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para cuando cumplió ocho meses y medio de embarazo, donghyuck estaba más que preparado para echar un bebé al mundo.

malhumorado, hambriento y permanentemente arrastrando los pies hacia el cuarto de baño, era, en sus propias palabras, del tamaño aproximado de una ballena, y estaba incómodo las veinticuatro horas del día.

de hecho, estaba seguro de que si no tuviera a jeno, no podría soportarlo.

su alfa estaba detrás de él a cada momento. se levantaba de madrugada a cocinar, a bajar a comprar una tienda 24 horas en la que ya lo saludaban, a frotarle los pies con gasas frías y a parar el huracán que provocaba su hija pataleando en su interior.

lo llamaba cien veces desde el buffet, sólo para saber qué tal, sólo para asegurarse de que estaba tranquilo... masajeaba su espalda, cantaba en voz baja con los labios pegados a su vientre, y lo miraba con los ojos brillantes, amorosos. como si fuera la cosa más bonita que pudiera imaginar.

pensándolo fríamente, pensó delante del espejo aquella mañana, su rostro tenía un aire especial. su piel estaba lisa y suave, y sus ojos brillaban.

el flujo constante de comida nutritiva que le proporcionaba su alfa le había redondeado las mejillas, pero no lo suficiente como para ocultar sus pómulos altos, afilados.

donghyuck se frotó los ojos y se miró de nuevo, envuelto en una camiseta de jeno que- a pesar de lo grande que le quedaba- se estiraba alrededor de su vientre abultado. y se gustó.

salió del baño, chasqueando la lengua al sentir el ligero tirón en la base de la espalda. se frotó la zona distraídamente mientras se apresuraba a zambullirse de nuevo en la calidez de los brazos de jeno.

la cama entera olía a ellos dos; donghyuck hundía la nariz en la almohada y respiraba el olor cálido, pesado y ligeramente áspero de jeno, olía el suyo propio, dulce y casi pegajoso, y olía el aroma de su propio embarazo que al principio sólo jeno podía sentir.

donghyuck se encontró de repente con el corazón encogido y los ojos húmedos; su cama olía a familia. jeno se puso en marcha casi al instante; su expresión relajada se convirtió en un ceño fruncido, sus ojos verdes se abrieron y sus manos acudieron a rodear su rostro.

―¿hyuck? ―preguntó con suavidad, con la voz ronca de dormir. sonrió, acurrucándose contra su hombro.

―estoy bien ―susurró ―la cama huele a... bueno, a nosotros, y... no sé. es demasiado temprano para ponerme tan sentimental.

jeno se relajó visiblemente, y sonrió. una de sus manos cálidas le recorrió el costado, grande y tranquilizadora; la otra se instaló en la redondez de su vientre, que se interponía entre ellos

―te quiero ―murmuró con sencillez.

―y yo a ti. oh ―suspiró cuando una de sus manos alcanzó su espalda. ―jen eso otra vez.

notó sus dedos masajearlo con cuidado al instante, y respiró hondo, feliz.

―duerme un rato más, pequeño. es muy temprano aún.

donghyuck cerró los ojos y se perdió en la calidez que lo rodeaba.
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lo despertó un olor delicioso, delicioso, que le hizo la boca agua y lo obligó a abrir los ojos. había un maravilloso plato lleno de tortitas con chocolate delante de él, y un tazón de té y una manzana y un plátano, y un par de brillantes píldoras de vitaminas prenatales. y había un jeno despeinado y sonriente intentando a duras penas equilibrarlo todo sobre una enorme bandeja.

―hmpf ―murmuró elocuentemente. jeno frunció el ceño.

―¿es demasiado?

se estiró a duras penas para besarlo como agradecimiento.

mountains not hillsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora