al de él, su mirada intensa logró ponerla nerviosa, a pesar de la particular máscara que portaba el chico, él siempre lograba intimidar a cualquier persona.

 ___ se sentía tan pequeña junto a él, como una niña pequeña siendo regañada por su director de escuela. Le irradiaba un aura de autoridad y fiereza. Algo en él lograba someterla, su lado sumisa la hacía doblegarse ante él. 

"¿Cómo sería ser follada por tremendo hombre?" No pudo evitar pensar y aquel solo pensamiento logró encender una pequeña llama en su interior

Sacudió su cabeza, intentando apartar aquellos morbosos pensamientos, tiró de su cuerpo queriendo alejarse de él, pero entonces, lo que logró descolocarla y detener sus intentos de librarse de su fuerte agarre, fue escuchar una voz rasposa y gastada pronunciando un demandante "No"

___ lo miraba asombrada, parpadeando un par de veces queriendo reafirmar si lo que había escuchado era real o parte de su retorcida y loca mente. 

Michael Myers había hablado.

Luego de 19 años él había hablado. 

-Jodido Jesús en tanga....

Enfermizo amor -Michael Myers-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora