12. El inicio de una pequeña revolución

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— Ahora, es casi la hora de la cena, y es el momento perfecto — respondió Blaise mientras se levantaba.

— Tenemos que solicitarlo cuando el director y los cuatros jefes estén presentes — explicó el heredero Nott mientras ayudaba a Harry a incorporarse.

— ¿Y si no quieren? — se preocupó el azabache, preocupado de que su plan no funcionase.

— Están obligados — lo tranquilizó el heredero Zabini pasando un brazo por sus hombros mientras caminaban de vuelta al interior del castillo.

— ¿Podemos estar en la misma casa esta vez? — preguntó ilusionado el ojiverde.

— ¡Pues claro! ¿Cuál prefieres Ravenclaw o Hufflepuff? — cuestionó Blaise, dejando que Harry eligiese la casa para los tres.

— Me gustan los dos, pero creo que prefiero Ravenclaw— confesó el azabache mirándolos con timidez.

— Buena elección, pequeño Harry — lo felicitó el ojigrís revolviendo su cabello.

— ¡No soy pequeño! — protestó el ojiverde frunciendo el ceño.

— Sí lo eres, pero nos gustas así — replicó Theo mirándolo con cariño.

Los tres niños tomaron aire antes de entrar al Gran Comedor y dirigirse a la mesa de maestros bajo la mirada atenta y curiosa del resto de estudiantes.

— ¿Hay algún problema, muchachos?— preguntó el director con una sonrisa falsa

— Así es, pero esperamos que se resuelva pronto — respondió Theo con gesto serio, evitando la mirada de su jefe de casa.

— Queremos pedir una reselección — anunció Blaise, sorprendiendo a todo el Gran Comedor que se había quedado en silencio intentando averiguar qué estaba pasando en la mesa alta.

— ¿Por qué motivo? — preguntó Minerva cuando se recuperó de la bomba que acababan de soltar.

— Porque nuestras casas han decidido que no somos lo suficiente buenos para ellos — respondió con sinceridad el pequeño Potter, reuniendo todas sus fuerzas para ser valiente y ayudar en el plan de sus amigos.

— Debe ser un malentendido... — desestimó el director, poniendo su cara de abuelo comprensivo. Lástima que ninguno de los tres niños compraba su rol de abuelito.

— ¿Es un malentendido cuando te llaman traidor asqueroso? — cuestionó Theo, mirando a Dumbledore.

— ¿Y qué hizo usted para que lo llamen así? — devolvió el peliblanco recibiendo miradas recriminatorias por parte de los profesores.

— ¡Theo no ha hecho nada! — protestó el pequeño Potter con fiereza, no permitiría que hablasen mal de sus amigos.

— Está bien, Harry, no importa... — lo tranquilizó el ojiazul, pasando un brazo por sus hombros.

— Lo único que hemos hecho es ser amigos, y no entiendo por qué les molesta tanto — informó Blaise, mirando a los profesores con desafío. Sentía que ellos no los habían protegido.

— Bueno, mis muchachos, tal vez deberían centrarse en hacer amigos en sus casas — propuso el director, él no podía permitir que su chico de oro estuviera en otra casa que no fuera Gryffindor.

— ¡Albus! ¿Te estás escuchando? — se escandalizó el Jefe de la Casa Ravenclaw al escuchar las idioteces que salían de la boca del anciano.

— Los chicos pueden ser amigos de quien quieran, sin importar las casas — lo respaldo Pomona, horrorizada con como se estaba comportando el líder de la luz.

— ¿No debería el director apoyar la unión entre casas? — preguntó Filius mirándolo con reproche

— Por supuesto, por supuesto... Pero tal vez... — intentó convencerlos Dumbledore, pensando algún argumento creíble para salir de airoso de la situación.

— Tal vez deberías dejar de poner excusas para que sean seleccionados de nuevo — lo interrumpió Minerva rompiendo su silencio.

— Realmente no creo que eso... — empezó a decir el director, pero una vez más fue interrumpido.

— ¿Por quién empezamos? — preguntó el profesor de Encantamientos, haciendo un movimiento con su varita que trajo al sombrero seleccionador ante él.

— ¡Yo! — levantó la mano Blaise, adelantándose para que el profesor Flitwick pudiese poner el sombrero sobre su cabeza.


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Gracias por leer...

¿Por qué no podemos ser amigos?Where stories live. Discover now