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—¡Fíjate por donde caminas idiota! —espetó Connor después de golpearlo "accidentalmente" en la cabeza con una pelota

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—¡Fíjate por donde caminas idiota! —espetó Connor después de golpearlo "accidentalmente" en la cabeza con una pelota. El profesor no había llegado y tenían dos horas libres en los que los alumnos parecían haber tomado en mando de la escuela. La falta de una figura de autoridad les daba una falsa sensación de poder.

Saskya se le quedó mirando un segundo. Algunos chicos se rieron de él, otros miraron en silencio y el resto permaneció en su propio mundo, ignorando sus demás compañeros. Saskya quiso decir algo, pero Connor estaba sentado, rodeado de otros cuatro chicos. Hablar no era inteligente, así que se quedó callado y salió del salón.

—¡Ey! ¡A dónde vas marica! —espetó, mientras el resto se reían.

Saskya no pudo evitarlo, se giró sabiendo que se referían a él. Enseguida cayó en cuenta en la estupidez que había hecho. El grupo de Connor se río más fuerte, de los cinco sólo uno le miraba con expresión de disculpa: Argento.

—Vamos chicos, tienen que conseguir un sentido del humor más sofisticado —comentó el susodicho, recostándose en su pupitre.

Argento era una molestia, pero era amable, sin embargo, solía juntarse con imbéciles y se dejaba envolver por el grupo fácilmente. A veces Saskya sentía que lo hacía para que ninguno de los bravucones fuera demasiado lejos con sus víctimas, otras que era débil de carácter y sólo se preocupaba por encajar. Como sea, le daba lo mismo, no era alguien que le cayera especialmente bien.

Abochornado avanzó unos pasos, tratando de escapar de ahí, cuando se encontró de frente con los gemelos. Saskya no sabía de un par de gemelos en el mundo que no fuera como mínimo problemático, pero aquellos dos le ponían muy incómodo. No recordaba sus nombres y jamás se molestó en aprenderlos

—¡Ey Saskya! —espetó uno de ellos, dándole un empujón desde la derecha, tomándolo por sorpresa y casi tirándolo al suelo. Lo habría hecho si a su izquierda, el otro no se hubiese movido con la suficiente rapidez como para sostenerle.

—Hola Saskya —dijo este, mucho menos brusco que su hermano. Ambos eran iguales, pero no era difícil reconocerlos, tenían una actitud muy diferente y lunares opuestos bajo uno de sus ojos.

—Hola —respondió, haciendo una mueca, pero sin quejarse. Que Connor te odiara era una cosa, pero que los gemelos te odiaran era otro nivel y él no pretendía entrar en su lista negra, por suerte parecía que ellos le veían como una especie mascota.

—¿A dónde vas? ¿No va a llegar el profesor? —inquirió el gemelo bueno, echando un vistazo por el pasillo, de los dos era el más despierto.

—Tenemos la hora libre —respondió, separándose de él—. Tengo que ir al baño —agregó y se escabulló con rapidez entre los dos hasta perderse en el pasillo. Antes de salir de su campo de visión alcanzó a escucharlos hablar.

—Pero que bicho raro —murmuró uno—. Se nota que traía urgencia.

El otro solo se río en respuesta, negando con la cabeza.

En la noche más oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora