Capítulo 1

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Casi estaban, unos pocos movimientos más y lograrían romper la barrera que la Orden de Roca había preparado para ellos. Adrián continuaba luchando contra su hermano, peleando ciegamente. Claudia había intentado hacerle entrar en razón, que había cosas más importantes que hacer, pero Adrián no daba su brazo a torcer.

-¡Retirada! ¡Retirada! -gritó uno de los luchadores de Adrián.

-¡Jamás, antes morir que retirarnos! -repuso éste.

Ya que era el jefe, no pudieron huir y ya en vez de atacar, se limitaron a defenderse. Querían ver dónde estaba el punto débil de la Orden, para poder entrar en la sede, pero lamentablemente, la organización que tenían era pésima y veían cómo los miembros de la Orden les iban ganando terreno. Ninguno de los dos bandos deseaba rendirse, pero Adrián pese a estar entretenido guerreando con su hermano, se dio cuenta de que si no lo hacían, la probabilidad de que no salieran vivos de ahí era alta.

-Hermano, deseo poder hablar contigo, en privado.

-¿Y cómo sé que no me estás engañando, Samuel?

-Debes confiar en mí. Vas a morir de todas formas -le respondió siendo fiel a la realidad.

-De acuerdo.

Samuel salió del campo acompañado de Adrián y cuando ya nadie podía oírles, comenzó a hablarle.

-Únete a nosotros. También vamos detrás de la poción y si seguís así, moriréis todos. No está mal del todo y además son todos muy amables. Los ataques van a seguir y puede que la encontremos nosotros antes y vosotros quedaréis como tontos para siempre. Espero que logres recapacitar.

-Jamás -le cortó Adrián.

Continuaron luchando y Samuel en esa ocasión tenía las de perder. Su hermano estaba encolerizado y cada vez sus estocadas eran más potentes. La última logró esquivarla de milagro y decidió que haría trampas. Desaparecería durante unos cuantos segundos y cuando Adrián se diera cuenta, ya estaría de nuevo en el centro del campo de batalla. Así lo hizo.

-¡Maldita sea! -gritó Adrián al aire cuando se dio cuenta de que su hermano le había vuelto a tomar el pelo.


-¿Dónde has estado? -le preguntó Alán en cuanto lo vio.

-Intentando hacer recapacitar a mi hermano -respondió-, pero como supondrás, no lo he logrado.

-Es lo que hay.

Para poder entenderse entre ellos, hacía falta gritar y a veces ya confundían quienes estaban en unos bandos o en otros, pero gracias a los azules brazaletes que los miembros de la Orden llevaban, conseguían saber quienes eran sus compañeros y quiénes sus enemigos.

Laurie se giró, a tiempo de ver cómo Ana, descuidando a sus hijos salía al campo de batalla. Lanzó una última estocada y corrió hacia ella.

-¡Cómo se te ocurre, insensata, vas desarmada!

-Lo sé, pero sólo he venido para decirte que han entrado, los he encerrado en una sala, pero no estaría de más que en vez de gritarme, entraras para pararles los pies.

Laurie se disculpó rápidamente y entró, seguido de su mujer. Ésta lo acompañó a la sala donde había encerrado a los otros. Laurie entró y se encargó de ellos. Mientras, Ana se volvió a sentar en la alfombra del suelo y cogió a los niños en brazos. Paula cogió a Brithany y a Ángel, que se sentó en su pierna izquierda. Ana agarró a Rodrigo, que se abrazaba a ella aterrado y a Victoria la puso entre sus piernas. La pequeña no se había despertado en todo el tiempo y deseaba que no lo hiciera. Sería mucho mejor para ella pasar por todo eso sin enterarse.

Tu secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora