23. Ayúdame

1.5K 229 7
                                    

—Primero que nada, cálmate, mantente relajada. Respira despacio, siente el aire llenar tus pulmones y el agua correr. Necesito que saques todo ese enfado que tienes.

La voz aterciopelada de André logró en Natalie una paz interior inmensa. Sentada al borde de aquella roca gigante, a la orilla de ese lago rodeado de árboles, se libraba de toda presión, enojo y emoción que la alterara. Sólo distinguía el aroma de la tierra mojada gracias al agua que pasaba. La brisa golpear su rostro y las gotitas de agua salpicarle, la relajaban.

—Haré algo, así que no te sobresaltes. Mantente tranquila, cierra los ojos —le susurró André quien se encontraba tras de ella, sentada, cruzada de piernas.

Siguió escuchando lo que sucedía a su alrededor hasta que percibió un par de manos posarse sobre sus oídos; siguió respirando, conservando quietud. Los párpados le pesaron e inevitablemente se sumió en un profundo sueño.

«Se encontraba en ese mismo bosque apreciando el agua caer por la cascada. Era de noche pero todo se veía claro gracias a la luz de la luna llena. Escuchó a alguien acercarse por lo que se puso en pie, alarmada.

Distinguió a una mujer que corría junto con un hombre y un niño, llevando entre los brazos un bebé; se detuvieron frente a ella.

—Hola —saludó Natalie, pero ellos la ignoraron.

—¡Querido, rápido, ahí vienen! —exaltó la mujer, apurada, jalando el brazo del hombre a su lado.

Pudo vislumbrar el cabello de aquella extraña, largo hasta la cintura, no lograba detallarle el rostro. También aquel hombre, de cabellera recogida con una coleta, no pudo distinguirlo por ser más alto, ni al niño, de unos tres años, que se refugiaba atrás de su madre.

Pronto, el sujeto extendió sus manos en hacia el lago. La superficie brilló, miles de colores se arremolinaron pero luego se detuvo el espectáculo, volviendo el agua a la calma, tanto que parecía una ventana que mostraba un oscuro abismo.

Los tres sin pensarlo dos veces caminaron hasta sumergirse. Natalie trató de cederles el paso pero ellos la atravesaron como si fuera un fantasma. Volvió a ver atrás para saber de qué huían, pero el paisaje se tornó oscuro y perturbador. No tuvo más opción que tirarse al lago para huir.

Al resurgir, se encontró en otro lugar que jamás antes había visto. Estaba en medio de un río, a la orilla divisó a aquella familia de antes. El niño y el padre jugaban en el agua, chapoteándola, mientras la madre con el bebé de meses, sentada en la orilla, veía alegre la escena. Natalie se fue acercando pero una luz cegadora invadió su vista».

Abrió los ojos; estaba de vuelta en la realidad. Sonreía, se sentía feliz; de forma inexplicable también lloraba, como si un peso se le hubiera quitado de encima.

—¿Qué fue eso? ¿Por qué estoy llorando? —musitó en voz temblorosa, mientras se limpiaba el rostro.

—Indagué en tus más profundas memorias, las cuales tenemos de niños y olvidamos en los primeros años —le explicó la chica tras ella.

—Quieres decir que...

—¿Qué viste? Recuerda que no puedo leer tu mente, sólo estimulé tu memoria —le explicó siendo afable.

Natalie se dio vuelta para encararla, le contó lo que vio. André frunció más y más el ceño cada que le relataba. Al final sólo pudo concluir:

—Son tus padres, y el niño... es tu hermano. —Natalie no supo cómo reaccionar ante esa revelación—. Perdón por hacer eso, quería que entre tanta tristeza y frustración tuvieras algo de paz.

El Intérprete y el Guardián - Parte I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora