Capítulo 6

564 173 17
                                    


Lucas me vigila sonriente desde la oficina. Ya llevo varios días trabajando por mi cuenta, sin supervisor, y no me siento mal. Estoy conociendo a todos por su nombre y charlando con ellos. Según la política de la empresa, voy rotando puestos y me han aceptado con toda normalidad.

A ratos me siento culpable por no decirles la verdad. Pero todo lo que me comentan, acerca de los procesos o de los fallos que encuentran, incluso de su propia comodidad, me lo apunto, para ponerlo en marcha.

Mi padre me ha avisado que hoy mi abuelo se pasará por la fábrica y, aunque está en el ajo, lo mismo se le escapa algo. Así que estoy temblando. No por nada, sino porque es demasiado pronto. Dany sigue algo distante conmigo, pero me habla y se comporta de forma casi normal. Desde su ayuda en el supermercado, bajó dos puntos su modo cabreo.

Cinco minutos antes del almuerzo que sí he recordado traer, mi hermano nos da un toque por el micro de la empresa. Escuchamos su voz.

—Hola a todos, quería anunciaros que, según la idea de mi hermano, vamos a hacer una comida de Nochevieja. Hemos alquilado un restaurante que tiene en los bajos discoteca, por lo que podremos echar un baile por la tarde para hacer la digestión. Estoy seguro de que Marcos será el primero que saldrá a la pista.

Todos nos echamos a reír y el nombrado hace un signo de victoria y da una vuelta delante de todos.

—La fiesta durará hasta que queráis, aunque imaginamos que muchos os iréis con la familia, pero si os apetece después de tomar las uvas a las doce, podéis volver a la recena, con dulces de la casa.

Medito. Desde luego es mejor idea que la que yo tuve y agradezco que mi hermano me la haya atribuido.

—Igual conocemos al hermano mayor, que no le tenemos visto ni de casualidad —dice Marcos. Me encojo de hombros y sigo con lo mío.

Paramos a almorzar y veo a mi abuelo acercárseme. Me echo a temblar. Ya está, ya me va a descubrir.

—Hola, joven, a ti no te conozco. ¿Eres nuevo?

—Sí es nuevo, señor Planas, se llama Alex.

—Ah, como mi nieto mayor. Bueno, él se llama Alejandro y no es como tú, desde luego.

—Seguid, seguid almorzando.

El hombre sale y a mí casi se me escapa un suspiro de alivio.

—Cómo debe ser el tal Alejandro para que hasta su abuelo diga eso de él —dice Dany tomando un sorbo de su café.

—Para mí que va de hijo de papá —dice Marcos—, yo lo he visto de lejos, llegar en su cochazo, subir a la oficina y listo.

—Bueno, no pensemos mal de él —contesta Dany—, me dijo Lucas que su hermano era muy inteligente y le apasionaban los números... y los coches. Lo mismo es un buen tío.

—Ya veremos cuando sea jefe —dijo Marcos limpiando su taza—, menos mal que está Lucas.

—Supongo que a todo el mundo hay que darle una oportunidad —dice Dany molesta.

—Sí, Santa Daniella.

Marcos se ríe y se marcha. Yo no he dicho nada, ¿qué iba a hacer? Pero me alegro de que pueda tener esa opción de la duda ante ella.

—Venga, sigamos. ¿Iras a la comida de Nochevieja?

—Supongo que sí. Aunque al ser nuevo, no sé si estaré invitado.

—Ah, seguro, el señor Planas no discrimina a nadie y si hubieras entrado unos días antes, habrías tenido aguinaldo.

—Sí, ese que no os gustó.

—Ya sé que es difícil personalizar los regalos a todos los empleados, pero quizá algo se podría hacer —se gira hacia mí y duda—, por cierto, hoy hemos quedado a tomar algo en la cervecería, por si... bueno, si quieres venir.

—Me gustaría. Te agradezco todo lo que haces por mí.

—Lo haría por cualquiera.

La veo salir y me siento algo desilusionado. Sé que es amable con todos y que no soy nadie especial, pero pensé...

Vuelvo al trabajo y mi abuelo acaba poniéndose a mi lado. Está muy gracioso con sus guantes y su gorro. Me sonríe cómplice y me guiña el ojo.

—Muy bien, muchacho, muy bien —dice tras verme trabajar un rato. Luego, Lucas viene a buscarle y se van a tomar un café. ¿Por qué me he estado perdiendo esa complicidad?

Estoy serio, pensando en lo idiota que he sido. Pensaba que lo mío era dedicarme a los números, que era lo más importante. Suspiro y suena el timbre de la salida.

Me cambio y nos despedimos todos. Dany me mira con una pregunta, pero no sé qué hacer si ir o no.

Al final, se vuelve y me quedo ahí, pensativo. Lucas sale solo, el abuelo se ha ido hace rato y me palmea la espalda.

—¿Te vienes a tomar una cerveza?

—No sé, Lucas, no quiero fastidiar todo. Además, me estoy dando cuenta de muchas cosas...

—No me pongo a gritar porque se darán cuenta, pero te haría una ola. Sí que has cambiado en pocos días. Debe de ser el milagro navideño de este año.

—No seas imbécil, tío —digo dándole un amistoso puñetazo en el hombro.

—Vamos, ven, mas no la puedes cagar, ¿no?

O sí, sí que la podía cagar más, del todo, hasta un punto que no habrá vuelta atrás. Hasta darme de cabezazos al día siguiente e insultarme con las peores palabras.

Mi hermano me echó una maldición, porque sí, esa noche, la jodí bien.

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora