CAPÍTULO VEINTISÉIS.

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FRANCHESKA

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FRANCHESKA.

—Espera, ¿qué? —me dijo María del Mar, mientras íbamos caminando por el campus de la universidad y sus ojos oscuros dieron con los míos—. Repite eso.

La miré en silencio sintiendo mis mejillas ponerse rojas, mientras intentaba que ella procesara lo que yo acababa de decirle.

—¿A que te refieres con eso de que tú y el maestro Vandeleur estuvieron juntos? ¿Juntos en qué sentido? ¿En el sentido figurado?

—Sí, en el sentido figurado.

Había estado guardando el secreto por una semana completa y ya no podía más, no era posible. No podía sacarme a Aleksander de la cabeza, así como tampoco podía olvidar la manera como su cuerpo se acopló con el mío y él me hizo todas aquellas cosas que solo lograron que gimiera su nombre una y otra vez.

No había estado planeado.

No había pensado en corresponderle el beso e ir más allá, como tampoco esperé que él me pidiera permiso para tocarme y yo lo hubiese permitido todo, y si me hubiera pedido más, también se lo habría dado.

Lo permití y no me arrepentía de absolutamente nada. ¿Cómo lo haría? Me tenía sin cuidado lo que pensara el resto, más allá del hecho de que no podía sacarlo a él de mi mente y tampoco lo haría. No después de que lo probé y ahora estaba ansiosa por tenerlo de regreso conmigo, debajo de mí o encima.

Una semana había pasado desde aquel día en ese restaurante y aún sentía mi piel erizarse ante su rotundidad y hombría. Ante la manera que me ordenó a que lo aguantara, mientras yo subía una y otra vez encima de él y su boca acallaba mis gemidos y jadeos.

Ese hombre iba a matarme.

Desde entonces no nos habíamos vuelto a ver, pero no por él, ya que varias veces me escribió para preguntarme si podíamos vernos y pese a que era lo que yo más deseaba, todo aquello no dejaba de ser un riesgo porque era sumamente consciente de que si mi padre lo descubría yo estaría en grandes problemas.

Muchos de aquellos.

La cuestión con Zandra estaba mas tensa que nunca. Ella y yo no nos hablábamos, pero, aún así, tampoco deseaba alertarla sobre algo extraño porque si esa mujer llegaba siquiera a sospechar de yo teniendo algo con Alexander, eso, sin duda alguna, seria el comienzo de mi fin.

Si mi padre me había golpeado por no llegar a dormir a casa, no quería ni imaginarme lo que me haría si descubría que era la amante de un hombre y, sobre todo, de Aleksander Dreey Vandeleur.

—Mierda —la morena me miró sorprendida— espérame, ¿estás diciendo que tuviste sexo con el maestro Vandeleur?

—Sí.

De repente, ella emitió un gran grito que lo que hizo fue atraer la atención de varios estudiantes que iban por el campus con prisa hacia sus clases.

Todos miraron hacia nosotras y yo sentí mis mejillas ponerse más rojas, mientras la tomaba por el brazo.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora