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cuando jeno despertó, los rayos del sol ya se filtraban por debajo de las cortinas. donghyuck dormía a su lado, acurrucado sobre sí mismo. notaba el aroma de su piel, delicioso y suave, y su respiración lenta era lo más relajante que había oído nunca.

se giró con cuidado para no hacerse daño y lo rodeó con un brazo, hundiendo la nariz en el pelo sedoso de su nuca y extendiendo la palma de la mano sobre la ligera redondez de su vientre. su lobo tarareaba satisfecho en el fondo de su pecho; cachorro, pensaba inconscientemente una y otra vez.

jeno cerró los ojos, sonriendo. su omega dormía desnudo y sin preocupaciones a su lado, y su cuello olía sano y reconfortante, y su bebé crecía rápido en su interior, desafiando las diminutas dimensiones del cuerpo de donghyuck. su bebé. su hija.

fue consciente de repente de la sonrisa idiota que le atravesaba la cara, pero ya no podía pararla. su mente estaba llena de risas de bebé, de biberones, de carritos diminutos y de mantas suaves para envolver a su niña, de una mecedora de madera pulida, de donghyuck en la mecedora con su bebé en brazos...

iban a necesitar casi todo el dinero que había sobrado de cancelar el contrato. y a jeno no podría importarle menos.

¿qué era el dinero en comparación con el asombroso milagro bajo la palma de su mano? trabajaría de nuevo. trabajaría más. trabajaría lo que hiciera falta.

sus pensamientos se ensombrecieron despacio al ver el teléfono sobre la mesita de donghyuck. había gente que sí ponía precio a ese milagro. había gente capaz de ponerle precio a todo; gente demasiado cercana.

no le había dejado a donghyuck coger ni una sola de las llamadas de su padre. él tampoco había respondido a ninguna más, pero el tema seguía flotando entre ellos, translúcido, emborronando la alegría en la que vivían.

jeno casi sacudió la cabeza, disgustado. estaba harto de donghyuck siendo miserable por culpa del dinero. estaba harto de gente intentando vender a donghyuck. estaba harto de gente insistiendo en que donghyuck le pertenecía.

miró el reloj de su propia mesita. eran las nueve y media; se levantó, agradeciendo distraídamente que donghyuck no se hubiese levantado temprano con náuseas, y lo cubrió mejor con las mantas antes de salir de la habitación.

empezaba a prepararle el desayuno cuando oyó la melodía que había llegado a odiar. apagó la cocina y se apresuró al dormitorio, donde un donghyuck ya despierto y con cara de preocupación sostenía su teléfono sentado en la cama.

―jen...

―yo contesto ―lo interrumpió con suavidad, besándolo en la sien. donghyuck le dejó coger el teléfono, pero se acurrucó contra su costado sano para oír lo que decían. jeno respiró hondo varias veces antes de descolgar.

―quiero que deje de llamar ―advirtió antes de que pudiera decir nada ―voy a llamar a la policía y voy a cambiar este número. pero me da igual. quiero que deje de...

jeno.

no era el padre de donghyuck. era su madre, y estaba llorando.

―¿s-señora l...?

―no tengo mucho tiempo. necesito que me traigas los papeles de donghyuck. lo necesito todo. no has cobrado el cheque.

jeno parpadeó, demasiado confundido como para reaccionar.

―n-no lo necesité ―balbuceó al final, pero ella ya estaba empezando a hablar otra vez.

―necesito los papeles de vuelta. no los encuentra y está empezando a sospechar de mí. por favor, jeno. los n...

mountains not hillsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora