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jeno suspiró al salir de la ducha todavía empapado y ver a donghyuck profundamente dormido en su lado de la cama.

siempre estaba muy cansado últimamente, su cuerpo adaptándose poco a poco a la diminuta vida que crecía en su interior.

su cuarto, igual que el resto de la casa, ya estaba impregnado de la presencia de su omega: su calzado estaba tirado en un rincón, camisetas arrugadas colgaban del respaldo de una silla, y en su mesita estaban sus gafas, su móvil cargando y el libro que estaba leyendo.

no les había costado acostumbrarse a vivir juntos; después de unirse, a jeno le resultaba especialmente incómodo tenerlo lejos, y donghyuck hacía un puchero cada vez que tenía que irse a trabajar, exigiendo que volviera pronto antes de que lo echara de menos.

recordó con ligera náusea el día que habían ido a por sus cosas a la que ya no era su casa, con el padre de donghyuck mirándolos amenazador y su madre llorando en la cocina.

no los habían parado, pero tampoco les habían dirigido la palabra. aunque daba las gracias al cielo por haberse ido a vivir solo en cuanto había cumplido los dieciocho y tener su propia casa, jeno no podía dejar de notar la nota de tristeza en los ojos de su omega cada vez que pasaban cerca de su antiguo hogar.

sus padres, las personas que lo habían criado, lo habían vendido, a él, su felicidad y su bebé. lo habían cambiado todo por un maletín lleno de billetes. sólo de pensarlo le dolía el corazón.

vivían en un estado de tensa normalidad. donghyuck reía cuando jeno insistía en que tomase los nutrientes necesarios para el perfecto desarrollo del bebé, comía obedientemente la comida que le preparada; lo besaba por las mañanas, con el pelo desordenado y los ojos todavía hinchados, y hundía los dedos en su pelo con un jadeo cuando lo besaba en la mordida oscura de su cuello.

jeno vivía permanentemente hipnotizado por el olor de su pequeño omega, y sus manos parecían tener vida propia cuando se trataba de alcanzar la curva de sus caderas. su lobo casi ronroneaba satisfecho cada vez que se acurrucaba contra él.

pero la sombra del miedo planeaba sobre ellos las veinticuatro horas del día. jeno dormía aferrado a su pequeña figura y soñaba con hombres sin rostro arrancándolo de sus brazos.

le había prometido que no dejaría que le tocara nadie, pero lo llamaba desde el trabajo varias veces al día, y el terror lo consumía poco a poco.

fingía normalidad. tenía que hacerlo, para mantener a donghyuck tranquilo y feliz. pero se moría de preocupación cada segundo del día. a la hora de la verdad, no tendría medios para proteger a su pequeña familia. no tenía un plan.

suspiró, inclinándose para coger el portátil. se aseguró de que la luz de la pantalla no lo despertase antes de encenderlo y lanzarse a buscar en internet por enésima vez. tenía la página guardada en favoritos, y empezaba a sabérselo peligrosamente bien de memoria.

la colina es una de las casas de contacto más importantes y prestigiosas del país. se estima que su fundación se remonta a las primeras décadas de 1800, y hasta el momento más de cuatro millones de omegas han pasado por sus manos y han sido reclamados por sus alfas correspondientes.

su elevadísima tasa de éxito y su exigente filtro tanto a la hora de seleccionar tanto omegas como alfas lo han convertido en la élite de las casas de contacto, reservándose para omegas especialmente exquisitos y alfas de posiciones acomodadas, la mayoría de ellos procedentes de las más altas capas de la sociedad.

jeno dejó de leer y se frotó el puente de la nariz con el índice y el pulgar. dinero. no sabía cuál era la solución a sus problemas, pero estaba seguro de que tenía un precio desorbitado. el dinero era la clave de todo.

mountains not hillsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora