Nunca debí caer por él.
Sin embargo, tampoco detuve mi descenso.
Nada logró apaciguar las maliciosas llamas de deseo que se prendieron dentro de mí.
No su frialdad.
No su silencio.
No sus advertencias.
No las consecuencias.
Y mucho menos la diferenc...
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FRANCHESKA.
Él me quito la misma camisa que me había prestado horas atrás y dejándolo conocer mi torso desnudo, sentí timidez, pero no suficiente para dar marcha atrás.
Su boca sobre la mía fue todo lo que necesité, para que de repente, sin más, el miedo se evaporara y el deseo que estaba sintiendo fuese tan fuerte y ardiente, que ni siquiera lo inmoral tuvo sentido para mí, ya que en lo único que pude pensar fue en él llamándome: Nena.
Mi piel ardió por ello.
Nada era realmente importante, más que el hecho de tenerlo a él besándome de esa manera que me llenó de anticipación no solo por lo posesivos y sensuales que eran sus labios, sino más bien por la manera en que su lengua exploró cada rincón de mi boca, saboreándola como si fuese su nuevo sabor adquirido y favorito.
Sentí el incendio por todo mi cuerpo, mientras mis manos iban a la parte trasera de su suave cabello rubio y yo sentía como la intensidad y el placer me llevaban por una ruta desconocida de la cual no quería salir nunca.
Le había pedido que no se detuviera, no estaba muy segura de si iba a llegar hasta el final, pero le pedí que siguiera, en ese momento, sin más, estaba dispuesta a hacerme cargo de las consecuencias después, con tal de vivir ese momento por una eternidad más.
—Soy un hombre que actúa siempre de frente, Francheska —dijo de repente, separándose de mis labios y llevándoseme el aliento—. El engaño no es lo mío, por el simple hecho de que no tengo nada que esconderle a nadie, aún así, la veo a usted y pienso en todo.
Mi corazón estaba latiendo tan rápido, que era incluso imposible el domarlo si llegaba a desear hacerlo.
—¿Que es todo? —pregunté, sosteniéndole la mirada.
—El único amigo que tengo es abogado, siempre lo he escuchado hablar en contextos jurídicos sobre lo que es la alevosía y como se considera un agravante —una de sus manos fue a mi mejilla y comenzó a acariciarla con una suavidad, que creí casi imposible, teniendo en cuenta la clase de hombre odioso que solía ser—. Engañar, mentir con astucia y traicionar está muy mal, Francheska. Es reprochable todo lo que significa y conlleva; sin embargo, desde que la conocí a usted, he deseado cambiarle el significado a la alevosía, porque, viéndola y tocándola, no siento ni un solo gramo de peso en la conciencia y si no me pesa a mí, créame que no debe pesarle a usted, después de todo, ¿que culpa tengo yo de ser la necesidad de otros, cuando desde que la conocí a usted, solo pienso en su molesto y detestable ser?
Mal, todo lo que salió de su boca estaba muy mal, pero yo estaba peor. Lo sabía porque estaba jodida por él y a pesar de las constantes rabias y peleas, pude aceptar que me gustaba y más de lo que podría aceptar nunca en voz alta.
—Engañar si está mal —fue lo único que pude decir.
—Y que nos de igual.
El enredó una de sus grandes manos en la parte baja de mi cabello, antes de acercar su boca de manera peligrosa a la mía y decir: