Introducción

418 92 94
                                    

Esta historia existe gracias a Aunirys, un continente lleno de magia, misterio y extrañezas; donde criaturas fantásticas convivían en armonía hace algunos años; cabe destacar una de sus principales características: no había sido pisada jamás por los humanos. Al menos no por aquellos cuyo árbol genealógico estuviera compuesto netamente por los de su especie. A pesar de que estos, al ser seres muy curiosos, se habían aventurado en múltiples ocasiones a través de portales en los bosques, lagunas y mares; obteniendo como resultado a su odisea, nada más ni nada menos que el regreso a casa en un parpadear apenas iniciada su travesía, sin haberse enterado de lo que había al otro lado, sin recuerdo alguno de lo suscitado.

Entonces, cómo es que hombres lobo, brujas y vampiros originarios de diversas naciones de este continente perdido durante la división de la Pangea, pudieron mezclar sus sangres con ellos.

La respuesta es sencilla, para los habitantes de este magnífico lugar siempre estuvo permitido cruzar la línea. Podían hacerlo sin ser descubiertos, ya que no era necesario que se ocultaran mientras mantuvieran distancia de las ciudades habitadas por los hombres, quienes si sospechaban de su naturaleza no humana al descubrirlos; se convencían de estar frente a un igual, al tratar con ellos. Los lagos, lagunas y bosques habitadas en los primeros años de migración, estaban protegidos por trampas simples que ningún humano hubiera advertido.

Mientras tanto, los aunyrianos que cruzaban llevaban cada vez más y más testimonios de humanos que de pronto los habían confundido con uno más de ellos entre la multitud. La regla de oro fue rota y algunos de ellos empezaron a instalarse entre los hombres, a disfrutar de sus costumbres, a enamorarse de ellos. Sin embargo, al ser descubiertos, eran muertos a manos de enfurecidas turbas que los acusaban de actos atroces, quizá cometidos por algunas serpientes de agua que posteriormente atravesaron los océanos de Gor en busca de nuevos manjares.

Esto llegó a oídos de los reyes de cada nación en Aunirys, quienes preocupados por el futuro del continente, decidieron reunirse y plantearle al Gran Emperador en Neptum cerrar los pocos portales abiertos hacia las porciones de tierra habitadas por ellos, esto fue ampliamente debatido por el Concejo de las Naciones en Lymsterya durante 50 años, donde finalmente decidieron dejar abiertos seis portales en los bosques de Od, uno por cada continente habitado por los humanos; para que aquellos que se habían marchado pudieran regresar cuando lo necesitaran.

Estos portales solo eran reconocibles para aquellos con sangre auniryana, así se pudo evitar intrusos intentando adentrarse a los dominios del continente oculto. Estaba terminantemente prohibido que el ser humano cruzara algún portal, ya que se desconocía las consecuencias que esto pudiera tener en ellos; así como estaba prohibido para los habitantes de este inverosímil territorio mostrar sus dones o transformaciones frente al hombre (por su propio bien, por supuesto).

Posterior a esto, cada nación puso sus propias reglas; durante muchos años los vampiros tuvieron que evitar salir a la luz del día, ya que padecían de fotofobia, su piel se quemaba y al estar sobreexpuestos al sol en un tiempo mayor a diez minutos, caían fulminados en medio de una terrible combustión espontánea. Esto, desde luego, hacía evidente su no humanidad, siendo que todo aquel que perteneciera a su familia, se considerara un ser del mal, posteriormente perseguido y muerto por tener vínculos con criaturas demoniacas; además se prohibió que atacaran a los seres humanos y, aunque pareciera ridículo, se les prohibió acercarse al ajo, porque irritaba sus fosas nasales terriblemente, causándoles arrebatos de vehemencia. Por otro lado, las brujas y magos tenían prohibido ayudar a los hombres o lastimarlos, no debían convertirse en diferentes seres frente a ellos ni mucho menos brindarles pociones para su uso, debían evitar a toda costa hacer uso de su magia de manera pública; ya que al revelar su naturaleza, serían llevadas a la hoguera por personas que, presas del pánico, les darían un final tortuoso por considerarlas un peligro. Por tanto, los aquelarres debían trabajar bajo claves y disfrazar sus lugares de reunión, haciéndolos pasar por sitios cotidianos; como bares, cafés, restaurantes, librerias o bazares. Los hombres lobo, por su parte, debían evitar ser vistos transformados, tampoco tenían permitido atacar, mostrar sus dones o transformar a humanos en iguales, si sus vecinos no auniryanos sospechaban de algún indicio de licantropía, estos debían huir tan pronto como pudieran; refugiarse en alguna colonia de lobos. Aunque lo más recomendable era que vivieran en comunidades, como lo habían hecho desde siempre.
El resto de especies no tuvo tanto roce con los humanos, a excepción de contados casos en teriomorfos - criaturas que podían convertirse en algún animal en específico - o sirenas movidas por la curiosidad. Por lo general, los habitantes en Aunirys, preferían evitar el contacto con ellos. Especialmente los elfos, que los consideraban seres inferiores.

A pesar de lo advertido, la ley no fue completamente respetada, hubo vampiros y licántropos que atacaron al hombre, aconteciendo que aquellos que no morían, pasaban a ser un híbrido transformado capaz de ver y atravesar los portales hacia Aunirys. Todo esto generó diálogos y debates en Iyzgard y Áydhen, las regiones de los lobos y vampiros, respectivamente; quienes tomaron diversas medidas para lidiar con la situación. Siendo Iyzgard la nación que tomó esto de manera más categórica, al adoptar a aquellos transformados como hijos de la luna y por tanto, habitantes siempre bienvenidos en sus territorios, siempre y cuando aceptaran pertenecer a una manada.

Pero la intención de esta pequeña introducción respecto a Aunirys y parte de su historia, tiene por propósito dar pie a una explicación sobre los acontecimientos fatídicos suscitados a partir de Lailfy, habitada por teriomorfos; implicando principalmente a los licántropos, para ser más precisos, a los que decidieron ir a vivir entre los hombres y siendo aún más exactos, a una manada no muy unida llamada Dimmanient, que apenas llevaba once años coexistiendo con los humanos. Entre sus miembros más jóvenes se encontraban ya las costumbres muy arraigadas, siendo este el caso de los tres hijos del alfa de la manada; quien llevaba medio año sin tomarle demasiada atención a su progenie debido a que se encontraba agobiado por unos extraños sucesos que daban lugar cerca de su área. La historia de Aunirys cambió el día en que él decidió decirle a su familia lo que estaba sucediendo.

Huida.Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum