Nunca debí caer por él.
Sin embargo, tampoco detuve mi descenso.
Nada logró apaciguar las maliciosas llamas de deseo que se prendieron dentro de mí.
No su frialdad.
No su silencio.
No sus advertencias.
No las consecuencias.
Y mucho menos la diferenc...
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FRANCHESKA.
—¿Dónde estabas? —fue lo primero que me preguntó mi padre aquel mismo día, en la noche, en mi habitación.
Su rostro había estado totalmente lleno de seriedad y pese a que nunca solía ser muy amoroso conmigo, lo sentí más lejano que nunca.
Afuera había estado lloviendo, septiembre no parecía darle una sola tregua a Londres y pese a la calefacción, el frío era tan errático que difícilmente se podía escapar de aquel.
—Papá, yo... —No logré llegar muy lejos, ya que él cerró la puerta de mi habitación y dando tres pasos adentro, me encaró con una ira que jamás le había presenciado.
—Te llamé cientos de veces ayer, incluso te envié un mensaje preguntándote en donde estabas y no respondiste.
Tragué saliva.
—No vi el mensaje, no escuché las llamadas —mentí.
—¿Ah, no?
—No.
Sus ojos oscuros se tornaron más nublados y por la mirada que me dio, supe que nada bueno podría salir de ahí. De aquella conversación.
Al parecer, él estaba molesto conmigo por no responderle las llamadas, pero todo aquello era bastante contradictorio, teniendo en cuenta de que él había sido el primero en cancelar nuestro plan para ir a comer y, seguido a eso, me envió a decir con su esposa que buscara dónde quedarme por la noche porque ellos no estarían en casa y no había nadie que me abriera la puerta, ya que dejé mis llaves atrás.
¿Qué sentido tenía todo aquello?
—¿Dónde estuviste? —repitió la pregunta.
—Con María del Mar.
Le sostuve la mirada y vi el momento exacto en donde la molestia se intensificó.
—No sé cómo haya sido tu crianza alrededor de tus abuelos y alguien como tú madre —ese fue el primer golpe para mí—. Pero tú a mí no me vas a ver la cara de estúpido, porque en definitiva, no lo soy y vas a respetarme.
No podía explicar lo que estaba sintiendo, más allá del hecho de que mi corazón estaba latiendo muy rápido e incluso me costaba respirar. Era como si mis pulmones no pudieran filtrar el oxígeno de manera adecuada.
Sintiéndome como lo estaba haciendo, me puse de pie y caminé para quedar frente a él, pero manteniéndome un poco al margen.
—Te estoy respetando, papá —mi voz sonó tranquila.
—Pues no parece, teniendo en cuenta de que te gusta mentirme en la cara —siseó—. No estuviste con tu amiga, fui allá y no estabas.
Había sido tonto de mi parte decir que había estado con María del Mar, ya que en el mensaje ella me dejó en claro que el primer lugar al que él había ido había sido allá.